domingo, 12 de agosto de 2012

LILITH


El amante oficial de mi tía, Mario, decidió divorciarse de su esposa para casarse con ella, ya los unían los dos hijos varones; Él procedía de una de las familias pudientes, con apellido de tradición, abolengo. Trabajaba como gerente de una cadena de almacenes, los más famosos de ciudad; Alquilo una mansión en las riberas del lago, compro muebles nuevos; La vivienda de la calle Palón ,su antigua casa, a su vez fue alquilada, pusieronle de condición a quien la regentaba, que se me permitiera continuar viviendo en el ático, pagándoles el alquiler con los servicios que ya les realizaba a mi tía; Me sentía feliz, por primera vez gozaba de privacidad, tanta felicidad producían desasosiego.

Una tarde, se presento Mario a su mansión en las riberas del lago, antes de la hora acostumbrada, eufórico, acompañado de varios de sus amigos de la infancia, que a medio palo, cuando en verdad se disfruta la ebullición de la ebriedad, traían varios bocachicos ya preparados, adobadas, rellenados con frutos del lago, verduras de los andes, para ponerlas a asar en una enorme parrillera, bajo las copiosas, elegantes palmeras. Vehemente, lleno su corazón con intensidad afectiva. Al entrar a su dormitorio, estaba mi tía, en plena faena, con dos adolescente en la cama matrimonial; No era la primera vez, desde su convivencia adultera, en el barrio se comentaban a voz pópulos, sus andanzas insaciables de sexo, siempre con jóvenes. Enloqueció Mario, pero su locura no fue de ira, se entregó desbordadamente, definitivamente al aguardiente.
Mudase para una pensión, en el mismo centro, cercana ella al aposento donde vivió sus momentos más felices, en la calle Palón. Iniciaba su faena alcohólica a partir de las tres de tarde, dejándoles a los empleados de su confianza las obligaciones inherentes a la gerencia, y cerraran a la hora establecida, las siete de la noche; Pronto se dieron cuenta los dueños, en varias oportunidades lo aconsejaron tratando de no perder a tan eficiente gerente y apreciado amigo; pero como dice el refrán; Más jala un pelo del papo, boño o vagina, que cien bueyes juntos; Él estaba enajenado, por el amor de mi tía; En varias ocasiones, había tratado de que se reconciliaran, hasta el momento que se le apareció un abogado, contratado por ella, para proceder al divorcio.

Mario, poseía una abultada cuenta bancaria, dos casas, y otras propiedades, finalizado el divorcio, se hizo la repartición.

Termino por perder el trabajo; Mi tía, parió una hembra, del joven con quien se encambrono; Y, de ahí, en adelante, fue como deslizarse el pobre hombre por una pista descendiente, montado en dos patines marca Winchester. En una ocasión la dueña de la pensión donde vivía Mario, llamó a sus hijos para informarles que tenían que llevarse a su padre, por cuanto debía casi un año del canon de arrendamiento, encima de eso, cada vez que se los reclamaba, estaba como una hora riéndose, y, para cerrar con broche de oro, vivía todo el tiempo borracho, no se aseaba, peleando constantemente con los otros inquilinos; Entraron los hijos a la habitación, jurunguearon todo lo existente, en una caja adosada al retrete encontraron cientos de miles de billetes, dos libretas de cuenta de ahorro bancario, que al ser verificados sus saldos, casi los hacen infartarse, por la cantidad de dinero en depósito.

Hablaron con su madre, ella con los inquilinos de la casa de la calle Palón, les había ido de maravilla, los escuálidos salones los habían emparapetados con cartón piedra, dividiéndolos en cuartuchos, para alquiler por hora, a las putas de la calle; Exigió mi tía, que mi cuarto en el ático, cambiara de inquilino; Trastocaron mi pequeña habitación para instalar a Mario; Asignaromen para dormir el saloncito-túnel, donde estaban los barreños, en una cama de lona desarmable.

La riqueza súbita en el pobre, dura menos que la hediondez de un pedo en un chinchorro, la razón es obvia, se gasta en todas las frivolidades, pendejadas, tratando de imitar la vida de los ricos. En sus almas surge una necesidad irrefrenable,  de que todo el mundo sepa, que se posee dinero; Inventaban fiestas fastuosas, rochelas, que terminaban en escandalosas reyertas, ya en varias ocasiones habían sido citados a la prefectura de policía, por quejas de los acaudalados vecinos; Se deja de trabajar y el sueño desaparece, como una frágil mariposa.

La huida se hizo necesidad, no podían mantenerse en una cima que a diario se desbarataba por no poseer bases, las existentes eran como las candilejas del teatro que al terminar la obra, se apagan. El dinero de Mario sufrió el mismo deslave, apenas una partecita gastaron en él; En un breve tratamiento para desintoxicarlo, el verdadero problema de Mario era su amor persistente, decidido a ofrendar su vida, que en realidad no le pertenecía; La permanencia nuevamente de mi tía en la casa y la asidua presencia de su amante, aligeraría su carrera desenfrenada a exterminarse. Es droga el amor, muy poderosa que lo ahondaba en profundidades Abismales.

Me había convertido, en el consentido del taciturno, incógnito, hombre del mecedor, el maestro Platón, que así lo llamaban, por haber sido un gran profesor, en algo que referían como filosofía; Y de tanto beber, sin saberse el por qué, perdió la sobriedad, familia, trabajo, estima; Frenando definitivamente, e instalándose en los predios del mercado, donde su sabiduría lo convirtió en oráculo, disolvente, sentenciador, para resolver los problemas cotidianos; Los mayores siempre terminaban, en muerte, mutilaciones.

Inframundo, que alberga, aglutinan, todos los declives que pueden operarse en el transcurrir de la existencia, de los que nacieron para ser miserables y los que se hacen por propia voluntad, o carecen de ella.  Sobreviven cada uno dentro de su mundo, sin más tormento que alimentar, su vicio, fantasía, opresión, obsesión, fuese está, de cualquier naturaleza.

Existía, una gran similitud entre Mario y el maestro Platón; A ambos los desbaratos un problema amoroso, prendiéndose de ellos con perturbación inaudita.  Mario atraco en los bares del malecón, donde se albergaban los iniciados en los secretos de las miserias humanas, prevalece en ellos las misteriosas necesidad de la locuacidad, hablar, contar, expresar, darse a conocer lo que fueron, son torneos, que siempre terminan hablando alborotadamente todos al mismo tiempo, sin decirse nada al final, recordar sus infancias, adolescencias, adultez, esos momentos donde se fijan las imágenes como en un film, que nos da la idea de una brevedad en la vida, sintetizada solamente en el comienzo y final de los actos ocurrenciasdos, lo cual los conduce inevitablemente al llanto.

Platón, hizo arribo forzoso en el mercado Principal, tenían el mismo objetivo, suicidarse con lentitud, viajando constantemente en naves de ilusiones, donde desaparecen las enardecidas realidades de la vida, transfigurándose en un éxtasis, en hacha de fuego, que al no dejarla apagar, navegan hasta llegar al puerto donde ya se deja de sentir, sufrir.

Me encomendaron cuidar a Mario, estar pendiente a las puertas del bar donde acudiese, para trasladarlo a la casa; Salida que siempre era lastimosa, sacaba fuerzas sobre humanas para poder arrastrarlo, ocasionalmente, algún conocido ayudaba en el caótico transporte.  En una ocasió Mario se detuvo, en unas de las banquetas del malecón, quedose mirándome, como si fuese la primera vez que me veía, hizome seña que me sentara a su lado, sus ojos hipnóticos, adormecidos, narcotizados, despedían un magnetismo aletargados, sin fingimiento ni disimulo, me dijo.  ¡Fui engendrado por la noche, sin el concurso de ningún ser humano!  Soy la venganza y el castigo, nadie escapa de mi poder, dirijo el destino, premio al virtuoso y destruyo al soberbio. ¡Castigo a las putas infieles, porque, doblemente son putas!  Hago que concluyan sus últimos días pordioseando; Pasoles al lado y les digo; Si te vi, ni me acuerdo.

Conocí, a la agraciada, provocativa hembra, en el bar El Coral, antro de envenenamiento del alma y del cuerpo; Esa primera noche, dormí encamado con ella; Entre mis normas de putañero, la principal era no hacer amistad con putas; Pero, la picada fue emponsoñonza, infesta; Porque las mañas, inteligencia, maldad, de las verdaderas putas es superior a la de cualquier ser humano.

¡Localizado un intersticio! por donde descuartizar el alma y la carne, del iracundo enamorado, dejan únicamente los huesos y pellejos para que lentamente, él mismo se suicide. Escupida el ánima frutal, del alebrestado falo, sin dejarlo pasar ni una cuarta parte, en su recinto vaginal. Porque, de tranques vulpinos, genios son, fierecillas engendradas, en el mismo inicio Primigenio por Tártaro, Caos, en el mismo huevo incubado por la Noche, de donde escapó Eros protegido por el infinito Nigredo, cubriendo con la negritud todo lo existente, en su hermana Tierra.

Ya, la substancias de ellas se presentía venir, en los tiempos aun no comenzados, para dar a entender, que su orificio huecal, existencial, guerras desatarían, legiones de esclavos tendrían.
Todas alegan, jurando por la Virgencita, de hinojos, con lagrimas que ríos hacen, que poco han sido trajinadas; Dicente ¡Que me atormenten, en todos los Infiernos, si mi mente, pensamiento insano ha asomado!  Pero, con la astucia de su padre “EL DIABLO” Van hiriendo como las horas transcurridas, y con la última te matan.  ¡Y, si te atreves a refunfuñar! el enloquecido Caos, agitado con su fusta ciega, que se le va y viene, de tan arduo trabajar  ¡Exclaman con serenidad de estatua!   ¡Poco te importa el gran dolor que me causa tu verga descomunal!   Y, uno de maricon, se traga la píldora, sin liquido alguno, bajase el rolito, esconde su cabecita, casi desapareciendo, refugiándose lo que queda, entre las desmedidas bolas, acrecentadas en la vejez con insolente desvergüenza, por haberlas mantenidos acurrucadas durante tanto tiempo.

Momento donde la grandísima puta, comienza su derroche de lagrimas, entre ayees y suspiros.  Porque como dicen, desde la más remota antigüedad, lo más grandes sabios, eruditos < ¡La puta, es un demonio, con forma de mujer! >  Tienen su veneno en el alma, por fuera son encantadoras.  “Uno piensa” ¿Cómo no he poseer esas caderas, y esa vagina si no hay ningún engarce en el futuro?  Es allí donde se cae en el infierno; Lo que piensan, nunca lo hablan, lo que aparentan, no lo hacen, trata uno de calmarla, erguido el pecho, por el piropo recibido al fálico organito.

¡Tres veces negado seré, antes de que cante el primer gallo! Dijo, Jesús Cristo; Así, sucedió; Tres veces fui a la Catedral, a implorarle al Señor; Pero ya el pacto, al igual que el pobre doctor Fausto, estaba firmado.  Montado en la mula, lo que queda es abrevarla; En convencimiento, seguridad, que tan esplendorosa equina, me conduciría por el camino real tanta veces buscado, y en establo seguro terminaría mis días, porque la casa, no es casa, dicen los sabios, los profetas, si no hay una mujer que te quiera; Un hogar, no lo es, si al despertarte no absorbes el inigualable aroma del amor de una mujer.  Anduvo erguidita, hasta la mitad del camino. En ese breve andar, no me cansaba de horadar, primero con el falo sus labios verticales, néctar hirviente de la mora que pegajosamente se adhiere; Luego al comenzar a pistonear, el traicionero, autónomo, escurridizo pene, imponíase la utilización del órgano lenguaz, saboreando los ácidos bicarbonatados.  Nada vale contra ese reptil indefinido, con forma humana.  La verdadera puta, es como la hiena, insaciable en su hambre; A medida, que mas me emponzoñaba, con premura siempre excusa tenia, comenzaron a rodar las falsas lagrimas, risas, luego las mentiras; Ellas las guardan en el mismo cajón, tal como si fuese un televisor, con control-remoto para cambiar a su antojo los canales.  Sus ojos  son como un sol eclipsado, que deja brevemente de alumbrar, para luego hacerlo, con más arrechera, hasta quemarte.

Así, caí en la trampa, comencé por deshacer todo lo hecho, le fue fácil hombrearme, con sus duras carnes, su batidora lengua, que si, el cielo existe, las cucas de las verdaderas putas, es el preámbulo, para llegar a él.  Lomito tierno, piel suave como las telas de algodón; Tetas duras, coronadas por un eterno clavel rojo, siempre naciente; Manzano culo, baboso molusco, valiente aguante sin chistar, que tritura con su contorsionar; Caderas sobresalientes como los muslos de la fina yegua; Piernas sin arrugas, estrías, venas azuladas, ni olor a viejo, que dejaba en agotamiento precario al mal trecho falo, cuando lo desease, torciéndolo, retorciéndolo, estrujándolo, bamboleándolo, oscilándolo, sin darle tregua, descanso, desbarajuste, taladra, perforar, mamar, anarquía, que no permite división, cruce, escape.

De modo que me divertía, a cojones batientes, como las velas de un barco, en el océano Pacifico, cuando esté se emputa, desafiando, tragándose, defashaciendo, todo lo que se le atraviesa.

La transgresión, se hizo amor endiablado; Ya le era inevitable mentir, es ahí, cuando comienza el verdadero engaño, urdir, hacer madejas;  Uno niegase a escuchar las verdades, que son más que evidentes, termina amistades, hermandades, los desfolla.  Piensa El hijo de puta, quiere cogérmela-  ¡Desmadrado!  Sabido es que las putas tienen en la boca miel, que es hiel; en las manos un rosario, que es una pistola.  Sin úntame vaselina, para que rodara el coñazo, y mentol Davis, para no hinchar las venas, sin ningún acobardamiento, brincando como una yegua salvaje, relinchando, la consigo atosigada, con un guevo en la boca, y otro falo aprisionado en su culo, y para acabar de escopetarme, de dos niños no salidos aun de la adolescencia.
En mis adentro, se arremolino una tormenta, pero ya mi voluntad no me obedecía, era de ella; Tramoyando la tempestad, me la hizo suave, sin viento.  Apenas balbuce ¡Cuaima!; y, con la dignidad, del apestoso, pestilente, repugnante, la perdono, sin sentir furor, fiereza, indignación; A partir, de ese momento, quede sellado, como el pobre Caín.  Es un estado anímico, donde ya no existen, los valores elementales, decencia, respeto, fortaleza, resistencia, hacia uno mismo, sé es, un cadáver insepulto.

He sido un insecto desde mi nacimiento, tunante miseria deseada, servilismo rallante en la esclavitud, encerrado, atado en esté laberinto.  Mi mujer, hijos caricaturas crueles, diabólicas; Aparentemente mi muerte resolverá sus problemas, nada más falso, porque el verdadero problema, es esté mundo es el egoísmo, soledad, traiciones, inhumanidades sin sentido.

Un día me desperté Adrasto, sin saber que en mi mente sería el último normal de mi vida; Lo deseche como lo había hecho con todos los demás, sin darle importancia, deseando terminara, para que llegará el otro, en esa ansiedad que martilla buscando la nada, sin esperar ninguna realización.

Al despertarme en la madrugada, un titánico cansancio me agobiaba, como si todo lo experimentado, se hubiese convertido, concentrado, en algo solido, sobre mi cuerpo, impidiéndome movimiento, arrastrándome logré entrar al baño, en los espejos se reflejaba el cuerpo, en mi rostro grandes tumoraciones, de donde se desprendían escarchas de infestas purulencias, sobrepuseme, continué observándome, poco a poco, me fui dando de cuenta que mi rostro era el mismo, decrepito, envejecido, corroído por las enfermedades. Con tenacidad se asomaban como si fueran las arenillas de una playa, todas, y cada una de las marrumancias que había cometido.  Pero igualmente aflorando con ellas, las enseñanzas guiadas por una conciencia, para darme cuenta de que mi monstruosidad verdaderamente, se alojaban en mi alma, permitiéndome juzgarme como humano, en posesión de sentimientos, del miedo que es esencialmente lo que nos hace vivir realmente, darnos cuenta que existimos en un estado único, privilegiado, que es el de poder respirar, porque mientras lo hagamos existe un futuro, no importa su naturaleza -
Calló, quedose mirando el lago, las olas se estrujaban, violentamente contra el malecón, como si trataran de imitar a Mario, en su locura.  Ruidoso atronar, para deshacer la mole de concreto armado que frenaba su baile ondulante, sin conocer el propósito.  Llegó, la marea baja, el lago sereno traslucía serenidad; Contrastaba, con el incendio perpetuo de Mario en vacuidad, desollar el alma, desahogar su mente, le permitió por esos minutos ser nuevamente, el loco racional que somos todos los que actuamos, de acuerdo a las reglas.

Dijomé, con un rostro lastimoso -Adrasto, como ansió los días de mi infancia, todo me era dado, amor en demasía, cuidados, estudios, viajes, tantos que en la inconsciencia de la adolescencia, uno se revela con odio hacia esos seres humanos, que lo sacrifican todo por hacernos felices, es la única etapa donde en realidad se vive,  porque desconocemos la existencia de la vida.  La serena soledad del alma, invita al sueño último, verdadero; Un solo acto de voluntad y todo queda en el olvido en esa nada, a la cual nos dirigimos, sin atajos, abatiéndonos, acechándonos, rodeándonos, para luego apretarnos sin sorpresas que alegar, porque toda Ella, está anunciada desde el nacimiento, o quizás siga con nosotros después de la muerte, en esa peregrinación, la cual nos está vedada conocer, en esté breve transitar terrenal, sabemos, marcamos los sufrimientos, dolores.  Los momentos felices no los apreciamos y como si fuesen carbones ardientes le huimos.  Solo Dios sabe la verdad.

lunes, 16 de abril de 2012

MALEIWA DIOS DE LOS WUAYÚU

MAÁCHEE. Mi Abuela; Engendró a MAÁ, mi madre, la Tierra.
Cuando MAÁ, cumplió con el blanqueo, y se convirtió en la más bella Majayura; se vio adornada por inmensos bosques, hermosas flores, inconmensurables y colosos mares, enormes montañas, briosos ríos enamorados de la mar que corren raudamente en su búsqueda, para unírsele en una simbiosis donde se hacen y deshacen, con un amor enloquecido en ofuscada orgia de nunca acabar. Se hizo consciente de su nuevo estado y decidida estaba a unirse con uno de los dioses para poblarse de hijos con Almas.

MAÁCHE, le narro a MAÁ, que ELLA, era parte de una inmensa bola de fuego, que giraba sin descanso en el infinito espacio de un Caos enrrarrecido, donde sus partes abrasadas por un fuego díscolo, harto de poseer y ser poseído por tanta masa incandescente, se jurungueaba en frenética danza anárquica pujando por tratar de ser algo en ese vació lleno de energía. ¿Cuánto Tiempo? No existía, ni existe esté. Sin saber la razón, la Gran Masa incandescente explosiono, y ELLA anduvo vagando en errancia inconsciente, buscando un sostén para frenar y estabilizarse de ese desandar llena de soledad y oscuridad.

Se atropellaban las partes desprendidas de la Gran Masa, los choques las transformaban, deshacían en infinitas partículas, en gases que se hacían luminosos y que seguían girando con movimientos chaveteados, convirtiéndose en sombras negras cargadas de energía; anarquía energizada; soliloquio mudo, petrificado de sonidos sin rumbos, sin mensajes; angustioso vagar sin llegar a solidificase.

Al verse independizada y con la paciencia que siempre ha caracterizado a las abuelas, esperó que otra de las partes, mucho más grande que ella, y que igualmente se independizó de la Gran Masa, pero que continuó encendida, y con su poder magnético la abrasara, encausándola dentro de su órbita, tomándola bajo su tutela; de la misma manera otras masas de materia y gases quedaron bajo su influencia. Lentamente ella comenzó a enfriarse

-La soledad en la cual me encontraba era desesperante; un viajar constante donde todos nos observábamos con la rigidez del desconocimiento de vagar sin objetivo, sin fin- Sin embargo se dio de cuenta que lentamente, y aunque se encontraba casi ciega, porque a medida que la potente energía que emanaban de la gran masa, la cual era de dimensiones portentosas, ella se iba anegando debido a que se derretían las grandes masa de hielo, que como costras se le habían adherido a su superficie, viéndose obligada ella a orbitar a su alrededor, manteniéndose dentro de su influencia para no ser atropellada por las masas anarquizadas, que deambulaban en busca de ser acobijadas, por uno de los miles de universos paralelos que se encontraban en formación, ya en sus entrañas y por intuición presumía el camino que le esperaba recorrer puso como nombre a ese su salvador, KA’I, EL Sol.

Así comenzó a darse cuenta que el señor KA’I, su benefactor se ausentaba con regularidad precisa; luego que MAACHE lo orbitaba y en ese mismo momento cuando se introducía en una gran cueva, salía por el otro lado de la cueva otro señor, que a diferencia del Sol, a quien ella orbitaba, esté la orbitaba a ella como cortejándola; pero su alumbramiento era tenue, había lapsus donde escondía parte de cuerpo y otros donde se mostraba en toda su esplendidez, en ese espacio producía una luz acariciante que la envelecía y afectaba toda su configuración y los pensamientos se ofuscaban haciéndola sentir intranquila.

Ella sentía que la luz del señor KENNIA, le introducía en su interior muchas ganas de continuar en su tarea. De esta observación dedujo las duraciones de sus andares los cuales memorizó; así cuando aparecía el señor KA’I su cuerpo se intranquilizaba lacerado por sus potentes rayos, en cambio las luz de Kennia la adormecía haciéndola soñar; se decidió a darle nombres a esos periodos transitorios; el del Sol lo llamó Kai, día, pero en su entendimiento habíase grabado el hecho que la luz del sol crecía y menguaba, por lo que a cada etapa le dio nombres,; en el momento que ella veía que debía orbitar a Ka’i, sentía en su mente se hacía más vivaz, como despertando luego de descansar, sentía que bullían nuevas fuerzas a ese intervalo lo nombro como Wáttaa, mañana; cuando ella estaba en el centro en referencia a su salvador, la energía de Ka’i alcanzaba la máxima intensidad; lo llamo Kale’ves, mediodía; en la tarde que bajaba su densidad y se avenían otros señores invisibles que la refrescaban como preparándola para cuando apareciera Luna, le dio por nombre Alíuka, por la tarde; al de Kennia en toda su extensión bautizo como Ai-kat, noche, y sus diferentes decursos como Misatshi, crepúsculo; Kojóohiá, cuando la noche está nublada.

No sin alegría contemplaba como la calma y la cordura se iba adueñando de todos sus acompañantes, en esa inmensidad que al principio la aterraba, por lo díscolo y como cada uno de ellos buscaba su acomodo, sin molestar a los demás; cada cuerpo materializado, o en estado de gases le proporcionaba nuevas comodidades, a medida que se tranquilizaban; así, los que por las noches le hacían compañía, alumbrándola con ternura y jugueteado con su tintinear, los llamo Shüliwala, estrellas, y entre ella destacaba una por su belleza inigualable, a esta nombro OUMALA, Venus; otra que tiene muchos acompañantes JOUJOYA, Orión; de esa manera comenzaron a entenderse y ayudarse.

Sin embargo en un atardecer se dio de cuenta que el señor Kennia venía acompañado de una sombra que en ocasiones se ponía a llorar de alegría al verla a ella, derramando sobre su cuerpo virgen inmensas lágrimas que la anegaban. Decidió preguntarle al señor Kennia, luna, que es varón y hembra, cuál era el nombre y a que se dedicaba su acompañante; el señor luna le respondió.

-Majayura núbil, aun no entrada en blanqueo, mi acompañante se llama el señor JUYA, lluvia, ojo de la constelación del Boyero, estrella Arturo, que junto conmigo regiremos la fertilidad. Es inmensamente rico, él te pide en matrimonio, pero se hace necesaria tu transformación a través del blanqueo.

Cuando el señor Ka’i hizo su aparición en el espacio si fin, Maanche le dirigió la palabra y así se manifestó –Padre benefactor, en la oscura noche cuando la Sirumas, nubes, impiden a Kennia alumbrarme, una sombra llora a torrentes sobre mí, anegándome; inquirí a luna me dijese el nombre del forastero y sus pretensiones, él me respondió que se llama señor JUYA y que me desea en matrimonio. –Ha llegado tu destino- me respondió padre sol. –Kennia está destinado a interrumpir o impedir las menstruaciones de ti y tus hijas, las Majayura; evitar que luego de la perforación realizada por él, la sangre siga fluyendo, al cesar la regla; y esa sangre sea para alimentar el feto que se anidara en el vientre de las hembras. Por eso luna será padre, para los de tu raza, ese mandato se lo concederá el futuro Dios de la raza Guayuu y su nombre será MALEIWA.

Los Guayuu serán carne de sus madres y Kennia les aportara el Alma. Tú como la primigenia fertilizadora has de sufrir el mismo proceso. El señor Juyá es inmensamente rico en latencia, su dote es de un valor inconmensurable, pero sin ti no tiene valor alguno, aunasen y los dos engendraran los bosques, montañas, ríos, mares océanos, los animales de todas las especies, la fauna marina; por eso el tiempo de tu blanqueo ha de ser muy breve

De esa manera se hizo visible que de su vientre, aun estando inundada, pario a MAÁ, y Ella del suyo comenzó a engendrar la Vida de los animales, peces, de todo lo existente. En el primer parto produjo las especies marinas, manifestó las aves, los bosques, montañas; las aguas en sus diferentes estados ya existían. Por último hizo todos los animales dándoles Alma, pero sin aun ser completada en toda su dimensión y complejidad.

A los MOKOO, monos, les impregno astucia, valentía, sentimientos, en pequeños embriones para que fuesen desarrollados por los más perseverantes, así mismo los dotó de amor, compasión, virtudes que son la esencia en la vida para poder alcanzar la realización en un plano superior, y por consiguiente el entendimiento, interpretación, todas estas cualidades fueron otorgadas en un estado incipiente, casi imperceptible aun para ellos mismos, lo cual tenía como objetivo, el desarrollo de la constancia como elemento diferenciador y forjador de la voluntad, clave para diferenciar a unos de otros; la astucia como habilidad prodigada para la subsistencia; la capacidad de imitar los sonidos de los otros animales, peces, vientos, bosques, ríos, lluvias de todo lo que produce algún sonido por muy imperceptible que sea, para desarrollar la sensibilidad en el alma.
Uno solo de la especies de los Mokoo, en esta primera etapa evolutiva, a quien proveyó de estas facultades, logro por su constancia, necesidad, individualizarse, salirse del túnel y evolucionar. Él comprendió la importancia de poseer el Espíritu, que da el entendimiento, saber, creatividad, sentimientos. Esté Mokoo por los sonidos de los animales, en sus diferentes estados iniciales, grados de desarrollo, sagacidad, tenacidad, avidez comenzó a agruparlos, ordénalos, naciendo de esa manera una forma de comunicación, y comportamiento que les brindaba el máximo poder de interacción; expresarse mediante sonidos coordinadamente, mímicas que espaciaban a los ojos las realidades cotidianas; en un mirar que lentamente se iba haciendo ver, como el caminar de la tortuga flemáticamente, pero en seguridad del aprisionamiento que se va logrando, lo cual permite que ese aprendizaje se fije, ampliándose, dando origen a otras manifestaciones, ya producto de la contemplación o de la meditación, manifestando sus estados emocionales, deseos, pasiones; por eso MAÁ al darse de cuenta que ese Mokoo, no desperdiciaba las oportunidades para inventar, desarrollar, emplear herramientas que les permitieran vivir de manera eficiente, se fijó en él.

De igual manera observo que actuaba como palabrero, asimilando las enseñanzas de Juyá, lluvia, que cuando hace una fechoría se esmera en producir muchas lluvias que le permitan recoger animales, para poder resarcir a los familiares de los otros dioses del daño causado.



Maleiwa:
-De entre todos los MOKOOS, había evolucionado por mi constancia a no depender del azar, y labrar empeñosamente los caminos de una vida independiente, que condujera de forma convincente a la organización de lo existente, el ingenio fervoroso me abrió el ilimitado camino de vaticinar las conductas, o comportamientos de las otras especies, y la mía propia; en consideración a estas realidades se me hizo Dios, fue una elección libre de ellos, unánimemente aceptada por toda lo creado; Maáchee, Maá, Ka’i, Juyá, Kennia, y todos los demás dioses que se estaban organizando estuvieron de acuerdo.

Debía pues concentrarme, y crear a mi semejanza la raza de los GUAYUU. Por eso mi nombre es MALEIWA, que en nuestra lengua significa Dios. Nuestras tierras fueron prodigadas con un monumental desierto, fértiles montañas, montes, bosques, bendecidos con el verdor de la esperanza, y la encendida luz vivificante del rey Sol, murallas infranqueables para los álijunas, personas de otras razas.

Originé nuestra estirpe con la templanza de la misma MAÁ, y a todos los extremos de la rigidez de la Naturaleza. Por eso nunca se debe olvidar: ¡AYÁTÜSHI WYÚUIN PIÁ SÓUKAI! SIEMPRE SIGUES SIENDO GUAJIRO TODO EL TIEMPO-

MALEIWA: Os les voy a contar lo acontecido a partir de mi elección como guía espiritual de los Guayuu.

Convoque a todos los animales de la Creación en WOTKASAIN, tierra de la alta Guajira, que permanecían en el estado primitivo, siendo aun UCHÍI o WUCHÍI, sombras de formas indefinidas, sin haber sido terminados con sus cualidades interiores. En ese momento en los cielos infinitos del Universo la diosa JOLOTSÜ, Venus, se vistió con una KOTSÜ, diadema o corona, donde estaba adherido un vástago, soportando un rombo confeccionado con hilos de varios colores, y en su centro el ojo de Juyá, la lluvia, encima de él, un penacho de plumas de Guacamayo, y comenzó una YONNA, baile o danza Guajira, donde el KAASHA, tambora o instrumento de percusión de carácter ceremonioso, anidan todos los sonidos emitidos por los animales y los elementos de la naturaleza, en sus diferentes expresiones, que en percusión simbólica brotan para representar los estados emocionales de nuestra raza, exteriorizados a través de los movimientos de los danzantes, en misteriosas alucinaciones posesivas.

Les revelé lo que MAÁ me había manifestado “El Mundo está compuesto de un techo azul infinito, donde se albergan mundos paralelos, semejantes al nuestro; esa infinitud es toda energía; luego está MAÁ, que es sostenida por KAI Y Kennia, y dentro de MAÁ la gran cueva situada en POLOWI, todo lo existente está conectado a una fuente infinita de energía que es el AMOR Y LA COMPASIÓN,. La energía se encuentra en el vacío, en el espíritu y la conciencia, es el fondo y forma de la espiritualidad viva.

Ordené a los Guayuu en doce clanes, y a cada uno le fui dando un Tótem protector, dentro de nuestra esencia está el dejarle la autonomía de la voluntad a cada ser humano, para que construya su vida con plena libertad. Así, lo hice.

¡WUAYUNAIKI! Lengua de los Wayuu, les proporcione nuestra lengua, originada de todos los sonidos anidados en Maá

Jórchanteg: Personaje legendario de la etnia Guayuu, con carácter místico.

-Amanecía cuando llegó mi hermano Irunúu al pueblo, acompañado de varios Álijunas adultos, y de entre ellos un niño. Desde la pasmada cima que con fantástica ilusión fingía una fortaleza de espantos, podían apreciarse que las rústicos vehículos, vencían con extrema facilidad los intranquilos arenales, en su andar que semejan una volátil serpiente zigzagueando su cuerpo, como queriendo ser acariciadas por las oleadas despeinadas de las intranquilas arenas.

Con el mismo apresuramiento eran seguidos por extrañas sombras, que se acobijaban en una Luna menguante deseosa de ocultar con extrema rapidez su muriente luz, para no ser testigo del paso alevoso de las cajas metálicas, que en vulgares sonidos roñosos horadaban la pureza de la soledad, ataúd sin espacio determinado que sin saberlo alberga en ignorancia, un soliloquio entre la incertidumbre ignara de la duda existencial, almas desnudas que en pena vagan en buscan de posesionarse de nuevos cuerpos, en procura de continuar su ciclo de purificación, o quizás en la intuición que no hay realidad posible, que todo no deja de ser un gran señuelo sin fin.

Contó mi hermano menor lo acontecido, innecesario era. Cuatro lunas hacían, vi descender de los cielos enmantados de millones de luciérnagas que jugueteaban con la inocencia de no ser, en espera de poder lograr su plena libertad, aunque ese Ser signifique la muerte; una estrella fugaz que escapando de la cadena invisible de una orvitación sin tiempo, se hizo libre con la premura del condenado que se sabe muerto en vida y logra el ansiado escape; ¡Era exhalación de Irunúu! vida signada por el azaroso andar de una libertad prodigada por la casualidad sin dejar que actué el querer propio, como el abrojo que al desprenderse de la tutela de Maá queda sin vida, vagado sin descanso por las resecas tierras sin dejar la mínima huella de su paso.

Nació una noche cuando se desprendió una estrella del cielo, anunciado presagios, sorpresas, aventuras; envueltos por designios que se van haciendo como el tejer incansable de la orfebres arañas, hacedoras de las joyas que arropan las débiles carnes y órganos, para crearnos una sensación de protección, que pensamos es intemporal.

Seyuu, espíritu protector, en trace había emanado a mí alma, las visiones del percance vivido por mi hermano materno. Con la claridad de kei, la arrogante, esencial luz del Sol, y de entre las sombras Kenia, la inspiradora, sutil, modesta, meditativa, temida tenuidad, iluminación de la Luna que vislumbraban los sucesos en transformada recombinación.

MALEIWA, el gran Dios de todos los WAYUU, hijo de la Tierra, Esencia del Alma, Mente, Espíritu. Dador de la pureza absoluta del Ser Racional, Humano; Limpidez, Blancura prodigada con el nacimiento. Salientes capullos Vírgenes, que ven la luz sin contaminaciones, y al ir abriéndose tiene la libertad de ser lo que él desee, sin ataduras que provengan de Maleiwa, porque luego de crearnos nos deja libre como las brisas.

Habíame revelado la naturaleza de lo por venir. La presencia de Wanúluu, espíritu maligno, personificación de las potencias destructivas, desarmonía, desequilibrio, maldad, aparición que augura aniquilamiento, sin que se sepa, cuándo, cómo, ni por que. Wanúluu es misterio, enigma. Es Parte de Cada Ser Humano, olor de muerte, vientos pestilentes resollando, transpirando su hediondez sin poder penetrarlos en la tierra sagrada, que niegase a recibirlos en su seno.

Aullidos silentes que zumban, envolviéndose entre sombras fantasmales, que como avispas venenosas, acurrucasen semejando sogas peludas, colgantes, bailantes. Desenfreno febril, sin tener donde asirse, tormenta tortuosa de las almas en pena, que llenan el inframundo, esparcidos sin alojamientos, esperando el viaje ritual de la luz. Espíritus que una y otra vez, en sus transmigraciones nacientes, vividas, pasadas, han ansiado su nacimiento, para disfrutar del diario goce de la carne, de los placeres tránsfugos, que vuelan desbocadamente en un tiempo que deja de ser, como un viento peregrino que huye de sí mismo, sin darse la menor cuenta de su inconsistencia, en un mundo que a cada momento se transforma en una nada, para resurgir en ese ciclo inacabable, eterno únicamente para Él. Hoy ansiosas de dejar la negra oscuridad, en busca del descanso eterno en JEPIRA, Mansión de los Espíritus, donde la suprema quietud invita al descanso.

Hijos, Conciencia, voluntad, que se desvía para ser comida de Wanúluu. Así eran los álijunas que descendieron de los rústicos vehículos, marcanbasé en sus áureas Anúwana; rey Zamuro, ave agorera; Anákuai; vientos tenaces que vienen del oriente anunciando hambre, sed, sequia, desolación.

En sus labios se reflejaban Amákii, el lirio silvestre blanco, venenoso, que deslumbra por su blancura, y adormece para siempre el cuerpo y la mente. Giraba sin cesar con su risa silente, mimética, la vieja desgreñada, repulsiva Chaámaa.

¡Jórchanteg! Exclamo con alegría efusiva Irunúu. -Hermano, hijo primogénito de la misma madre. Que Maleiwa os proteja, de todos los peligros, y aumente tus facultades visionarias, curativas, dadivosas, orientadoras. Si me permitís deseo hablarte a solas, ruego comprendáis el atrevimiento de haber traído a nuestra aldea a los álijunas, sin haberte consultado previamente.

Ellos arrebataronle al paciente, tenaz, Wanúluu, la partida de mí alma, al mundo de la enrancia infinita sin paz, vagando en viaje que remontan los confines del caminar por callejuelas inexistentes, anarquizadas por figuras que no llegan a ser sombras, creyendo que lo son, sin saber que no lo son, quebradiza imaginación que se posesiona en los inexistentes espacios, que creemos presentir en alucinaciones que crecen, menguan con extenuación abdicante abejorrando silentemente el horadado silencio de la inexistencia. Aprehendidas en ese estado de incertidumbre, suspensión, entre la nada y el querer volver a ser. Presentimiento, reminiscencia que algo fue. Buscando la redención para volver a ser alojado en un nuevo Ser, y languidecen como las caprichosas nubes, los indetenibles zumbidos, que vagan sin espacio, carentes de un objetivo sabido, perforando la soledad que asemeja a lo que se piensa pero que cuando se desea huye inaudiblemente postrándose agrietadamente con aberración facinerosa.

A uno de ellos lo he hecho hermano, nuestra sangre hemos unido a través de nuestros ritos, que impone la sabiduría de la costumbre. Un acontecer del ciego destino, indujo mi corazón en latencia acelerada por agradecimiento, a concederle ese honor sagrado. De no haber sido por él, en estos momentos fuera huésped de Malinot, vagando por la tierra guajira con los Yolujaa fantasmales, de nuestros parientes fallecidos, que no han logrado los ciclos de purificación, para poder esparcirse en la eterna tranquilidad, de la Estancia Albergar de los Difuntos, en su cueva enclavada en la mar desafiándole su furica arrogancia.

Consciente estoy que el alma sufre el castigo de nuestras faltas, gime en eterna letanía en la prisión carnal. En su fondo yace, que es el cuerpo. La voluntad de Maleiwa es que vayamos deshaciéndose, encogiéndonos, arrugándonos lentamente, para descansar definitivamente en los palacios subterráneos de JEPIRA, luego de transcurrir una vida noble, útil-

-Irunúu, demasiado has hablado para decirme algo ya conocido, revelado por Maleiwa. Esa tranquilidad anhelada por todos los Wayuu, solo se logra cuando las efigies terrestre, las potencias de quienes contemplan con sus ojos la inmaterial, la sublime belleza de la vida que emana de crear, no del destruir. Es necesario penetra en la energía de lo positivo, dominando los pensamiento, que solo busca una inmediatez fugaz, que rebosa los sentidos, y como tal su duración es efímera y luego dolorosa.

Hace cuatro lunas tuve una revelación. Desde los Infinitos Cielos, se desprendió un meteorito o estrella cansada ya de su aprisionamiento eterno, al entrar en los espacios terrestres no se deshizo, fuego se hizo, con devoradora ansias de exterminar los cardonales, animales, como si fuera Jamu, el hambre que hace soltar los más bajos instintos, su presencia prolongada fealdad, monstruosidad atroz, que desata los demonios más hostiles.

Lo sucedido, solo es el preámbulo de lo por venir. El destino nos conducirá a grandes calamidades, las aves de rapiña saciadas en demasía serán, su hambre eterna por la carroña les serán indiferentes, putrefactos los cuerpos se apilaran, sin siquiera tener la desdicha de ser estragados, despedazados, sus hedores infernales se espaciaran por toda la Nación Guajira.

Si nuestros ancestros fueron imbatibles, inexpugnables para los conquistadores españoles, impenetrables para los colonizadores, manteniendo puras nuestras creencias, mitos, leyendas, costumbres, en las constantes acechanzas que prodigaban con malévolo ensañamiento. Nosotros sus descendientes, hemos podido mantenerlas en vigencia durante cientos de años, con garras como las de Ka’laira, el tigre con atributos sobrenaturales. Ahora en tan aciagos momentos, los duendes maléficos de Wanúluu conspiran con los álijunas, y sin pelear como los guerreros Wayuu, que durante cientos de años han ofrendado su vida, fortuna, familias, en aras de permanecer libres, fuera de toda sumisión.

Hoy en día como la peste invisible que se esparcía salazmente, prepotente; los polvos blancos que hacen delirar hasta la muerte, el aguardiente adormecedor de la mente, como si fluyera como los gusanos, en frenética reproducción sobre los inertes cadáveres, y batiéndose con las brisas nos guían a sueños incontrolables, fuera de toda razón, conduciéndonos por sendas esclavizantés, ahogantes, se han apoderado de nuestra Nación Guajira, es la codicia, el ser rico sin trabajar, embarrarse en la mediocridad, tal como una rana que se introduce en un jagüey barroso y en su lodo alcanzan la felicidad. Se olvidan que ya en el presente, que siempre lo es, los odios surgen como un remolino de Eká’iée, el apetito que no tiene fin, y en esa infinitud por las riquezas fáciles, desidia, dejadez inmutable de dejarse guiar como rebaños, surgirá el caos como en los arenales de los médanos, que deambula en nuestras desérticas tierras, sin caminos, ni fin, yendo, viniendo.

Castigo de Maleiwa es la sequedad de nuestras tierras, por habernos postrados en el abandono, luego del despojo cómplice de nuestras tierras fértiles; conducta que raya en la mendicidad dadivosa, en dejarnos esclavizar colectivamente con una sumisión degradante ¿Qué somos ahora? Objetos, no seres humanos, la absorción de nuestros valores ancestrales, costumbres, ritos, mitos, por la agotada, licenciosa, corrompida cultura Occidental. La ociosidad, astucia envenenada del pedigüeño, el mendigar institucionalizado de nuestro pueblo, por los politiqueros de turno, la explotación esclavizantés de los grandes comerciantes guayus, y extranjeros, en los comercios ilícitos, en la buhonería organizada, la utilización de nuestros jóvenes en el sicariato, nuestras mujeres, niñas, niños, prostituidos, vendidos como animales.

La esencia del problema, es que hemos convertido a nuestras tierras en albergues provisionales, escondrijos, sin el amor que debe prodigar todo humano por la tierra donde nacemos, y que nos identifica, nos une a través del renacer de su espíritu; nos hemos dado por vencidos, antes de iniciar una verdadera batalla por el desarrollo como Nación, como pueblo con un mismo origen; nos conformamos con los desperdicios.

Más de doscientos años, y los álijunas nos continúan paralizando con infinitos proyectos, con parapeticos espejitos, tan igual como lo quisieron hacer los españoles, y nuestros ancestros lucharon sin cansancio, sin tregua, contra los conquistadores y colonizadores.

¿Acaso Irunúu, eres ciego? O, has sido embriagado en permanente muerte, alucinado por los errantes demonios de la inconsciencia ¿Te han vencido los deseos frívolos, las fantasías Motsha, negras como los escondrijos de los reptiles venenosos, que rondan la irreflexión? En la aldea permanecerá el adolescente, turbante como la espesa neblina, de las sierras frías de Saamatui. Has dado tu palabra, pero nos deshonras con tu proceder, ciento ochenta lunas, estará entre nosotros, trataremos de revertir su innata maldad, odio a sí mismo, y a todo lo viviente, cumplida la última, envía por él. Tú has desaparecido como la estrella fugaz, te has evaporizado de mi corazón-

Irunúu, quedose paralizado como el bejuco cortado del árbol, para friccionar y dar la llama del fuego, sin la paciencia que ameritaban el análisis de las sabias palabras de Jórchanteg, en incendio irracional, escapándosele el alma, ya poseída por Wanúluu a través de sus duendes malignos, Pulói, bronco furor del trueno, gritos espeluznantes para extraviar, enloquecer, en los caminos ya perdidos; con los vientos aullantes en los cerros, para envolver los espíritus malignos, y guiarlos a la morada de Malinot. Dijole a su hermano.

– ¡Ciento veinte años tienes! En la Sienes, en la Mente, en el subconsciente. Legendario es tu nombre, innumerables hazañas se cuentan de tu vida. Torturante debe ser recordar los infinitos minutos que has vivido, infancia, adolescencia, madurez, vejez, tragedias, felicidades, deseos ignorados, ocurridos. Has visto morir a todos tus ascendientes, y gran parte de los descendientes. Siempre en la espera estática de ese final que niegase a hacertesé realidad. ¡Nací en noche funesta! pero no por ello, he de ser fatídico y dejar de vivir.

¿Acaso Maleiwa, no es tan arbitrario, vanidoso, egoísta? Tan igual a la Pléyada de dioses, que el ser humano en todos los tiempos no se ha cansado de crear, recrear. Están en cada uno de nosotros, es la esencia primigenia, oculta como la carne en el caparazón de las grandes tortugas, del inmenso, brioso mar, escondido en las imágenes alucinantes que emergen en las grandes sombras, que fluyen y refluyen sin agotarse en milenios de años.

Los hacedores del mundo por Infinitos tiempos han cabalgado en mulas mohínas, a paso, a trote, alebrestados, enfurecidos. En sus Sienes, miles, millones de Meichones, abejitas, que el ojo humano casi no llega a ver, tejiendo el Cacure para hacer en bulliciosa algarabías silentes, la dulce miel, la más pura para embardunarse lujuriosamente con ella, y en los caminos emboscar, desorientar, conjurar las mentes de los humanos, para bifurcarlas, torcerlas, estrujarlas, desviarlas, virarlas, en un juego que atrevidamente, intrépidamente, iniciamos sin habernos consultado si queríamos participar en ese azaroso vivir mendigante, lleno de ciénagas infestadas de ceguedades, injusticias, atropellos, donde se sobrevive laberínticamente, bajo la tutela de la caprichosa casualidad.

¡Sí! consciente estoy que fui traído a esté mundo en día lúgubre. Con el señuelo adormecedor de vivir sin vivir, para luego vivir, sin saber a certitud que vida es la vivida en la Morada de Jepira, Mansión de los Espíritus. Suprema Quietud, montaña despoblada de árboles, purificada por Maleiwa, haciéndola emerger en medio de la mar, para que en eterna paz las almas se albergaran en la estancia Sagrada, con los placenteros sonidos de los instrumentos de la música Guayuu, que en notas inspiradas por las placidez de los arrullos del mar, de las infinitas especies animales que para expresarse exhalan sus sonidos comunicativos sin la ufanía, insolencia tunante de los humanos, los silbidos encendidos de los perseverantes, alocados vientos, descargándose de Maasi, la flauta guajira.

A verdad cierta, nadie ha salido nunca de ella, luego que ha penetrado en sus interiores. Vivir con el acoso permanente de ser futuro huésped en Malinot, donde habita el espíritu maligno Wanúluu, entre los lacerantes Manna, abrojos espinosos y la permanente Motsiila, la negritud abrazante, sin dejar de martirizar con ruidos que brotan en discordantes sonidos, martillando sobre las maldades cometidas en vida, espíritus que se escurre en la oscuridad tronante sin dar resuello, en incansable salir bajo las tenebrosas noches sin luz, buscando en quien reencarnar, escudriñando una nueva oportunidad, sin tener conciencia en esa transmigración; de los daños, errores, crímenes, ocurrenciasdos; orígenes de sus castigos. Almas errantes, pecadoras, engañadas, confundidas, por los mismos dioses malignos, violadoras de los preceptos ancestrales, guiados por Yolujaa, duendes que no hacen sino entrampar, para disfrutar de las caídas.

¡Tú eres un Poláshii! un ser intocable, prodigioso, con poderes sobrenaturales, que te basta a ti mismo; Yo, hermano me conformo con ser, lo que soy, una estrella fugaz, un pasajero más en este mundo, pero dispuesto a vivir de acuerdo a las realidades diarias, sin esperar el caprichoso por venir. Sin pensar donde estoy, ni donde estaba, porque sería como querer ubicar, lo que no ha llegado, o localizar al soñador en las propias correrías de su sueño. Prefiero el Kojósü, la leche cuajada, a Jamú, el genio maligno del hambre, que está en todas partes, siempre en acecho para destruir la existencia. Tu orden será cumplida, en el término que has establecido. Deseo que Maleiwa te proteja, y todos los espíritus de tu sabiduría, sigan girando en tu aurea, para bien de nuestro pueblo-

Jórchanteg -Irunúu, gotean tus palabras, contaminadas por los gusanos que van carcomiendo el entendimiento, dejándose escapar como la supuraciones, que presagian el triunfo infeccioso de una herida, en trance final de apoderarse del objetivo infestado, para ya no dejar que el juicio guiado por las percepciones del alma, sean las hachas encendidas, que alumbren los amplios caminos de la virtud.

Chorreas la especiosa hediondez de su naturaleza, por orificios trabajados en una Kala’pua, totuma forjada, agujereada con sus aguijones por las fieras avispas negras, de los enormes Cacures que las albergan, y hacen aventar la tierra con tetas redondas, duras, como los bellos senos vírgenes de una Joven Majayüt, púber, núbil, luego de salir del blanqueo, donde el aislamiento, los canto, cuitas de sus ancestros posesionados en las oscuridad permanente, de la ergástula acrisolada hacedora de una nueva vida, forjada en un simbolismo representativo del claustro materno la conducen al vientre de la madre, para purificarla, y enfrentar el nacimiento de una etapa de fertilidad. Hablas con palabras, que no son aguas de los puros manantiales de Oúlichii, en las sagradas tierras de Jarara, bendecidos por el mismo Maleiwa, donde sus cristalinos, perlinos líquidos, purifican las almas antes de entrar a la gran Morada de Jepira; Tus pensamientos son manchas, chorreando en un cauce de un rio seco, sin corazón, ni juicio, engañándote, falseando, como si fueras el tunante, alardeador Shokóto, impostor, simulador, en su esencia misma.

Cuando ya no se respeta, la conformación de lo que existe, lo establecido por costumbre, ley o radicación. Lo que se practica dentro de nuestra cultura. Actos, juicios, normas que sigue la gran nación Guajira; es porque te has convertido en un álijuna, excavando bajo la tierra un embudo, para esconderte y atrapar la presa, sin tener importancia quien sea está.

Como Jórchanteg soy conocido, en la inmensidad de la nación Guajira, mi fama no es un prodigio; es dadiva salida de las profundidades de Máa, la tierra donde habita, en conciencia y tranquilidad de la obra labrada, el gran Dios Maleiwa, sin refrenarnos, castigarnos, amenazarnos, imponernos preceptos de forjado cumplimiento, ni anunciándonos horripilantes castigos. Sin ritos de invención humana, para verse obligado a recordar, que somos parte viajante de un Todo Eterno. Que no somos almas robóticas albergadas en sus entrañas, una monotonía sin la alegría de los rosales a cada amanecer.

Hemos sido creados por el hijo primogénito de MÁA, ¡Madre! ¡Tierra! Origen de toda vida, albergue de la vida y la muerte, receptora impávida, silenciosa, cofre de pandora de cada ser humano. Ella sobrevivió al Caos Primigenio, se formo, pario a todos los Dioses, para que fuesen guías, pero de acuerdo a nuestra voluntad, somos sus semejantes; su existencia por su naturaleza misma es eterna, en una relatividad que es la duración de nuestra permanencia limitada. Maleiwa nos forjo, a cambio de nada. Wanúluu, los Pulói, representación del mal, que conviven en esos lugares inaccesibles, sitios donde las cosas desaparecen, su existencia no está fuera de nosotros, somos ellos si queremos serlo, están agazapados en los aconteceres diarios, provocándonos con espejismo, que van reflejando una vida engañosa. Los albergues malignos no son entes abstractos, son los hechos que nos van absorbiendo con oropeles fantasmagóricos de sus entrañas, en un caminar que vemos lento en las primera etapas del andar. Nos vamos estructurando sin el menor esfuerzo.

Maleiwa determino el proceso mágico de hacernos. Pero a partir de ahí, nos lego los caminos que nosotros marcamos, al darnos una mente absolutamente sin contaminaciones exteriores, ni interiores, sin especulaciones interpretativas, filosóficas, teológicas, dogmaticas.

Lo que somos es nuestra voluntad, no la de ningún Dios. Para ellos no pueden existir elegidos, sería ir contra su misma naturaleza de Equidad, Igualdad, Libertad. Todo lo demás son creaciones humanas, que siempre y cuando, no atenten contra la esencia, deben ser respetada.

No le es dado a ser humano alguno apropiarse, hacer códigos, normas, para someter a sus creencias a las otras personas. Para ello se valen de miles de artilugios, artificios, fabricando secretos legados por el Dios, a unos pocos. Solo son percepciones, captaciones, interpretaciones, imaginaciones, creencias de haber recibido de manera directa, seleccionado la palabra del Dios en el cual se cree, y tienen como el único existente.

Nunca, Dios alguno se ha manifestado a través del verbo salido de su boca, menos aun con la escritura. Las religiones monoteístas, El Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, se originan de una misma raíz, que se fundamenta en las palabras de los patriarcas Judíos transmitidas a sus profetas y condesada en gran libro, conocido como el viejo Testamento, luego esté interpretado de acuerdo a los intereses de cada grupo religioso, ha sido el caldo de cultivo para la esclavización de sus adeptos.

Cada ser humano es dueño de profesar lo que desee, pero eso no le otorga derecho alguno, a tratar de imponerle sus creencias, ideas, simbolismos, a otro ser humano, mucho menos a través de la fuerza; Y en este caso no me refiero únicamente a las que se consideran como religiones, por que tan dogmaticos, abrazantes, prepotentes, son los sistemas económicos, políticos, como las mismas religiones, más aun cuando se anidan en una alianza, donde se integran de tal manera, que se hace imposible saber, que es lo uno u otro

Cada persona hace la representación de los hechos vividos, relatados, leídos, los guarda en el mundo infinito de la mente, ellos adquieren su independencia, crean su propia existencia y a partir de ese momento, se manifiestan de acuerdo a su querencia, no distorsionándolos sino sencillamente expresándose. Las percepciones recibidas en un mismo instante, por diferentes personas, tienen captaciones, connotaciones propias, tanto, como es imposible conseguir dos retinas que sean iguales, ni tan siquiera la de los dos ojos de una misma persona. Pero lo más preocupante es el verbo o la palabra no dicha, expresada, la predisposición innata en los humanos a importarle poco, o nada, la diferencia entre una verdad o falsedad, porque quien parte de la necesidad de conocer un secreto, o misterio, aun no siéndolo, se imbuye en tronante desasosiego. Lo único real es encontrarlo, ve lo que se desea, piensa lo que se quiere, la consecuencia es envenenamiento atosigado, arribada a la querencia de lo que hemos buscado.

Maleiwa es nuestro hacedor, pero como cual Orfebre Mágico, terminada la joya, se debe dejar que haga su existencia. Neutro, sin preferencial bando. ¿Encuéntresele alguna razón? el invocar a un Dios, para Matar en su nombre, bien sea por imponer, lo que ellos interpretan como su voluntad, o cualquier otra nimiedad. Nuestro Dios, ni es, lo que para unos es bueno, y para otros malos, no tiene contraparte. No es dualidad. Sencillamente es Dios. ÉL, es uno Solo, con diferentes historias inventadas por los seres humanos. Es a nosotros a quien nos corresponde elegir.

Maleiwa no nos lego plegarias ¿Para Qué? La mejor plegaria es el Amor, la Compasión, virtud. Él no creo seres arquetipales, el ser humano no es estándar, la mente es tan profunda como los Siete Universos Gemelos, y los miles de planetas que nos acompañan silenciosamente, quizás observándonos o sorprendidos de nuestra orgullo ignorante que con premura dislocada nos acecha encegueciéndonos en un laberinto que tratamos de superar desde afuera, cundo su salida está en nuestra interioridad.

Hay que dejar que fluyan, que convivan paralelamente sin dañarse, pero igualmente sin confundirse porque su paralelismo es como la misma existencia humana, que nos permite vivir al mismo tiempo diferente vida. Cada cultura forja sus mitos, son manifestación de percepciones naturales, y culturales. Desde el descubrimiento se nos ha atosigado con creencias manejadas desde los más remotos tiempos, legados culturales de otras naciones, verdades para ellos, manipulaciones para nosotros.

Loa mitos, las leyendas, las tradiciones son el oasis para saciar una sed, que busca cada ser humano dentro de su contexto, para excrementar a esa lombriz de transparentes euforias, que insaciablemente arremete con la voracidad que la caracteriza, pero que tiene un único fin, Ser, lo que se es, no todos tienen esa oportunidad. Nuestras únicas guerras, tuvieron su origen en la defensa de lo que nos fue legado por Maleiwa, Nuestro Territorio; La Libertad del Alma, y el Cuerpo. Todas las culturas son patrimonio del ser humano, de ellas debe extraerse lo verdaderamente positivo, y eso corresponde a cada uno de los humanos, no por imposiciones, nada es absolutamente positivo, ni totalmente negativo, a cada quién le es libre determinarlo.

Pero se hace necesario que cada cultura para sobrevivir, se esmere en transmitir los legados. Esa es la razón suficiente, para que dentro de una formación integral, humanística, universal, se dé prioridad en la primera formación, de los valores propios. En los actuales momentos, realmente no se sabe a ciencia cierta, cual es el objetivo de la educación, no únicamente entre nosotros, más agudamente se aprecia en otras culturas, que siempre habían servido como ejemplos. Todo tiene su raíz, a veces tan vistosa que pasa desapercibida, o sencillamente nos hacemos cómplices, porque pensamos que no es nuestro problema, que ello no nos afecta. Cuando se reacciona el cáncer es de tal magnitud, que prácticamente es inevitable derrotarlo.

Tú elegiste, se respeta la elección, lo que desapruebo es el rumbo torcido, escabroso, sin valores, dentro de cualquier civilización. Ja’ aliá piá stúma ee Akumüjüin sa’alain, “Ten Cuidado Con Las Falsedades”

Nunca olvides que todo lo que llevas encima es prestado: el lenguaje, vestido, costumbres, estada en la tierra-

Se retiró Irunúu, en las fogosas, blindadas, camionetas. La tristeza de Jórchanteg, se confundía con el constante silbido del suave viento, que en esas horas matutinas cede en su caminar como para darse un breve descanso, y dejar que en las mentes, surjan los recuerdos que hacen sonreír el alma, recreando sentimientos pretéritos, luces que nos acompañan hasta nuestro último suspiro, en el rebobinar final del viaje ya realizado, viajando a la subjetividad de la mente, dueña absoluta, verdadera, omnipotente, éxtasis alfombrada, que tenemos alojado en la mente, rebosante de virginidad en nuestra vejez, hermosos jardines con flores que nunca se marchitan, porque nunca fueron vividas en su realidad, sino en mundos interiores que nunca revelamos.

Universo propio de los Guayuu que viven bajo la tutela de su propio Ser, en una pureza del alma sin permitir las arrogantes influencias depredadoras del hacer cotidiano, veneno que horada frenéticamente como los caminos infestos transitados en enloquecedor andar de los álijunas; seres excepcionales son los Guayuu, que desde su nacimiento comprenden la esterilidad de un Ser falso, aparente, que se mimetiza segundo a segundo, entre hierbales secos, fingiendo, aguándose, en una tormenta que solo cesa con la muerte, buscando todas las posibilidades que pudieron ser, si al destino arrogante lo hubiésemos ignorado, o los dioses enculatados en los anos de las hordas de Zopilotes, no fuesen ultrajados con pomposos simbolismo, filosofías que se desmadejan, en un circulo desinfinito, para a la final no expresar sino sus intereses.

El Paraíso que buscamos existió, fue antes de que comenzaran los humanos a idear las formas de dominio, de control de las vidas, de lo más, para beneficio propio, creando normas de todo tipo a su antojo, otros conquistándolos. ¿Cuántos dioses han existido? ¿Cuántos faltan por existir? Porque los nuevos métodos en su esencia siguen sin alteración.

¿Acaso no son dioses? Los sistemas económicos en sus diferentes manifestaciones, las ideologías políticas, religiosas. Todos encierran en sus entrañas, los tentáculos arponaos que se adhieren en las mentes; Codicia, Ambición, Esclavización, Megalomanía, Egocentrismo. En apariencia muy sutiles son, diferentes, la tecnología no es la culpable, somos nosotros porque la hemos empleado como medio sofisticado para ejercer una esclavitud invisible, pero más atroz, deshumanizada que la trata de humanos, porque ella era hecha sin sublimidad, sin esconder la barbarie, crueldad. Búsquese el fondo, el final del túnel.

Jórchanteg:

-¡Kulami’a, amor, diosa, Majayura! Que vives eternamente en tu encierro purificador, sin que te acaricien los suaves vientos de Joójotshi, que en su peregrinar del Oeste vienense serenos, luego de las lluvias que han caído en Occidente, neblineados con sus rocíos, acariciándoos los rostros de los enamorados, como si se posaran con la delicadeza de las multicolores Julírüs, las mariposas aleteando sin cesar con sus transparentes alitas, los cantos inaudibles de su despertar, festivo. Dejándose que en sus cuerpos, las briznas condesadas en gotitas como blancalinas, mielinas, cristalinas, de las altas cimas de las montañas, encréspese con sus invisibles cuerpecillos, frágiles, fugaz, como los penetrantes olores, de los perfumados follajes arbolares, florales.

Con los cantos alegres de los inocentes pajarillos, besándose sin cesar con su tenue, delicado, picotearse. Y te abrase la vivificante claridad de el bello atardecer impregnado de la naciente melancolía que con su tristeza en la profundidad del alma busca salir del encierro apático donde la hemos postrado, olvidado, cuando el dios Ka’i, astro eterno, día en claridad posesionanté, iluminante, abre sus vastas alas que arropan el mundo, para que sus esclavizantés rayos de luz, como cascadas renacientes que se sumergen en las profundidades de su palacio terrenal, allá en la bendecida Jarara, haciendo fluir en tus ojos el néctar multicolor, que desprendiese como la miel del deseo del amar, en ese despedir sin irse, bajando a las profundidades de MÁA, para atravesar su corazón, en esa infinitud que se repite sin cesar, como la flecha que con su hierro, aun hirviendo penetra en el corazón.

Solo una vez te vi. Metamorfeado estaba, por Maleiwa, en Naái, el gavilán colorado que en su cuerpo acobija la sangre del caliente Ka’i. Vine desde los lejanos Saamatui, las regiones frías, heladas, atravesé el tenebroso mar, en ellas fui apresado; mediantes preses, conjuros maléficos, por las Poulaa, serpientes venenosas, que enviadas por Wanúluu, desde Poulapai, donde moran, alimentándose de los caminantes extraviados. Juyá, que con sus gritos espeluznante, estruendosos, en los inviernos genera la lluvia benefactora, detractora, las precipitaciones pluviales, dando abundancia o trayendo miserias, afortunadas cosechas, o inundándolo todo con su furia ahogando a la gran MÁA, y todo lo viviente. Que con su enojo en los veranos, hace relinchar de dolor, a los seres creados por Maleiwa, en un desesperar quemante, sequedad que se despliega con letal furia, cual fuese el mismo fuego adueñado de toda la creación.

Luche contra todos ellos. Con mis garras divinizadas por el magno Dios, filetea a las serpientes en miles de pedazos, convirtiéndose en gusanos, lombrices. Juyá abandono su demencia. Conmoviendo todo lo existente, el bronco fragor del trueno, que precede al temible rayo, anuncio del enojo de Maleiwa, por el desobedecimiento de los otros dioses, a su autoridad suprema.

¡Con mis poderosas alas levante el vuelo! hasta llegar a las mismas Pléyadas donde habitan las estaciones del tiempo; Tomé el rumbo de las desérticas tierras, acompañado de sus caminantes médanos; hasta arribar a tu cuarto de blanqueo. Acariciasteis mi plumaje, todo tu ser estaba posesionado por Maítuusu, la deidad de la paz, bonanza, quietud, guiaba tu hacer, como si previera que ese encuentro me convertiría en el hombre, que aun mantiene su amor inmaculadamente, virginalmente, en los recodos de esa aspirar que rueda sin cesar, mientras poseemos la grandeza del poder respirar-

Cuando llegaron al caserío, dejaba de ser noche, dos días con sus noches se hacían inescrutables en ese torbellino que hace su escondrijo en la mente sin saberse el porqué, como la vida misma del no saber, ese nunca que corre y no termina de cumplirse y cuando lo hace es a través de ese azar que nos toma de improviso llevándonos al rompimiento de la lineal monotonía.

Así mismo con la mente sin prefijación de la misma casualidad galopaba a su echansas y en desafuero ilusorio como el mismo nacimiento que no terminamos de saber si es una realidad o un desafuero de de un querer sin tener la mínima provalidad de enterrarnos que somos y a que juego estamos sometidos. Aveniente en silenciosa andar los sonidos mal olientes que elocuentemente y dentro de las farras bulliciosas los cuatro por cuatro, escarabajos metálicos imponentes, venciendo sin esfuerzo alguno los médanos.

Inmensidad de espacio desértico rojizo, algunos cujíes, cardones, separados por grandes distancia como si desearan no ser perturbados, únicamente por la voz del viento. Casas forradas, forjadas, de la misma tierra, sobresaliendo de ella, para esquivar, desviar, mitigar la oleosidad incansable de un aparecer insondable, oculto en la finitud de algún dios hacedor, enigmático, escondido en ese territorio lleno de contrastes, inmensos desiertos donde la bravura de los vientos, viajeros incansables que deambulan los confines, penetrando en su errante marcha todos los intersticios de lo oculto y visible.

Viajar constante de ese arenal anárquico, incontrolable que se entrecruzan al igual que la infinidad de pensamientos que ahogan ese el deshacer de la vida, enmarañada en un combate sin tregua, ni acabar. Mar con su seno alfombrado, con los Spüna, caminos de los Yolujas, sombras profundas y permanentes donde se esconden los enigmas; Epítsü, Cerro La Teta, símbolo de la tierra Guajira, Un Pequeño Excremento de Maleiwa Sobre la Tierra. La errante búsqueda, peregrina del significado de lo que somos que nos va llevando a un túnel que se hace interminable, lagrimas que nos sobresaltan en la inconsciencia.

-“Yo, se quien es mi madre”- Le dijo un anochecer, Ulépala el joven Guayuu que habían designado, para guiar a Tedzio, el protegido del álijuna que había salvado de la muerte a Irunúu, al cual habían hospedado en el caserío, en prevención de las retaliaciones que pudiesen tomar los familiares, amigos, compinches, de los muertos.

Ulépala se le tenía por el natural sucesor de Jórchanteg, su educación superior la había realizado en la Universidad del Zulia; luego de haber sido guiado su aprendizaje del idioma Guayuu, de las costumbres, mitos, leyendas, virtudes, lealtad, paradigma esencial de los asentimientos, sentimientos de la raza; haceres habituales, faenas del campo, ordeño, recolectar las diferentes mieles de las abejas, secretos que se conjugan entre ellas y los Guayuu, en una interminable armonía, sin romper el respeto que se merece todo lo viviente, domar, jinetear, los briosos caballos en las grandes estepas arenosas, que con su inclemencia pareciera azuzar a los equinos, para mantener su furia salvaje; la selección y utilización de las plantas para la curación de las enfermedades; cazar, utilizar el arco con sus flechas para cada tipo de cacería, las armas de fuego. Todo esté conocimiento inculcado en su primera adolescencia, por los ancianos, y el mismo Jórchanteg, quién le profesaba una gran admiración por su recto proceder, inteligencia, audacia, y sentimientos.

Habían terminado las faenas del campo, e imponiansé pasar la noche en cacería de vela, donde los grandes animales, danta, venados, matacanes, jabalíes, báquiros, tigres, veniansé en sigilosa obligación, a penetrar en los escasos manantiales, que emanaban de las profundidades de las montañas, por ser la época de verano, escaseando con monstruosidad, altaneraría, rencor, el agua en las asoladas tierras, con inclemencia arruinanté, alucinante, desnudándola, chamusqueandola, como si deseara tostarla, desmoronarla, con expresiva agresividad. Y en el día ojear, para sorprender a los conejos, pájaros, picures, lapas, lagartos, paujiles, guacharacas, pavitas, palomas, perdices, cachicamos, ardillas, zarigüeyas.

Para la casería de los animales, utilizaban el arco, y la flecha, manteniendo la tradición, y demostrando el valor de cada uno de los participantes. En las muñecas de sus brazos, los Japükiitu’u, brazaletes de cuero, adornados con pequeñas borlas multicolores, amarrados con cordoncillos tejidos, sin embargo, en sus cinturas algunos tenían atados una Kánnía, cinturón, donde llevababan las balas de sus fusiles treinta-treinta, Winchester, estos adosados a sus espaldas, con una correa que les cruzaba el pecho, amartillándose en descanso preventivo en sus hombros. Utilizando como única vestimenta un Wusí o Aichee, guayuco, cubriéndoles su órgano sexual, por detrás un tapa rabo; Sus cuerpos completamente al descubierto, reflejaban la dureza de sus miembros corporales, dejando apreciar la carencia de vellos; contrastando, con las frondosidad de su negras cabelleras, llegándoles hasta sus hombros.

En la Utópica imaginería urdida, circular, infinita, que tejía la mente de Maleiwa; Ulépala destacaba entre todos las sombras, por su belleza imaginada, en esas puntadas donde acrisolaba la figura exterior que debía dar al primer Ser sin premura, sin tiempo que encadene, espacio infinito donde la existencia no tiene fin, transmutándose en energía para no dejar de serlo, realizar lo que su mente sin los tormentos del hacer, por obligación o necesidad avasalla, en otras etapas de su andar al dios.

Maleiwa, había sido parte de lo creado por la Diosa Máa, la Tierra. En simultaneidad orfebreríl de las materias candecentes que orbitaba sin sentido de sí misma, en ese buscar del desconocimiento de la existencia que mengua hasta en los mismos dioses, que por millones de años han vagado buscando un Hacerse. Ka’i, el Sol. Kashi, la Luna, que puede ser varón-hembra, por que influye de muchas maneras en ambos sexos y siente igual que la hembra y el varón. Juyá, la lluvia, sin acción de crear existencia por sí sola, conscientes estaban de la a la labor que debían emprender.

Estos dioses de alguna manera se habían anarquizado. Máa anegada de tanta lluvia enviada por Juyá, hacía correr las aguas que se empozaban en su seno hacía Jorrottuy, la cueva infinita que atraviesa la tierra de sur a norte, por debajo de PALANATAI, dios del Mar; camino seguido en su transitar por Ka’i y Kashi, para conducirlos a la otra parte de la Tierra, en ciclos interminables, aprovechando este interviú para descansar por breves momentos en la cueva sagrada, cordón umbilical de Maá.

Decidido estaba Maleiwa a terminar su obra de la Creación Humana. En la primera generación accionó los dioses portentosos, autosuficientes, ya existentes obra de MAACHE, la gran abuela. Ya Juyá había fertilizado a Maá. KAÍ, a Joutaí, el Viento; Weinsni o AKALIA el Tiempo; Jemai, el Frio.
KAI, a SHÜLIWALA, las estrellas; OUMALA, Venus; JOUJOYA, Orión; PULOWI, la sequia; AKALIA, el tiempo; SHÜLI’WOOIÜIÁ, el cielo estrellado. MAÁ, formo las plantas, dependiendo de los dioses autónomos; En la tercera genealogía, los animales; Mürütü Kataira, el Tigre; Wasaslü, el León; MAÁ’ALA, la Serpiente; WAYÁKATANA, danta; KAYÚUSHI, el Caimán; KO’OÍ, las avispas que en los KO’OÍSHI, nidos en sus celdillas segregan la apreciada KO’OLÍMA’A, miel fermentada; KOÍSIT, el zorro con su cola espesa, peluda, rabo lanudo; MAÁJUA, la apetecida poncha gallinácea; MOLÓKOONA, morrocoy, icotea; MATAJUA, la Cataneja, que se alimenta de carroña; MEÍMALIN, colibrí, chupaflor, inquietante, joven siempre, coqueta con su juguetear de infante; MUSHÁLE’E, halcón; NAÁI, gavilán; UYÁALIWA, mapurite,, mofeta, zorrillo; WA’AMÁYA, guacamaya, prensora de vistosos colores, rojo, azul, amarillo, verde; IRÁMA, venado. Y a MAKOS con cierta inteligencia pero con el alma envuelta en una caja confeccionada con madera del resistente Cují, envuelta con los abrojos caminantes de los desiertos para protegerla.
Para llevar a su realización la prole humana, Maleiwa sabía que él se había originado en las profundidades de la Tierra, que sería el único dios concebido, gestado y parido de Maá.

Se puso Maleiwa a estudiar con detenimiento a todos los animales de la creación. De entre ellos llamó su atención los Makos, mono, animal que su abuela había creado con características especiales pero era necesario hacer un boceto propio, de lo contrario él no sería una deidad; se hacía esencial despertar el espíritu, que por millones de tiempos sin establecerse, habían transcurrido sin espacio en esa infinitud no controlada por su inexistencia, para que fluyeran como en las cándidas flores sus sentimientos, y con su polen viajante sembraran las virtudes que lo harían diferentes de todas las otras creaciones. Ensayó creando sombras que dibujaban los entornos superficiales, así paso muchas lunas sin lograr convencerse de alguna.

Hasta que estando sentado en su chinchorro, cuando Misahtshi, el crepúsculo comienza a abrir sus grandes y negras alas, y MISÁIY, la neblina; acompañada de Mánnuuya, el roció; de Aká Pütavá, el relampaguear; Alírila-Kat, el trueno; obras de Maleiwa para expresar sus estados emocionales. Acariciado por los vientos que se avienen desde Pañáapinaa, el norte, cuando Ka’i, se va desvaneciéndose al entrar en Jepira para encontrarse por muy breves mementos con su mujer Pulowi; las Sirumas, nubes, en su juguetear en Aráliatu’u, el infinito cielo, construyendo y deshaciendo figuras, en su Po’útta, el Palacio donde tiene su albergue, construido en forma piramidal truncada, situado en PALAA-PULOINA, lugar encantado en PALÁA, mar, océano, con sus aguas saladas, madre del viento y las lluvias, donde las piedras hablan en un interminable romance con las inquietas aguas.

Eufórico en sabiendas de que le era privilegio tan magna Creación, sin embargo cierta pena lo invadía, entre cortante pesar que se adueñaba de su alma sin darse de cuenta, y lo conducía a la melancolía que abstrusamente se posesionaba de sus sentidos, decidiéndose a beber YOSÚMÄ‘A, bebida fermentada hecha del fruto maduro del cardón. De pronto de su ser espadaño una diminuta parte de su sangre, formándose el boceto de dos figuras adornadas por el Arco Iris, quién ahuyentaba a Juyá; Una risa de alegría invadió su grave rostro; Tornase delirante y en ahincó presuroso, convocó a todas las deidades, ya existentes, estás acudieron en premura para no desobedecer al máximo Dios de la Infinita Guajira.

-Os he reunido para que acometan, la creación de la más grande obra que poblara la Tierra Guajira ¡El GUAYUU!

Las sombras que deambulan sin forma, ni fondo, pero llenas de energía, buscándose, no sabiendo que lo son, serán forjadas en el crisol eterno, de la Idea Universal de los múltiples Universos Paralelos; será visualizado su primigenio Ser, en MAKOS; su caminar será erguido, sus brazos, manos les permitirán desarrollar los medios para construir los instrumentos de trabajo, esparcimientos. Huesos, carnes, órganos, se cubrirán con piel más sensible; Libertare su mente, alma y espíritu, para hacerlos diferentes; Pudiendo a su libre arbitrio elegir entre los caminos que presenta el destino.

Ordenó a Ka’i, que con su luz irradiante, fundiera con las arenas de los desiertos su nueva hechura, y con las arcillas de las montañas donde se acobijan los más bellos metales, piedras preciosas, a las mujeres. Dos moldes se utilizaran en los vaciados. Los Planetas con sus constelaciones deberán antes de vaciar el crisol engendrador en el molde, estudiar su posición.

Al obtener los dictados astrológicos de Iiwa, y Juyo’u, las Pléyadas que dirigen los acontecimientos que emergen de los poderes superiores, procederán a posicionar el molde de tal manera, que todos los vaciados resultaban diferentes, aun para los nacidos bajo las mismas constelaciones. Ordenó a Akalia, dios del tiempo, no dejara de rodar las manillas que lo mueven, de esa manera los tiempos de los nacimientos, marcaran igualmente diferencia; Kashi, introducirá el amor, el temor, el miedo, la inspiración, el deseo, la lujuria, las pasiones, los sueños.

Wanúluu, los tentara en todas las cosas malas, y abusar de las buenas para hacer perder a los débiles; Malinot, les dará albergue a su Yolujaa, cuando mueran; Aráliatu’u, será la superficie infinita del Cielo, la que nunca podrán ver en su totalidad; Juyá, con su invierno, dotará de abundancia, fertilidad, y las necesarias precipitaciones pluviales, pero de la misma manera alma errante que caza y mata; Paláa, madre del viento y las lluvias, llenara con aguas saladas los grandes simas, las inmensas profundidades, para que puedan navegar los hombres sobre sus grandes canoas, y vivir en concordancia con las especies marinas; Sikí, les ofrecerá el fuego, para encender la madera, cocinar, espantar los duendes maléficos, calentarse en las noches frías; Sumáira, la paciencia, modestia, paz interior; waléker o Aléker, la niña fea les proporcionará los tejidos, telas para confeccionar sus vestimenta.

Así se hizo, luego de haber terminado los vaciados de los moldes, y haber sido creados los Guajiros, Maleiwa los agrupo en clanes, y fue dándole nombre y tótem, como símbolo de unión y fraternidad, que deben respetar como progenitor común del clan. Prohibió que los mataran sin provecho alguno; porque al hacerlo estarían matando al Padre de la Gran Abuela, progenitora de su clan, a ese animal lo llamarían Tatuushi, abuelos comunes de su carne, de su Tapúshi, de su Eirukuu de su tribu.

Tomó a los dos primeros seres humanos, y dio nombres; Al varón lo llamó Ulépala, a la hembra AWA’ALAS; Continuaron desfilando en parejas, varón y hembra, dos naturalezas opuestas, pero que se complementan y son la esencia de la continuidad de la raza. A todas las parejas, que vida humana le fue otorgada, quedaronsé en éxtasis, maravillados de las bellezas de la diosa Mmá, la Tierra. Sé sintieron desorientados ante tanta magnificencia; enormes bosques; ríos con su causes deslizantes en frenético fecundar.

Sentados permanecían en los acantilados mirando el fondo del mar, y las sombras eternas que extraviadamente corretean tratando de dejar de ser sombras, en el Palacio Imperecedero de JORROTTUY, tallado en las entrañas del mar, alumbradas por el constante andar de la fuerza del Vacío, atravesando toda la superficie Terráquea para permitir el paso del portentoso Ka’i, y la eterna enamorada y enamorado Kánnía. Todos ellos se dedicaron a la contemplación de tanta belleza, subsistiendo con la recolección de los alimentos que brotaban de generosamente de la entrañas de Maá.

Solo dos buscaron su destino, Ulépala, y la Majáyüú AWÁ’ALAS; ignorantes eran aun de su estado de emanación primaria, triadas ubicadas en los planos de las almas que son sombras de átomos, habíase despertado en ellos un amor enceguecido por la pasión, en la esencia misma de esas almas que apenas comenzaba a captar las magnificencias que da el poseerla. Awá’Alas, estrella fugaz, era el nombre de la Majayura. Se acerco a ella Ulépala; enceguecido el joven Guayuu carente de un lenguaje que pudiera expresar ese dolor, que estrujaba con discordantes movimientos su pecho, y los dolores lacerantes que avivaban un fuego que igualmente le era desconocido. En su mente se avenía un aturdimiento, que a medida que se posesionaba de su existencia, le producía desasosiego que enervaba fuego cargado de locura embriagante.

Se inclinó, beso a la gran Madre Maá, de las lágrimas que semejaban las cascadas de un rio, que desembocaba en el mar en forma de turbulencia enfurecidas para allanarse a su destino, se fueron transformando los residuos lacrimosos en un néctar amargo, que buscaban volverse a introducir en el alma de Ulépala. Grandes burbujas transparentes se formaron minuciosamente, sin lugar a dudas era obra de Maá, dentro de las burbujas se podían apreciar en ebullición unos genios encantados, encerrando un duende en cada una de ellas, que con la magia que logran atraer los sentimientos del amor, los proveyeron del verbo, y en las otras burbujas al romperse, las cualidades que en diligente hacer posesionaron a los enamorados de todos los atributos humanos. De todos los sonidos existentes, aun de los no audibles pero presentidos o sentidos en el alma se formó WUAYUNAIKI, la lengua de los Wayuu

Luego se dirigieron al más bello acantilado que en la marea alta se hacia una gruta encantada, penetrar en ella, ya de por si era un encantamiento, ese en el cual todos vivimos aun si saberlo, que se escapa para ser redimido en cualquier momento de la ininterrumpida sequedad de la vida. La entrada de la gruta era ovalada, desde su interior apreciaban los rayos formando una policromía amarilla, morado, rubí, verdoso, gris, negruzca, se unían, desunían, amalgamaban, desplazaban en forma circunferencial, piramidal, rectangular, ovalado, ensortijándose, arremolinándose unos con otros, luego retrocedían dirigiendo sus ondulaste lengüetas, tanto hacia la gruta como al espacioso mar, enrollándose nuevamente en la línea infinita que se traza hasta el astro.

De las olas se desprendían entonaciones rítmicas, con largas notas que se conjugaban con las inmóviles rocas al golpearlas, era un jugueteo acariciante donde se podía deducir una sensibilidad escondida en las piedras, que permitía imaginar que estás no eran sostenidas y que su permanencia resultaba de su querer permanecer en ese sitio.

Al bajar los dos amantes buscando la placidez del descanso, en arrullante vaivén se excitaba la pasión, convulsionaban con violencia sutil los cuerpos palpitantes, acrecentándose el delirio que abraza la mente, despojándolo de toda realidad, haciéndolos viajar por caminos que nunca más serán repetidos, ni aun en los sueños o en las vigilias, donde tratamos de aprehender el pasado, porque cada situación amorosa es imposible de volver a hacerse, con todas las circunstancias que lo avivaron en esa transcendencia que se hace inmortal, fuera de sujeción materia; dos amantes que aun antes de haber nacido, sienten en la energía del espíritu la fuerza electrificante que en su latencia, es conciencia mística de la existencia empática, que los hace imposibles de escapar a ese amor imperecedero.

Convertíase la gruta desafiante en borrosidad del mar, tormenta arrulladora, arrullada por los cantos frenéticos del mar en un iluminado aposento, colgando en su parte alta grandes lagrimas de rocas blancas-turquesadas que al ser abrigadas por Kennia, avivaban la sensibilidad óptica, ante el suave crecimiento de una oscuridad que no llega a posesionarse. Ahí, se amaron por primera vez, los colores resaltantes, chillones del chinchorro producían un éxtasis de efervescencia inhóspita. Luego de ese viaje donde no cuenta para nada espacio-tiempo, porque es el traslado dentro de una inconsciencia absorbente único; recorrido por infinitos sentimientos conocidos solamente en esa descarga en los cuales los pensamientos, la existencia misma no existen.

Ulépala dominado por LAPÜ, el dios del sueño, quien posesionándose con complicidad la transportaba a ese mundo paralelo que imperiosamente se impone para hacernos vivir dentro de una anarquía, vencido el joven enamorado. Levantose la irradiante Awá’Alas, para solazar su felicidad entre las inquietas luciérnagas, que más que un jolgorio con sus intermitentes luces relampagueantes, se dedicaban a crear cantos inaudibles llenos de una armoniosa intensidad de luminosidad, que traslucían su felicidad.

La piel azafranada de Awá’Alas se imponía resaltando en aquel paraíso policromatico; Ka’i y Kennia retozaban bajando, subiendo, la intensidad de energía que ese ocaso, sabedores eran los dioses estaban de lo estelar de ese magno momento. Sin darse cuenta la agraciada Majayura que el rey astro menguaba su alumbramiento, en prisa para atravesar Jorrottuy su morada sagrada, donde a diario se cruza con su eterno amor Kennia, y en esos breves momentos se cuentan sus cuitas, para luego seguir ambos su esclavizante andar, y proporcionar su energía a la otra parte de MÁA. Decidió bañarse en las despejadas aguas del apacible mar, que en gozo de presentir a su amada KANNIA, que afín al mismo cielo azulado, no permitía determinar la diferencia entre ambos.

Ahí entre esos dos espejos de la inmensidad sin conocerse, aquello que buscamos como sumamente suficiente sin llegar a serlo, se entretejía en una discordante aparición y deshacer, la figura desnuda de Awá’Alas, era disputada por las deidades, para grabárselas en su memoria infinita. Acostase ella en las cristalinas aguas, sus ojos cerrados, guardaban en su recién nacida mente, sus primeras vivencias; De su voz florecían los JAYÉECHI, cantos que narraban su deseos en las tinieblas, del no ser.

¡Cuando de pronto! de entre unos cardonales, salto Epeyüi, el carnívoro Tigre, a quien los dioses no habían aun dado pareja, condenado había quedado a vagar solitario. Sintió la salvaje bestia, en ese momento el despertar de sus instintos sexuales. Desde las profundidades de la tierra, surgieron voces, que no eran otras, que las de Yolujaa en latencia, deseoso de tener su primer huésped en JEPÍRA, LA MANSIÓN DE LOS ESPÍRITUS. LA SUPREMA QUIETUD. Y de Wanúluu, para apoderase de Ulépala, y convertirlo en su príncipe-esclavo de las tinieblas albergadas en los Cielos de ARÁLIATU’U, superficie infinita.

Lanzose sobre la hermosa Awá’Alas, el que vive de sus garras, con su cuerpo lleno de pintas, que traslucen cada una las maldades que afloran en sus instintos, aquel de quien todos huyen, temen, y en sus bigotes guarda sus astucias, para no exponerse ante los animales donde peligre su vida, acudiendo a las sorpresa, engaños, hasta lograr su cometido; Apoderosé de su cuerpo, más Yolujaa, rapto su alma, sin dejar que fuese a la Mansión de Los Muertos.

Un estratagema urdido por Wanúluu, comenzaba a desarrollarse, para apoderarse de Ulépala. Con el canto de las guacharacas, alcaravanes, y las brisas que intensan las fragancias que viajan sobre sus invisibles lomos, despertaron al varonil amante; buscó a su lado a la amada, sobresalto su cuerpo, erguiéndose en temblorosa emotividad, espantado salió del chinchorro donde anido por primera vez su hombría.

Durante todo el día, guiado por el aroma del cuerpo de su Majayura, anduvo en busca de ella; Las sombras de una noche sin luna, ciega por la negritud, lo acogió en un intrincado bosque, guiado por las nobles luciérnagas, brújulas de los caminantes perdidos, llego a un valle; de entre las perturbadoras nubes, asomo la adormecida Kashi o Kennia con todo su esplendor llenado su superficie de tenue luz, que se acrecentaba en rabiosa premura, como si su ira retenida contra las imprudentes Sirumas, nubes, sobresaturadas, descargadoras, de las aguas de los cielos, hubiesen atizado su cólera, dando lugar a ese amarillo tenaz, con manchas negruzcas que presagia desgracias, miedos agazapados en los mismos dioses desde su existencias primigenia.

En un claro de los tupidos montes, emergió mágicamente un jumento mohíno, esbelto, brioso en su resonar, todos sus aparejos eran labrados en la reluciente plata, la silla tejida con finas lanas, confeccionadas con la paciencia que la caracteriza por la misma diosa Waléker, la fea niña, transfigurada en la útil araña tejedora de las más vistosas, coloridas mantas guajiras; encima del mohíno, la esbelta Awá’Alas, con los atuendos de las princesas guayus.

Ulépala, corrió en desesperado andar, como si los mismos vientos del occidente, empujaran su cuerpo, como un abejorro zumbando, vencido por la desesperación; Allegose a ella.

- ¿Por qué me has abandonado? - Con una sonrisa inexpresiva cual trazada por un pince, sin tener la vida del artista, amarillosa palidez que se apodera de los cadáveres en su rigidez, Contestole -Yo, no te he abandonado; Tú has sido extraviado en los caminos de los PULÓI donde merodean los malos espíritus, guiados por los duendes, que te han hecho perder a SAÁ’IN, guía del corazón y del buen juicio, centro de todas las facultades del alma. Seguidme para que en nuestra propia choza, vivamos la eternidad del amor-

Ulépala, posesionado por la inrreflexible pasión, como si fuese el mismo causante de su desgracia, que apenas comenzaba a desarrollarse. Metamorfeado en Ka’laira el gran Jaguar, saltó sobre la montura donde erguidamenté visualizaba a Awá’Alas, para abrazarla. Luz centellante, palpitante, lo encegueció, deshaciéndose la figura para luego volver con menos intensidad, dentro de la espesura de las aguas de la mar, que se convertían antes sus ojos en murallas transparentes, espejos donde se reflejaban al mismo tiempo, cientos de luces tintineantes, que obstruían toda posibilidad de avanzar. Una sola palabras escucho que salían de los destellos luminosos ¡Seguidme Amor Mio!

Así lo hizo él, durante incontables noches, marcho sobre el rayo sin sonido, parpadeante centellar. En un caluroso día del inclemente verano, cuando la tierra se convierte en costras, los médanos semejando pantanos de arenilla inertes, encontró una gran mansión, sus corrales repletos de chivos, carneros, ovejos, y todos los demás animales domesticados.

El dios Jamu, portador de la ponzoñosa hambre, lo acosaba sin tregua. Ulépala, decidió invocar la costumbre de la hospitalidad guajira, establecida por primera vez entre los mismos dioses, cuando Maleiwa en sus ensueños empeñosos por urdir al primer Guayuu, visito a su hermano de sangre Wanúluu, en los mismos aposentos donde actualmente se encontraba Ulépala, ya hecho hombre; pero en ese momento solo era idea, sombra que también se había prefijado en la mente de Wanúluu sin haber sido concretado, y Maleiwa le pidió le entregara la sombra en manifestación de la debida hospitalidad.

Penetró Ulépala a una inmensa enramada abierta, sin paredes, techadas con entretejidas palma real, secadas al sol; a su lado la vivienda principal, inmensa, suntuosa, gran cantidad de sirvientes se albergaban en enramadas desplegadas en su contorno. Ulépala estaba convencido que el dueño, señor de esa posesión, habría de ser un Washirü, rico, de alto rango, con bienes, joyas, de renombre.

Al encuentro de Ulépala se dirigió un hombre de contextura fuerte, alto, grueso. De rostro bellamente cruel, de una hermosura empozoñonsa como la del cascabel; la cabellera blanca abundante, caía sobre sus hombros como si fuesen las cenizas de un volcán en erupción. Sus aristocráticas vestimenta ajustadas a su cuerpo, lo hacían ver mayormente monstruoso. En su mano izquierda sujetaba un bejuco flexible terciado con hilos multicolores, confeccionado de cacho ‘e diablo, con el cual a cada momento castigaba la tierra, produciendo estruendoso gemidos llorosos, como si con el azotara a criaturas encerradas en el seno de las profundas cuevas sin luz, de los Yolujaa errantes, que no han podido entrar en la Gran Mansión de Jarara.

Se le acerco a Ulépala, con voz estruendosa, pero moldeada, como si tratara de no asustarlo, le dijo. – ¿Qué suceso imprevisto te ha conducido, a estás mis tierras? Contestándole Ulépala -Washirü, el amor ha cegado mis sentidos, los inclementes rayos de Ka’i enturbian mí entendimiento, esclavizado mi cuerpo, desde hace mucho tiempo, al asomarse Misahtshi, el crepúsculo, acompañado de Misáiy, la neblina siento un temblor en mi alma, la ansiedad alebresta la mesura y en apasionada locura veo a mi amada en Lapü, sueños; MÁNNUUYA, el roció, me toma en sus alas invisibles, despiértame del letargo y continuo el rumbo desconocido de lo incierto; el bello Kashi en los infinitos cielos, me guía para ver a mi Majayura, gracias a su claridad en la oscura tierra; sígola en desosegado caminar pero al aparecer el potente Ka’i, pierdo su andante luz, esperando nuevamente este aparecer, y desaparecer eterno, que no tiene cuando terminar-

Con sus manos, Wanúluu se acaricio sus cabellos, como si meditara una solución que aportara ayuda al errante perseguidor del complemento de su alma, desprendiéndose una inmensa polvoreada blanquecina que encegueció a todos los presentes. Amablemente invitó a Ulépala a comer y beber. Sin pronunciar palabra alguna se presentaron trece sirvientes, cada uno con un servicio de los diferentes animales de monte y de los domesticados; tripas rellenadas con la sangre del animal; hígado y riñones asados; testículos de ovejo y toro; papo de oveja y vaca; carnero guisados con miel de coco; pecho, costilla, lomito, entrecanto, de res asados; lengua de res guisada; ojos de res estofados; panza preparada en mondongo; para beber sirvieron en la mesa tres cantimploras confeccionadas de taparas, rebosando su agrioso contenido de chicha fermentada, que al abusar de ella se clavan en los instintos, como si fueran aguijones envolviendo la mente en un panal de Cacure, desorbitando el comportamiento.

Por primera vez Ulépala embobaba sus sentidos con los aromáticos olores, que se desprendían alborozadamente en deleite invisible. Dijole Wanúluu –Sois el más verraco de está, la primera generación, terco como un mohíno encabritado, tu nombre con gran certeza te fue puesto, Varonil, Valiente, Audaz, Perseverante, Modesto; come y bebe a tus anchas hasta saciar tu hambre, y la sed de tus sentidos, luego ven a mi mansión que grandes verdades os enseñare-

Se retiró el joven enamorado a distancia prudente, allanándose en colorido chinchorro, tejido con lanas que semejaban la oscuridad de la noche turbia, donde solo andan las almas en desespero agónico, buscando un cuerpo para atizarse en él. En la mente de Wanúluu se prefijaban las imágenes de un Ulépala absorto, idiotizado por los suculentos manjares y delirante por el exceso de consumo de la traicionera chicha; es su arte, el conocimiento de las debilidades humanas, lo que lo inducia a atacarlo por los flancos de los deseos, tan aprisionantés como la misma existencia.

Aturdido se sintió Wanúluu, cuando apenas comiendo y bebiendo lo necesario Ulépala se levanto y dirigió sus pasos hacia la enramada, donde se mecía la conciencia de lo inescrutable, que es Uno, y es esa percepción de lo que se bifurca, tan calladamente en la mente, que no deja de caminar por los misterios del ser, pero ese ser que alguna vez ha tenido la osadía de buscarse, de encontrase, hasta cierto punto desconcertante, que habla calladamente consigo mismo, preguntándose con repetición extenuante ¿Hay alguna existencia, que valga la pena pensar en ella? Porque somos pura maldad, tanta que cuando nos vemos en el abismo, buscamos la soga invisible de Dios, para que nos levante-

-Gracias Washirü- haciendo una breve inclinación, en señal de respeto -Bondadoso es su proceder, ruego que MALEIWA…….. < ¡Un viento voraz, estrepitoso, salido de la entraña de MÁA, arremolinase en la enramada! > ¡Los cabellos de Wanúluu, desparramados batieronsé hacia lo infinito, llevándose consigo a la horripilante bestia, en la que se había convertido al pronunciar inocentemente Ulépala, el nombre del Supremo Dios de Los Guajiros!

El joven huésped Tedzio, preguntó con la ingenuidad que deja brotar la candidez de la inocencia de lo ignorado. –Ulépala. ¿Por qué, me dices que tú eres hijo de tu Madre? Yo, también lo soy, y de mi Padre por igual.

-Tedzio, nuestra sociedad está fundamentada en la Madre, eso se denomina Matrilineal, y esté vinculó es el que establece el parentesco principal y más importante. Eso nos ha permitido la conservación de nuestra cultura, tradiciones, mitos, y leyendas. La Madre es el epicentro de todo nuestro hacer, pertenecemos a la familia materna los parientes uterinos a quienes llamamos ELRRUKO, nacidos de la misma carne, del mismo vientre. Nuestro verdadero guía responsable, es el hermano mayor por línea uterina, a él nos debemos. El semen del hombre penetra en el útero de la mujer, pero es dentro de él donde nos hacemos carne y alma de nuestra madre, nos formamos por las emanaciones que de ella brotan para alimentarnos, en ese maravilloso proceso milagroso portento, expresión de la existencia de Dios, no importa el nombre, o las historias que hayan expresado los seres humanos para darle una existencia, que Él, realmente no necesita, ni las requiere por su misma esencia.

Cada civilización en las diferentes épocas ha construido fundamentos, todos son valederos para cada uno de ellos, y reflejan sus interpretaciones., lo importante es el respeto, tolerancia, aceptación, y no pretender ser dueños de la verdad.

A nuestros parientes por la vía paternal los denominamos OAPAYU, hermanos de sangre. El problema esencial de nuestra raza es que han logrado desarticularla, dividirla, someterla a través de un adormecimiento de la conciencia, por supuesto esto no hubiese podido ocurrir, sin la complicidad de muchos miembros de la etnia Guayuu; quienes han distorsionado su liderazgo a cambio de riquezas mal habidas, producto de la corrupción, el trafico de drogas alucinantes, y el contrabando en general, el mayor daño lo han ocasionado ellos, porque esa sumisión les ha hecho olvidar que la existencia debe reflejar paradigmas de nobleza, modestia, que esté breve pernoctar es la preparación para la continuidad de ese hacer, que no necesariamente debe desembocar en una reencarnación, sino, lo que es más importante, en el legado que se deja a la familia, amigos, comunidad, como ejemplo a seguir. Todo ser humano crea la belleza partiendo de su espíritu, y este acto es espontaneo como el mismo nacimiento.

Tedzio te voy a contar brevemente la historia de nosotros los Wayuu.
En el año 1769; Siendo Virrey Pedro Mesias de La Cerda del Virreinato de Cartagena de Indias; Se produjo el levantamiento General de La Gran Nación Guajira, comandada por Jórchanteg jefe de la etnia Guayuu, la causa aparente fue el apresamiento de veintidós buceadores de perlas de la casta o etnia de los Ipuanas, pero la verdadera causa, fue la rebeldía innata, la intolerancia de los indígenas a ser esclavizados por los españoles; estos consideraban a todos los Wayuu como ambiciosos, traidores, vengativos, desconfiados, llenos de abominaciones.


Jórchanteg: Síntesis de la Justificación de la Guerra
–La razón de nuestra lucha era la de conservar nuestra Libertad, costumbres Identidad, Independencia, sin impórtanos el costo, los grandes sacrificios, y las pérdidas humanas. Hasta ese momento de hecho permanecíamos siendo hombres libres; la inmensidad de los desiertos, su inhospitalidad, la carencia de agua, los peligros inmanentes a esas zonas creadas por Maleiwa como un escudo protector que nos permitiera albérganos en caso de invasiones se conjugaba armónicamente con los dotes naturales con los cuales nos había provisto. La otra zona de nuestro territorio conformado por las extensiones de montañas, valles, mesetas de gran fertilidad y recursos naturales, prácticamente nos había sido despojado, sometiendo a los indígenas de nuestra raza que habían permanecido en ella, y a los de otras etnias a la oprobiosa esclavitud a través de las reparticiones y encomiendas.
El levantamiento general no debió tomar por sorpresa a los colonizadores españoles, ya en los años: 1741, 1757, 1761, y 1768, se habían producido alzamientos aislados, los cuales fueron reprimidos con saña, crueldad; a través de torturas, ahorcamientos, empalamientos, descuartizaciones mediante el desprendimiento de los miembros superiores e inferiores, atándolos a caballos y fustigados a estos; la ferocidad irracional era evidente contradicción de las doctrinas religiosas que querían imponer.

El conocimiento de las anteriores revueltas nos había prodigado un cúmulo de experiencia las cuales estábamos en capacidad de ponerlas en evidencias; con la premura, prudencia requerida, nos reunimos todos los jefes de las etnia Guayuu, en el caserío La Mentira en las cercanías de Rio de Hacha, cada tribu se presentó con su tótem vivo legado por Maleiwa. En la asamblea de los caciques de cada una de las etnias, se acordó delegar la responsabilidad de las preparación de los guerreros a manos de Ulépala, quien se había convertido en un experto en el conocimiento y manejo de las armas, al vivir cinco años con los ingleses; Skápula, relámpago, fucilazo, rayo, luz intermitente, fue elegido para adiestrar a los guerreros de caballería; Walírü, zorro audaz, se encargaría de espiar todos los movimientos de los españoles; A mí se me designo para elaborar las estrategias de guerra.

Teníamos una gran ventaja, casi todos los guerreros eran jóvenes, habiendo asimilado las técnicas para la utilización de las armas de fuego, y dominio del caballo, fama que se extendía por todo el Virreinato, sin dejar el arco, la flecha y la lanza como armas silenciosas, y de rápido recargo. Sus técnicas militares, ardides, disposición de tropas, ya nos eran conocidas. El territorio constituía otra ventaja, nuestros guerreros podían estar hasta tres días sin tomar agua, o tomarla de cualquier pósito, y comer raíces de hierbas, y fruto de cactus, caminar inmensidades de territorio en zonas áridas-

El 2 de Mayo de 1769, en El Rincón cerca de Riohacha se iniciaron las operaciones militares. El pueblo Guayuu todo unido se disponía a defender la Libertad y su Independencia, cerca de veintidós mil guerreros dispuestos a ofrendar su vida.

Dispuse la utilización de la táctica del Enjambre de Avispas, para la infantería; la cual consiste, que al igual que las avispas, se ataca al enemigo desde múltiples direcciones en grupos que luego se reagrupan; la agilidad y movilidad de la infantería actúan en enjambre creando una demencia anárquica en los enemigos; cada unidad es autónoma con responsabilidad única de coordinación y sincronización de sus objetivos, siendo de suma importancia está última parte, para evitar que el fuego afecte a los miembros del mismo ejercito.

La caballería armada de arco y flechas fingió una retirada desordenada, a la embestida de la caballería española con espadas y lanzas; al grito de ¡MALEIWA, MAÁ, GUAYUU! Los caballos galopando en retirada, los jinetes dieron vueltas sobre sus hombros, disparando sus flechas ¡Descarga y Carga! ¡Maniobra de astucia, inteligencia, valentía, manejo magistral de los caballos. Rodaban los soldados españoles atosigándose con la cruda y áspera tierra que comenzaba a ser bañada con sangre joven. El ejecito enemigo se compactó para protegerse de las flechas; de entre la infantería surgió la caballería de lanceros quienes manejaban y controlaban el caballo con las piernas manteniendo libres sus dos brazos para la arremetida, la sorpresa hizo estragos entre las filas españolas en desbandadas huyeron.

Sangrienta fue la lucha, llena de crueldad, como si el objetivo fuese el desembocar en la nada, que es ahí donde finalizan todas las contiendas. Jóvenes de ambos bandos que entran atrapados, esclavos del miedo, porque todavía tienen cierta conciencia de que existe algo, que se llama vida; pero breves minutos son suficientes para que los estímulos animales de sobrevivencia, se apoderen de ellos, y los transforme en verdaderas cosas monstruosas, donde ya no cuenta si no el ansias del matar, no para sobrevivir, sino llenando ese espacio que está dentro de cada uno de nosotros, con esa latencia frenada, ansiosa de saltar saciándose en frenesí de locura embriagante, que desborda la insatisfacción refrenada del exterminar; Son esos momentos que ya no se recuerda el porqué se lucha, ni se piensa en la vida, o en los motivos por el cual se lucha; Solo en matar, placer que se apodera, por completo de un alma que los ha abandonado, para refugiar en lo invisible de su esencia.

Atropellan nuestras fuerzas; haciéndolos retroceder hasta los pies de montes de las sierras de Santa Marta donde se refugian en sus cuarteles amurallados. A los trece días fuimos avisados por Walírü, zorro audaz, de la llegada de treinta y tres mil hombres con sus pertrechos, cañones y demás armamentos al puerto de Rio de Hacha, comprendimos que nuestra única posibilidad de evitar la aniquilación de la raza era retirarnos a los desiertos donde teníamos la seguridad de sobrevivencia.

Causa tenía La Nación Guajira, la defensa de su Territorio; Absurda la de los españoles, más aun cuando ellos habían sufrido la dominación por unos quinientos años de los moros. Comprender las ambiciones de los menos que se autoerigen con poderes divinos y divinizados por hordas que se escudan en representaciones, su codicia, inhumanidad, fin sin fines, encubriéndose en designios tutelados por demonios que ellos hacen aparentar como dioses; Regar con sus dogmas sembradíos de cadáveres, con flores negras, de vidas que no llegaron a ser.

Ese 2 de Mayo de 1769, apenas tres años después de la Declaración de Independencia de Estados Unidos de Norteamérica, y diez años antes que la Revolución Francesa, la Nación Guajira evitaba ser Conquistada y menos aun Colonizada por el Imperio Español; El objetivo se logro, en definitiva fuimos despojados de la zona montañosa. A partir de ese momento estrechamos las relaciones con los ingleses, holandeses y franceses, constituyéndose en una pringamoza azorante, constante para los españoles.

Atónito Ulépala, observaba como había desaparecido; Wanúluu, dejando un túmulo de cenizas desparramadas en el suelo, leves ventiscas enrojecidas confundíansé con el viento caliente, sofocante, que surgía desde la profundidad de la Tierra. Precedió un fuerte viento que acariciaba con leves briznas que rociaban los rostros de todos los presentes; Apareció de entre elles un imponente Ser, nunca visto por ojos humanos, sus vistosas vestimentas, coronadas por un bello penacho con frondosos plumajes de Águilas y Guacamayos, sus sandalias labradas en oro cochano, con incrustaciones de tumas, perlas, coralinas, no llegaban a posarse en la tierra, como si ella temiese profanar a su creadora Maá.

-¡Ulépala! dijole el Dios de todos los dioses; A Tú semejanza he creado la raza Guayuu, Varonil, Valiente; Desde el mismo momento de la creación, esos atributos has sabido expresarlos con tu constancia. Siendo sombra en mi mente, sin haberte concretizado, en ignorancia de que aun solo alma eras, enamoraste de una bella Majayura, a quien llamé Awá’Alas; Sentimientos de amor surgieron en ustedes, antes de ser carne, al serlo, conocieron la placidez de ese sentimiento, que todos poseen, pero que muy pocos llegan a la luminosidad de unirlo con el deseo, en un mismo momento para toda la vida terrestre, y la eterna que aguarda a las almas virtuosas en Jepira; La Mansión De Los Muertos.

A diferencia de todos los dioses existentes en las diferentes civilizaciones; Yo Soy Ciego, aun antes del Caos; Los otros dioses, se hacen los ciegos después de haber sido Creados; Morimos cuando se nos olvida o somos sustituidos por otra Creación de los humanos; Abotagados, arrepentidos, cansados, esos dioses se van a refugiarse en las inmensidades, de los Espacios sin Límites de los Cielos, dejan que sus ayudantes se encarguen de las menudencias de los humanos, a la larga se adueñan de los espacios que les han encargado, y se hacen ellos mismos prepotentes, tan dios como su Dios.

< ¡Maleiwa! > Siempre vivirá en las profundidades de Máa, la Tierra mi fecundante madre; Me he es dado saber, por mi misma naturaleza, que desde la más remota extensión de la existencia de la humanidad, antes que la conciencia, la palabra, el verbo, ya estaba presente el miedo a la muerte, esencia del vivir; y todo lo que de alguna manera se relacione con ella. El Verbo hace la luz de la conciencia, del saber, pero con él trae aparejado el desarrollo, encausamiento, refinamiento de los instintos, de los deseos, placeres.

La Oratoria, Escritura, aparejan la esclavización a través de las normas Morales, Religiosas, Jurídicas. Se secuestra La Libertad, dogmatiza, amoldad para beneficios de un grupo, siempre de una minoría que ejerce un poder absoluto, bien sea abiertamente, o través de métodos que no son visible para el común de las personas, pero que la ejercen subyugando con mayor intensidad, el temor, lo inexplicable, lo que no puede ser dominado por las fuerzas. Ninguno de los Dioses ¡Nunca, Jamás! han escrito precepto alguno. Mis normas están en cada una de las almas y mentes de los Guayus. Los primeros seres humanos de la raza, lo transmitirán a través del comportamiento, que es lo que hace la costumbre, por eso mi imagen es el reflejo de cada anciano, porque ellos son el camino para hacérselas llegar a cada generación.

Ulépala; Has estado con Wanúluu, hijo de Maá; nos une la sangre de nuestro padre Caos, pero no la hermandad natural, la del vientre materno que nos he dada por la madre; dios de las sombras fue hecho, del mal, emboscadas del destino, tentaciones, expresión de los contrarios, equilibrio que manan de las interioridades del alma, mente, para hacerlos a cada uno una particularidad irrepetible.

En burbujas mágicas te otorgue los conocimientos, sentimientos, instintos que son la existencia esencial para los humanos, señuelos de maldades, virtudes que los acompañaran es sus breves pasantías por la vida que les he otorgado, simas que como la traicionera serpiente de cascabel, esperan sin la ansiedad del placer, que ciega a los más débiles, para hacerlos sus esclavos, o cielos que los elevan.

Con tu Modestia, Sobriedad, Sentimiento de amor, el más preciado legado que os he otorgado, porque son mallas tejidas por el corazón más fuertes que cualquier metal, impenetrables a las debilidades que se asoman calladamente, como el insaciable Jaguar.

Tú, al igual que todos los seres con inteligencia, capacidad de razonar, la poseen en igualdad, los más se dejaran vencer por las ilusiones de los momentos, por el nacer de la complacencia a sus sentidos; Otros con el balance de su intuición, permanecerán, incólumes, blindados, ellos serán los ejemplos a seguir. Los verdaderos cultivadores, cosechadores de una vida tránsfuga pero llena de paz, equilibrio.

Todo en extremo conduce al precipicio del acabar sin terminar, demasiado pronto se hace el viaje que no tiene retorno. La vida no es sino una corta transición, que sin cansarse de enseñarte todos sus poderes, acechando siempre estará, no por deseos de perderte, sino mostrándote sus infinitos rostros, unos engañosos, otros virtuosos, los menos equilibrados, que es el camino ideal para resistir sus embates, que como la furia de la tormenta, enfurecimiento del Mar, enojo de Máa, displicencia de los cielos; aparecerán sin dar aviso de su presencia.

Tu mente, alma te conducirán a los mundos, sitios, haceres, vivencias que tu desees; Para ello debes utilizar la imaginación, los sueños que son parte existencial, porque en ellos, sin que puedas evitarlo, vivirás, hechos deseados, rechazados en tu consciente, pero que en todo caso te pertenecen. Arbitrariamente ustedes dividirán la vida en etapas, y en realidad no las hay, se puede ser una piltrafa en lo que llaman juventud; el ser humano es un conjunto en su totalidad, todas sus partes le son importantes y en todas se alberga la energía esencial para su funcionamiento.

Has vencido las tentaciones, en regalo a tu perseverancia a una de mis sirvientas, te conseguirás en el bosque Sagrado, cumple con las instrucciones que ella te proporcionara, y eternamente vivirás con tu Majayura-

Partió Ulépala, tal como se lo había prometido Maleiwa, uno de su sirviente se le acerco y así lo orientó. - A sabiendas del largo camino, que aun te falta por recorrer, escucha con dedicación lo que he de transmitirte; saldrás de los Sagrados Bosques nadie osara interrumpir tu paso por ellos; luego atravesaras nuevos caminos no recorridos por ser humano, inhóspitos y encendidos desiertos, bosques, inmensas selvas, montañas que son acariciadas por las enamoradas Sirumas, nubes, en un amarse silencioso, donde los vientos fríos y calientes se abrazan sin destruirse, ahí te encontraras con millones de luciérnagas encrespadas como los hilos de la tejedora araña, la niña fea, que embrujada fue en la PIÜUSHI, oscuridad, tinieblas, cuando los vientos Pichikua, que se arremolinan en los días calurosos como si fueran parte de uno mismo, convirtiéndose en la niña tejedora, por mandato de WOKÓLOONAT, el dios de la fealdad hacendosa; esa luces intermitentes todas las noches te acompañaran con su relampagueante luminosidad.

Mientras permanezca en los bosques, selvas, montañas, caza al veloz venado, los aromáticos paujiles, el audaz conejo. Finalmente llegaras a una ciénaga, ese es el aposento inmortal de tu amada; ella ha sido metamorfeada en un eterno Relámpago, Centelleante, Silente, tú la acompañaras sin tiempo ni espacio en un amor a perpetuidad, sus presencias serán sublimes, sutiles, impalpables; maravillaran a las futuras generaciones.

Procúrate suficiente agua, antes de penetrar en las áridas tierras, si ella se te agota, fíjate donde merodean las aves, y los reptiles, excava y brotará el agua de sucios manantiales, la costumbre al beberla te hará inmune a sus impurezas; dolores lacerantes sentirás en tu estomago, purifícalo con Mocotin, hiervas silvestre que surgen en los lomas de Máa, las lombrices huirán de tu vientre e instentinos en arrebatadora carrera, siendo fácil comida para las animales de carroña; guarda esté chivito y el ovejo para que te puedas alimentarte en el desierto Ten esté Urraichi, arco; Shipí, flechas; Siwa’Arrai, flechas con punta de hierro; Kochompkjirü, que termina en una pelota de cera; Jatu, especie de dardo; Irramóuwa, que termina en un hueso semejando una cabeza de carnero; Y una Junaaya, honda; Cada una han de servirte a un propósito, está en tu inteligencia y en la experiencia, que vayas obteniendo te indicara la utilización de ellas-

Inicio su incierto viaje Ulépala, en busca de su Majayura Awá’Alas; En su mente un incendio sin posibilidades de extinguirse, se extendía abrasándolo con volcánicas chispas de multicolores expresiones, le producían quemaduras en su cuerpo y sus órganos, que lo conducían por escenarios ignorados. Era la imagen desnuda de su amante, que lo perseguía sin misericordia, haciendo desbordar su hombría en manantial espesoso, que al caer en la fecundante Máa, germinaba en llantos al no encontrar órgano fecundante de mujer, donde vivir el placer deleitoso del seno sexual, para hacerse Ser.

¿Acaso, realmente se trata de mi vida? ¿O quizás, es una de las tantas tretas de Wanúluu? ¿Será que Maleiwa, abandonado como ha sido por la Nación Guajira, busca demostrar su real Poder, a las futuras generaciones? Decidido a develar entro al Teatro, su atuendo lo confundía a medias, con un grupo de los asistentes, eran indígenas como él, pero sus vestimentas aunque semejaban a las suyas, podía apreciarse que no eran obra de WALE KERÜ, La niña fea metamorfeada en la diosa araña, daban la impresión de que fuese una parodia cómica de la realidad, en lugar de los brazaletes, usaban unas pulseras de oro con una esférica en su parte de arriba, con dos agujas, las contemplaban a cada momento; en lugar de las cotizas, sandalias confeccionadas con suelas curtidas al sol, utilizaban cueros abrillantados que les abarcaba todo el pie; los plumajes de los penachos eran como hojas secas pero firmes, sin los olores de las almas de alas aves; despedian colores cadavéricos; las mujeres con mantas guajiras de telas muertas, creadas sin el espíritu de las pinceladas de los artesanos; sus cuerpos desprendían olores artificiales que abotagaba desagradablemente.

-Mi Majayura, pensó Ulépala, con su aroma que procede del alma, enfurece las flores de los rosales- Acuclillado con su arco verdadero, y sus diferentes flechas, sentó en la alfombra roja, todo era rojo, butacas, paredes, vestidos, guayucos, arcos, flechas, mantas, penachos, todito lo que fuera visible; Se le acerco un joven indígena, en lengua arawa, que de ahí deriva el lenguaje guajiro, lo conmino a que se sentara; Inteligente que era el Ulépala, así lo hizo, verdad era que con mucha incomodidad, porque su jarca con sus flechas y el arco en sus manos, dispuesto no estaba a abandonarlo. -¿Cuál es tu nombre?- Preguntó Ulépala; le contesto el joven indigena -En nuestra lengua es Marüla, que significa el enigmático, escurridizo; en la lengua que nos obligan a hablar, el español, Juan Invisible, tanto que al igual que todos los indígenas de esta nación que llaman Venezuela, nadie nos ve, sino cuando van a elegir al gran piache, que llaman presidente, luego volvemos a hacernos invisibles-

-Despertó el amanecer antecedido por el canto de las guacharacas que presagiaban la imponente llegada del dios Ka’i, su disco salía de la cueva de Jepira por donde atraviesa en las noches, para alumbrar la vida en la otra cara de Máa. Con el avenimiento del dios Ka’i, desaparecía la bella Majayura, sin embargo Ulépala decidido estaba en continuar su andar, en procura de estar cerca de ella, con el próximo anochecer, rogabale en sus invocaciones a la hermosa diosa Kashi o Kennia, bañara los cielos con su tenue luminosidad.

Atravesó las inmensas estepas con sus desérticas figuras petrificadas que semejaban columnas que retaban a los dioses de arenas petrificadas, las noches con sus cielos adornados por infinitas luciérnagas en refulgente cielo, fríos vientos de los sistemas montañosos; Atravesó las grandes montañas áridas, que semejaban gigantescas dantas inmóviles, hasta llegar a los tupidos bosques; Día tras día, noche tras noche; Aventaban los veranos, inviernos con monótona seguides.

Deshecho, decidido a claudicar, se acluquillo en un solar sus ojos humedecidos por las lagrimas que brotaban de sus ojos, cuando de lo más profundo de su mente se impuso una voz silente que le decía “Las situaciones complejas se afrontan con entereza , y con la modestia de saber que se tiene la verdad interior de estar realizando lo correcto” Su rostro se avivo con la calma del que tiene el alma revuelta; comenzaban a ser decadentes los rayos del sol, el espectáculo de la naturaleza se extenuaba tratando de subsistir en su anunciada pobreza existencial, y ese mal humor que quería expresar, sin lugar a dudas reflejaba desesperación, ese tormento que en nosotros los humanos se transfigura en apatía.

En el centro del desierto Ulépala avistó una inmensa ciudad con edificios piramidales; transparentes túneles que como una inmensa culebra cristalina, la entrecruzaba por todos sus espacios; sus habitantes eran de tumas talladas, de forma geométricas, que se desplazaban por los aires como murciélagos por lo que no existía luz artificial; en los túneles circulaban millones de embriones en desaforado andar, como buscando esa esencia necesaria para poder transformarse en algo más que eso. Atónito despertar de la locura alienante, hacia su trocha calladamente, sigilosamente

Mentes que deambulan buscando comunicarse, sentir la energía del alma humana, que es una sola; Animas que vagan en ese inmenso vacío de la eterna oscuridad, danza sin fin previsto, ni planificado; Caminos encantados, abarrotados de bifurcaciones engañosas del dios Malinot, más soberbio y amargo que Wanúluu; Alma errante de los Yolujaa, deseosa del oscurecer para escuchar la mar en su eterno cantar; A; E; I; O; U; ¡AEIOU! UOIEA; Con sus Vientos arremolinados en los arenales desérticos; Destierro balcánico; Soliloquio en busca da la voz ancestral, para transmitirle al que está por hacerse, su conexión con el pasado; Decirles que venimos desde muy lejos, sin saber las callejuelas que debemos andar.

Tedzio:
-En el caserío vivían treinta familias, integradas al clan, numerosas eran todas, prolijos los descendientes, ascendentes; Impresionaba el respeto hacia los ancianos, venerados como verdaderos dioses; Las faenas diarias comenzaban antes del amanecer, con el ordeño de las chivas, y vacas, néctar perloso que entre el zumbido, andar andariego de las moscas, lo obtenían entonando cánticos, como si estuviesen agasajando a los fantasmas de sus parientes fallecidos; Luego del copioso desayuno, íbamos a una gran enramada donde los ancianos, turnándose todos los días, contaban sus leyendas, cuentos, mitos; Ulépala era uno de los que se encargaban de enseñar a los más jóvenes, a leer, y escribir la lengua Guayuu; Su elocuencia y sabiduría haciale prácticamente el segundo en mando, individualmente; Porque las decisiones de afectación colectiva se tomaban colectivamente, y con completa libertad de opinar.

Ulépala aparentaba unos diez y siete años, pero en realidad tenía veintitrés, y no era únicamente en él donde se manifestaba esté fenómeno, sino en todos ellos, habían ancianos que pasaban de cien años, y montaban los briosos caballos a pelo, sin sillas de montar, realizaban grandes caminatas de treinta kilómetros a pleno sol, sin mostrar el más mínimo cansancio. Ese bello atardecer de Verano cuando por primera vez fui llevado a cazar y Ulépala me manifestó “Yo sé quien es mi madre” Realmente no significo nada para mí, luego de convivir con ellos durante las ciento sesenta lunas, días, hoy admiro que contrariamente a lo que se imagina la gente, en ellos prevalece algo que es por su misma naturaleza es lo correcto, lógico, o como se quiera llamar; De la madre procedemos, en su interior, vientre, nos formamos a través de un proceso de gestación, donde nos fecundan sembrando su alma, mente, sangre, órganos, carne, piel; La joven cuando entra en la pubertad se encierra en una choza, durante el tiempo que se considere necesario para el blanqueo, es un regreso al seno materno, simbolismo que representa una transmigración espiritual, que termina ese proceso de creación, nacimiento, realizado por la madre. Es el blanqueo del Alma que penetra a la etapa de la fecundidad, y debe ir rebosante de pureza, para que puedan germinar nuevas flores.

Me conto Ulépala, que sus historias, tradiciones, mitos, cultura en general, era un proceso laborioso por cientos de años de transmisión oral de generación en generación, lo que ha evitado que las capas del tiempo, y los relatos perceptivos de los historiadores, que lo transgiversan todo, no haya podido sepultar la esencia de su existencias, como ha sucedido con otras culturas.

-¿Que sucedió con el primero de tu generación?- Le preguntó Tedzio, a Ulépala. –Tedzio, el primero de mi generación, y de la Wayuu, le fue revelado por nuestro Dios Maleiwa, el camino que debía seguir para unirse definitivamente con la Majayura Awá’Alas; Él, debía seguir el eterno rayo, que producía incesantemente ella; es su amor que en reverberante fuego arde, encendiendo las luces en los cielos. Incendiando a todas las Sirumas, que osan atravesarse opacando su esplendidez, para que Ulépala pudiese ser su amante eterno; Siguió el temerario Wayuu, durante tres mil seiscientos sesenta cinco lunas a su amada; atravesó los áridos desiertos, los intricados, vírgenes bosques, los inmensos ríos, la sierra de los aguerridos motilones; De pronto una enfurecida tormenta producida en orden de Maleiwa, levanto hasta los cielos del inmenso Catatumbo; donde en una inmensa enramada, en un chinchorro tejida por la niña fea, descansaba la majestuosa Majayura Awá’Alas’.

A partir de esa noche Él, la acompaña en su incesante relampaguear, haciendo el amor durante ciento sesenta días por año, durante diez horas por jornada, y hasta doscientas ochenta veces por hora; Su morada está sobre las ciénagas donde desemboca el Rio Catatumbo, y se unen los fríos vientos puros, llenos de soledad procedentes de los Andes, con los que se originan en las cálidas tierras donde mana incansablemente los gases sulfurosos del vengativo dios, excrementos de Wanúluu, el más codiciado, ansiado por la irracionalidad del ser humano.

Incansablemente al irse a dormir el dios Ka’i; Se revela la presencia de AWA’ALAS cuando centellea, y él adorna con fugaces tintineos que son abrazos, besos, a su amada, para proteger a la Gran MÁA, de la inconsciencia a la cual es sometida por sus primogénitos hijos, que como dementes poseídos por los Pulói, destruyen su capa protectora con la cual la dotó Maleiwa, para protegerla de Ka’i, el dios sol que carece de conciencian sobre su devastador poder

Maleiwa: Ser Príncipe Wayuu no significa realmente pertenecer a una nobleza, que impuras son todas, nacidas, labradas, crecidas, sostenidas, sobre millones de cadáveres; El Príncipe es la máxima expresión de una pureza humana, encontrar, hacer, la perfección de una moral propia, un mundo desligado de la aberrante realidad; Avasallante, ciega, absorbente del Alma Pura, de su nobleza, inocencia. Todos los seres humanos podemos ser Príncipes.

El Príncipe posee en su esencia los valores humanos Naturales, Universales; Para su existencia no hay un Tiempo Cronológico, ni una Época; Sociedad, Religión, Sistema Político, Económico; Esa Energía ha existido siempre en los seres humanos, pero la desbaratamos con festiva crueldad, desde la misma infancia.

¿Y, cuál es el refugio de los que se niegan, con terquedad, a ser más de lo mismo? Callar, no entrar en un lenguaje desacertado, que en sus entrañas encierra significantes cuajados de hipocresías, y en su hacer significados rebosados de fingimientos, tan inmensos como el mismo Universo.

Soy, y seré Maleiwa mientras un solo miembro de la raza Guayuu me tenga como su dios. La esencia de un dios es compartir un modo de vida, una moral, un conjunto de costumbres que permitan sembrar en el alma la conciencia de humanidad.

Creer en un Dios es tener Fe; y está energía primigenia se encuentra en todos nuestros órganos, huesos, piel; el Alma la almacena, y se hace insoportable cuando la negamos u olvidamos su existencia. Cuando se acepta bajo convicción de los poderes que emanan, de esa intuición que no acepta la razón, se logra la realización como ser humano. La Fe es una verdad revelada, pero ese descubrimiento es individual, autónomo, nos pertenece a cada uno; no es una sumisión porque sería considerar al dios que se tenga, como un amo en detrimento de nuestra libertad, y del poder que nos ha sido otorgado por ÉL, para decidir.


Fin