jueves, 4 de agosto de 2011

Capitulo VII

Un fuerte dolor de cabeza, despertó, costabame coordinar las ideas, mi mente un tornado empeñado en destruirse, pesadez cebaban de manera abrasivas. Vientos suaves eran absorbidos por formas circunferenciales, rectangulares, piramidales, que sin terminar de concretarse deshacían, cambiándose, perdiéndose, volviendo, huyendo, persiguiéndome, alargaban, encogían, ensanchaban, para ir desapareciendo en un rio sin agua, ni cauce. Sofismos ocultantés de las repugnancias de los hechos, engañosas ilusiones, vivir las fantasías de la mente; ¡Quizás son verdades eludidas!

Murió Mario, sus sufrimientos los últimos días fueron tan crueles, barbaros, despiadados, acostumbrado como estaba a sentir, ver las inhumanidades de esta vida, me parecieron estas aflicciones, desgracias nimias, ñapas del destino, comparadas con las de, él; Encerrároslo, en la pieza que una vez me fue asignada, donde había una destartalada cortina de hule, encajaron una fuertes rejas de hierro, con candado Máster, por puerta; El día que lo encerraron, ayude para bajarlo del ático donde habían encadenado, fue la última vez que lo vi; Su dócil, enclenque cuerpo, estremeciase como un cachorrito de perro cuando ha sido vituperado, golpeado por su dueño, y presiente la cercanía de su presencia; Zozobraban sus ojos, como una débil embarcación sin remos en el mar embravecido, con recelo sospechoso, como si aun en la mente pudiera discernir, que sería su último albergue; Criptica.

Falleció, solo asistieron al cementerio, la banda de embriagados desechos humanos que habíanse convertido en su familia, el velorio, se lo realizaron en una casa fúnebre que en realidad semejaba a uno de los tantos bares que frecuento, a las diez de la noche sus dos hijos concebidos con mi tía desaparecieron, momento donde surgió con frenesí, una verdadera orgia bacante. Dentro del ataúd vaciaron doce litros de ron, tres de sus más allegados, tan cadavéricos como él, pusieron todo su empeño, voluntad en tratar de introducirse en la urna, para acompañarlo en el silencioso andar de su alma, iniciado desde hacía rato; Evitado fue, escaramuza de corta brevedad; En comparsa entraron las meseras, con sus mejores galas, desgastadas sus coloraciones negras, que desde mucho atrás, abandonaron su preeminente coloración originaria, cubiertos con velos transparentes sus rostros, reflejándosele con tenuidad las facciones, iniciaron ellas los rosarios, calmo el ambiente, los hombres en su mayoría abandonaron por ese momento el estrecho recinto.

Hermes, y, yo permanecíamos impávidos, en un pequeño pasillo observando, nada nos decíamos, solo mirábamos la complejidad de los actos expresivos, para mi eran una secta con su pactos secretos, pero sin simbolismos, formulas, intereses; Únicamente manifestación de amor humano.

A las seis de la mañana, en oscuridad predominante, presentaron dos hijos del primer matrimonio, en dos lujosos, inmensos vehículos eran conducidos por choferes, trajeados con uniformes, delante una carroza fúnebre lujosa, detrás tres camionetas negras incluyendo sus vidrios, daban miedo. De ellas nueve hombres, con violencia desafiante, tipo swap como los de las películas, sin lugar a dudas habían sido entrenados, colocaron estratégicamente abarcándolo todo, trajeados de negro, armados de ametralladoras, dos inmensas coronas de flores portaban otros dos, estos penetraron al recinto, las depositaron alrededor del cajón de lata, donde reposaba bañado en licor el cuerpo de Mario.

Las cayenas, trinitarias ofrendadas por sus amigos, y las mesoneras, en pequeños paqueticos, perdieron su erguidez, marchitaron, dejando vencerse sin luchar, como si tuvieran conocimiento de la desigual batalla.

Entraron los dos hombres, a la oficina del encargado de la parapetada funeraria. Somnoliento este, se esclavito con insospechada rapidez, dirigió hasta los hijos, marcharonsé ellos, cerraron el ataúd, como pudieron sus amigos, bamboleándose, de lado, hacia atrás, delante, en curvatura, no permitieron que lo introdujeran en el carro fúnebre, decididos estaban a conducirlo sobre sus hombros.

Las mujeres lo siguieron en un camión de estacas apretujadas, llorosas, sin decirse palabras. Nosotros seguímolos en un taxi; Fue sepultado en el cementerio del Corazón de Jesús, era su eterno devoto, en la parte reservada a los olvidados, quedaronsé luego en rededor del tosco, maltrecho aposento; Siete de la mañana, el sol comenzaba a imponerse con su usual altanería, nos retiramos, ellos aún permanecían sin intención de hacerlo.

En la noche entere, que el ataúd había sido comprado a través de una colecta colectiva, realizada entre todos sus amigos, mendigos, prostitutas, no alcanzándoles para el pago del carro fúnebre, situación que solventaron, expresando que no la requerían, porque la intención era trasladarlo en hombros hasta el cementerio, la distancia es de seis kilómetros, la razón que aludían, ante el dueño de la funeraria, querían hacerle ese homenaje. El hueco donde lo depositaron, carecía de las coberturas de concreto en su interior; Tierra Desnuda.

Recordé en ese momento mi primera infancia, donde mi tía, en permanente alteración, por la escases de alimentos durante todo el día, antes de la aparición de Mario. Requeridme a cada momento la penosa tarea de acudir, a una de las vecinas del barrio -Adrasto, andavete a casa de misia Flor- o de cualquiera otra, mediase la posibilidad de no fallar -decile que me preste dos plátanos, tres cucharadas de azúcar, un poquito de sal, que cuando regrese en la tarde se las regreso-

Remembras que depositaron en mi mente, una verdad; Que a medida que se escala económicamente, social, intelectualmente, se atraviesan las diferentes etapas de la vida, pocos seres humanos mantienen inalterable sus sentimientos, van siendo amoldados de acuerdo a las circunstancias, intereses, tanto en el pobre como en el pudiente.

Decidiendo marcharme definitivamente de la casa. Con esmerada precaución, intuición, con la lentitud, perseverancia de las hormigas, había realizado mis ahorros, que me permitían vivir por unas dos semanas; Alquile un cuarto con baño privado, en una de las pensiones más respetables de la zona, amplios patios, frondosos árboles, cientos de pájaros, gallos, libres, sin ataduras materiales.

El maestro Platón, en un atardecer, de los que llaman los cazadores; De Venado, por la esplendidez sus luces multicolores, llenas de alegrías, que obligan aun sin saberlo, a permanecer en un estado de admiración hacia la vida; Saliendo los venados, atraídos por tanta belleza, sin su acostumbrada prevención a caminar con su elegancia natural, sin entender que puede ser su última; En completo estado de sobriedad me llamó, condujome hasta su guacal, tenia dispuesto siete litros de champaña Don Periñong; En una pequeña mesa de caoba, tallada con figuras alegóricas a la diosa Amaterusa con su consorte el dios Susanoo, y las guerras fratricidas entre los diferentes clanes japoneses, en esa época de definición existencial, formativa como nación. En su parte central; Ovalada su forma, esculpidos grandes lotos rojos en la parte donde finalizaba su centro.

La primera vez que me la mostro, contó con orgullo la historia. Habíala traída del Japón, en su viaje de luna de miel, constituía el único objeto que poseía, de su pasada vida; El contraste con las demás pertenencias, daban la sensación de una grotesca intención premeditada, para engranar sin cesación su sufrimiento; Como sillas cuatro pequeños taburetes, construidos con la misma madera, e igualmente talladas, con dragones, serpientes, que en círculo perfecto, ellas mismas se engullían; En una de las paredes roídas por el moho, impresionaba un crucifijo de madera, que él mismo había esculpido, pareciéndome que el rostro, sufrimiento expresados en él, con gran realismo, no era otro, que el suyo; Destapo la primera botella, trajo un estuche, de el extrajo dos bellísimas, finas copas de cristal labradas con relieves, sentó, e invito a hacer lo mismo, no sirvió el elegante néctar; Fijó su verdes ojos, sin alteración con serenidad, parsimonia, en la tranquila, e infinita, nada supuse que pensaba en profundidad, si le era dado contarme su secreto, existía en mí ese presentimiento.

-Adrasto, nunca te he preguntado nada sobre tu vida, y tú en ocasión alguna, has expresado algo sobre ella, posees una cualidad que muy pocos seres humanos logran cultivar; Escuchar, y hablar lo menos posible, ello te hace inmune a muchas cosas, una muy importante, que la gente confié en ti, y aprecien tu amistad; Acerca de tu vida, para mí es fácil imaginarla, es la vida, de la gran mayoría de los pobres. Nacimientos infaustos, desgraciados, funestos, nefastos; Infancia atropellada por el abuso, engaño, arbitrariedad, perversión, infamias, esclavitud; Adolescencia de rebeldías, truncadas por las escaseces, necesidades, que los conducen a ser pasto ideal, para ser consumidos por la gran variedad de pervertidos, transitar sin amparo, abrigo, defensa, apoyo, ayuda; Cuerpos que deshidrata el oropel, deseos, pasiones, que encadenan, hasta hacerlos vagar por las ilusiones desérticas, de los tormentosos despoblados, desolados, solitarios, vacios, abstractos, caminos, para culminar sin darse cuenta, sin desearlo, en el desiderátum. Me he tomado, el atrevimiento de hablar de ti, a un paisano de mi mismo pueblo, que ha sido, mi único amigo; Luego te enteraras, del por qué; Cuando lo necesites, acude a él, ten la seguridad que te encausara.

Ahora he de comenzar a escanciar, la última ebriedad ha de ser serena, fría; Si lo deseas, puedes acompañarme, con dos, o tres copas, no más; Si te he referido, que tu vida me ha sido fácil deducirla; La mía, me resulta incompresible, incongruente, inconcebible, oscura, chocante. El día, donde comienza mi tormenta tempestuosa, turbulenta, libertina, desordenada, execrable, borrascosa, paradójicamente ocurrió en la casa de, Dios; Acudía asiduamente con mi esposa, y tres hijos, a darle gracias a Dios, por todas las bondades, felicidades, que nos proporcionaba; Instintivamente sentía que alguien me veía, con una intensidad, que enardecía pasión; Ladee mi cabeza, y mis ojos con aturdimiento, se posaron como dos imanes, en los ojos de un adolescente, los de él emitían energías que reflejaban, lujuria, lascivia, sensualidad, carnalidad. Mi cuerpo temblaba, estremeciase, ardía, radiaba angustias, inquietud; Los temores aterradores, espeluznante, los cuales creía enterrados, desembarazados, de mi mente, saltaron con toda libertad; Habíanse apoderado de mí.

Quien no haya sentido la necesidad de la insaciabilidad carnal, no puede comprender la esencia de la lujuria. Excúseme, con mi esposa, salí sin haber terminado los oficios religiosas, situé el vehículo, de tal manera que pudiese abarcar, la salida de todas las personas; De pronto quede paralizado, entumecido, privado de movimientos, absorto; ÉL, golpeó suavemente el vidrio de la ventana derecha de mi auto, simultáneamente hizome señas, para que abriera la puerta ¿Cómo logre hacerlo? aun hoy, no lo recuerdo; Mi mente era un laberinto, donde era imposible descifrar, el más mínimo sentimiento, fugaronsé como duendes, que alimentan nuestros sueños irreales, de perfección, principios, moderación, parquedad, abordo el auto, sabiéndose dueño de la situación, con voz afemenidada, dulce, pero que denotaba dominio, me dijo.

-Nombran Emilio, me llaman el Afable, por mi carácter dulce. Durante las noches visito a los durmientes, sacando de su mente, todos sus secretos, para luego, poder ayudarlos a que los deseos más ansiados, se le cumplan. En usted, he penetrado en varias ocasiones; Su pasión se hace delirio, ha podido refrenarlos, ocultarlos, pero llega el momento que la resistencia es innecesaria, absurda, nacemos marcados, queremos que esa huella que nos delata, permanezca invisible, pero siempre hay alguien, que logra verla; Sin ser su alumno, asistía a sus clases, hasta que fue nombrado decano, de la facultad de Filosofía y Letras, en muchas ocasiones lo he seguido, sin que se fijase en mí.

Para corroborarle que no le miento, inspirado en el deseo, la pasión, he escrito estos versos, es mi regalo por haber logrado, por lo menos hablarle; Déjeme por favor, frente a la plaza, este es mi teléfono, cuando lo desee, si es que alguna vez tiene la curiosidad, capricho, puede llamarme- Se manifestó, con asombrosa desenvoltura, soltura, facilidad, gentileza pedante, naturalidad desmedida, insolencia del que posee la seguridad, de que está arando en tierra virgen, fértil; No me dio oportunidad de hablarle, como si augurara, mi imposibilidad de hacerlo, lo que sentí luego que se apeo del automóvil, es de una complejidad inaudita, miedo, ira, deseos, pasión, desmarañarme, destriparlo, matarlo, pero a esas series de pensamientos aflictivos, angustiosos, se les imponía su bella imagen, su rostro, piel de porcelana, su esbeltez, su musculoso, atlético cuerpo.

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