jueves, 21 de julio de 2011

Capitulo V

Homero tomó para sus hexámetros; Hechos execrables, ruinas del alma. Fueron los duendes de las musas, que a través de él, surgieron para moldear, hechizar, hipnotizar el inconsciente colectivo; Pintar, en forma ignorada, entreverados cuadros, no solo revelando escenas fantasiosas, sino también penetrando en la mente de los personajes, dejándose guiar, por sus querencias, plasmadas, en las palabras escritas, con finura elegancia, donaire, exquisitez, exaltación, ellos se apoderan, y expresan sus realidades.

Homero es el espíritu mágico, que nos transmite la belleza creativa. Logrando sobrevivir, traspasar, las enterradoras capas del tiempo, de manera incólume. El rapto de una mujer llamada Helena, es causa aparente, no solo para destruir, aniquilar una civilización; Además permite la preponderancia de una civilización, que ya, traía acrisolada en su seno, una cultura del intelecto, pero emparejada con su esencia, viene también, la elocuencia de la mentira, engaño, astucia, deshonestidades.

De la ILIADA, y la ODISEA, rosas ambas del jardín de Homero, impecables, hermosas desde el punto de vista literario, creativo; Se generaron, nacieron cientos de creaciones del género literario Trágico; Extraen los Trágicos, los cadáveres insepultos, eternos, anidados en el inconsciente, en permanente acecho. Somos Pozos de Excrementos-

En varias ocasiones, como si la casualidad azarosa se refrescase, con un odio inusual hacía él, señalándole con denotadas insistencias, las situaciones con elementos vivenciales de su pasado; Saliendo del mercado para realizar una breve caminata, que con fervorosa alegría, efectuaba en los atardeceres, donde el sol se dilata en efervescente despliegue de su poderío multicolor, enredando los primarios colores, con tonalidades secundarias que los desafiaban, sobreponiéndose a ellos, y en muchas ocasiones, desplazando sus bellezas primogénitas.

Atravesó por su frente, quizás con una intencionalidad premeditada, uno de los hombres más respetados de la ciudad, medico de alto vuelo, que viajaba en una alfombra mágica, confeccionada por las creencias solapadas en los inconscientes del pueblo, otorgándole poderes visionarios, sobrenaturales, y bondades que se regían por la aparentes menudencias de sus honorarios, unido a su belleza física, y la afabilidad con la que trataba a sus pacientes, lo cual en muy breve tiempo le permitió, hacerse de una no muy pequeña fortuna, invirtiéndola en su primera clínica. Muchas otras habrían de construirse, hasta llegar a una obsesión, que disecaba su ya enjuta alma.

Parrase en el balcón del hotel Inglaterra, centro de acopio de lo granado de una secta, que evitaba por todos los medios, de siquiera rosarse, con personas que no fuesen de su cofradía. Miró, y con claras mímicas receptivas para el más despistado observador, se expresaba con arrugada intolerancia, sin lugar a dudas, de su rostro compungido, expresivo de pensamientos atorados, prestos a abandonar la cavidad craneal, para sepultase en el fango de la maledicencia enlodazantés, de un rio deseoso de dejar su cauce encrespado con residuos fecales, para engarronar con odio retenido la sepultura andante del Maestro.

Ladeó Platón, y con él Adrasto, con presuroso desespero, el caminar del maestro ya de por si tosco en su andar, donde afloraban sin tregua, no fantasmas, porque él era parte de ellos, sino las hipócritas realidades encajonadas como momias, que vagan lamentándose de la decisión de haber decidido ser. Llorares interminable que en los infinitos espacios, de la interioridad de los seres, se esconden sin poder hallar el sepulcro misterioso, de ese vacío ansiado sin sonidos, presencias, pensamientos, donde se anhela, aullé, el deseo de lograr un descanso eterno.

Bajó en gavilla, acompañado de otros galenos en presurosos pasos, el tunante mal habido, desollar la existencia ya escarnecida por las circunstancias, de aquel despojo de toda humanidad, era su exime propósito, quizás con cuanta veleidad en su refugiosa caverna despensante, sin haber conocido el cultivoso hacer de los jardines, que con sus flores adormecen el alma; Había visualizados los sueños grotescos de la ruina definitiva. Ese despropósito velaba sin tapujos en su agotada mente.

Resuellan en Platón, fogonazos candecentes que encandilan, estrujando las últimas resistencia de un batallar extenuante, que ha querido petrificase para hacerse materia inerte, y morir sin renacer. Ofuscación que enardece en una rebeldía que se transfigura en impotencia subyugante, aberrante; Sombrío enrrutar, que acechante se niega a no expresarse, fuego quemante en los insomnios, sin hacer sueño transportador a las esferas del inconsciente fallecer. Deambulan con premeditación, y en desafiante estrujar del alma, que desea hacerse solidaria irrumpen con algarabía desbocada.

Es la infancia que se apresura a develarse en su azaroso andar, se abarrotan los quemantes recuerdos, abrojos que recorren los inmensos desiertos con su arenales, escondiendo los secretos milenarios, deseos que sobrepasaron la imaginación, para hacerse de esclavos.

Asfalto negro, noche negrilla, y esa negritud, como un parche de caraña pegada en el alma, sigue siendo insondable, como un vasto universo que a cada momento, es un silencio inaudible, que por su intensidad se hace irresistible, preñando la mente con instintos que desea saltar, como la fiera domada, que al darse de cuenta del engaño urdida contra ella, transpira por su piel el deseo de la venganza; Hedor, que como el viento desconoce su destino; Busca posarse en algo, en alguien, para defoliarlo y hacerlo objeto de su mismo castigo. En el centro de ese absoluto Negro, continuó estacionado sin poder continuar; Los desechos de esa eternidad se transformaron en su destino, y serán su perdición

Como el zopilote sobre la carroña, deseosa en desespero, dominado por el instinto insaciable de corroer lo putrefacto, que con enervado celo busca ser consumido; Acercase el galeno; Sus ojos desprendían esa luz irradiante, lujuriosa, acechante, y a la vez de mansedumbre empozoñonsa, su olor lo delataba con ebriedad orgiástica. Quedose mirando a aquel portento de despojos humanos, como tratando de asegurarse, de que su presa era realmente la deseada, y buscada; En presurosa acometida, sin dejar posibilidad de escape alguno.

Ya la tarde declinaba, el atardecer de los venados con su eterna sonrisa de colores, que dulcemente arrullan los sentidos, se opacaban a medida que el sol parsimoniosamente, presto estaba a continuar su interminable, y esclavizante ciclo. Bajaba en centellante caer, una gaviota ansiosa por engullirse al ciego pescado, que con sobrada elegancia saltarina, buscaba los últimos rayos del prolijo astro. Momento de desajuste emocional que aprovechó Adrasto, para enconcharlo, y a su lado él, estrujado, pero en alborozada festividad, en uno de los huacales vivenciales, que como sabiendo de su preeminencia, para ponerse a salvo, de los imprevistos de la azarosa correría de una vida, que no se cansa de prologar las nefastas casualidades, han construido en disimulo, y con gran maestría los incansables desposeídos.

Una sonrisa liberadora estalló, sin producir sonido alguno, sino dentro de la adolorida alma del Maestro, pasó su mano suavemente por los cabellos del audaz joven, aturdiéndolo de tal manera, que deseo abrazarlo como un padre, sentimiento que en ningún momento de su vida había pensado existiría.

-Maestro, dijole Adrasto, con un rostro embellecido por la picardía del que sabe guardar los secretos, y comprender sin serle comunicada palabra alguna, las situaciones vivenciales, por las cuales atraviesan esos seres humanos, recluidos en los nichos sepulcrales, aun sin haber muerto físicamente; En varias ocasiones he observado, como cambia su estado emocional, al vislumbrar la presencia del doctor Cosme, presagios agorreros se huelen de entre la vestica que produce el contacto de su cuerpo con el enrrarrecido viento, entremezclándose con sus humores acumulados de odio hacia usted; Conocido son por el barrio sus debilidades, las cuales encubre con su displicencias habituales, queriéndola enforrar en jardines de rosas artificiales, plásticas, tan hediondas como él; Dado no me es, estar comentando la vida de nadie, pero para su tranquilidad, en lo que pueda actuar como paliativo, creo un deber referirle lo que de inmediato contare:

Cuando iba a buscar a Mario, el querido de mi tía, y veía a los zamuros adolescentes, así le decían, porque no les importaba, el tipo de carne que se iban a comer, horadar. Emperifollados unos; Trajeados de manera discreta, los menos; Con vestidos estrambóticas otros, en simbiótica combinación; El objetivo de su estada, hasta las horas del amanecer; Esperar la salida, de algunos de los asiduos visitantes, que en estado de ebriedad quedabasen mirando al grupo, de jóvenes, como si ellos fuesen carroña eligiendo al zamuro, para que se comiese sus carnes putrefactas.

Elegida el ave de rapiña, se iban con ellos, en sus vehículos; Como todo se sabe, en esta vida, es difícil esconder, simular, lo que se hace, lo que se es; Todos estábamos enterados, quienes en estado de ebriedad, soltaban la tercera velocidad*, bajándose de la mula* con magnificencia, después de quedar satisfizo. Los había de todo tipos, el normal que quería que lo cogieran, y san se acabo; Travestida que gustaba estarse bailando, cantando, desfilando, haciendo, poses femeninas; Otros que deseaban que lo enamoraran, besaran, acariciaran, como si fuese una coñita, señorita, y aplazaba la comida carroñera para otra ocasión, pero quedaba lleno de felicidad a la espera de la próxima cita; El que gustaba de ver desnudo y excitado al chamo, sus nalgas, mandabase el carroñoso tronco de masturbada; Acariciadores se satisfacían con sentir en diferentes partes de su cuerpo el falo, terminando por embocárselo; Los menos, desnudaban al adolescente para aconsejarlo, hablarle de sus problemas.

Hubo dos casos, que a todos nos llamaba la atención. Erase el de un prospero, dinámico, audaz abogado, de complexión delgado, alto, bien parecido, que enloquecía a todas las putas, llamabalen guevito de oro, porque no había puta que no quedase satisfiza, luego de haber estado con él, más aun no le cobraban, a sabiendas que el tío ganaba un realero, gastabase tronco de nave, y vestía impecablemente.

Una noche saliendo del prostíbulo, se dirigió a Hermes, mi amigo inseparable, afamado por su órgano, cuerpo, hermosura, discreción, e invito a que dieran una vuelta en su vehículo; Pasmado Hermes titubeó, pero nunca pensó que fuese para apagar una pasión, se monto a su lado, y raudo el abogado en su efervescente dialogar, de entrada le espeto una hablada Cantiflerica
-Mira Hermes, el cuerpo es el sepulcro del alma, y por consiguiente, el alma no está en él, como un elemento informador, sino prisionero; Pero la realidad es, que el cuerpo es una resistencia, opuesta al esfuerzo y voluntad del yo, mismo.

Se ha elaborado, una minuciosa fenomenología del cuerpo, en tanto que lo que mi cuerpo es para mí, a diferencia de la objetividad y alterabilidad, en principio de cualquier cuerpo, como tal. El cuerpo, aparece bajo tres dimensiones ontológicas; En la primera, se trata de un cuerpo para mi, de una forma de ser que permite enunciar “Yo existo, mi cuerpo” En la segunda dimensión , es para otro, o bien el otro, es para mí; Se trata entonces, de una corporeidad radicalmente diferente, de la de mi cuerpo, para mí; En este caso se puede decir, que mi cuerpo es utilizado, y conocido por otro, pero en tanto, que yo soy, para el otro, el otro se me devela, como el sujeto para el cual soy objeto; Entonces yo existo, como conocido para ti, en forma de cuerpo.

Mete el carro, en un montecito de la autopista, frenase la valiosa nave; Agarrase del falo de Hermes, con una desesperación de siglos retenidos; Se va, el Hermes sin muchos miramientos, regase el alabastrado docto, el semen vivificador, en todo su rostro; Bajase el pantalón, interior, toma el palo encendido, empújaselo sin compasión, en su ano, bambolease como si fuese carne trinchada en fuego, que quiere incendiarse; Ya de tanto darse, sin darle oportunidad a Hermes de reconfortarse; Pide esté clemencia, sin ser escuchado, trata de zafarse, del anillo que aprisiona su órgano, lo aprieta el doctor, con más tenacidad, agárrale con los brazos, como si fuese pega-loca; Hasta que el cansancio, desahogo, logran vencer al titán.

La contraprestación fue tan aceitera, que Hermes asedió a su único requerimiento, de seleccionarle cuando él necesitase, un adolescente-zamuro, y enviárselo a su apartamento de soltero, ese hecho le prendió el bombillo a Hermes, para definirse en el mundo de los negocios, quizás el más lucrativo. Se recuerda, que en son de broma, en una oportunidad le hicimos referencia de la conversación, y usted con cierto enfado nos dijo.

“Lo que expuso, el señor abogado, son teorías de los filósofos griegos antiguos, de las diferentes concepciones, opiniones sobre el cuerpo, alma, y el sexo; Uno de los filósofos que se oponía con su teorías, al amor entre los hombres, era Aristóteles, pero como sucede siempre con los hipócritas, moralistas, resulta que su querida Erpiles, mujer de una belleza extraordinaria, pero que su pobreza la llevo a la puteria, hasta que se empato con el filosofo, cuenta ella, que además de su mal aliento, frialdad e impotencia en la cama, su cuerpo repugnante, su egocentrismo, fue amante del tirano Ermías, y de uno de sus esclavos, de belleza excepcional llamado, Mirmice, al que inicio, como dicen ustedes, desde su adolescencia como zamuro”.

La otra referencia que deseo hacerle, involucra al santo-doctor, que sin querer ser imprudente, usted le teme; El porqué, realmente desearía no me comentara sobre ello; Lo verdaderamente importante para mí, y está demás decirlo, que no se repita la conversación, la razón es obvia, cinco personas han muerto en circunstancias inexplicables, todos ellos fueron parte de la orgía, tres zamuros, y dos médicos, sus cuerpos lacerados por las torturas aparecieron casi simultáneamente en la zona del bajito, entre los basureros.

Los tres médicos contrataron los servicios, de igual número de zamuros, se fueron a la casona del doctor Cosme, que como es sabido, es inexpugnable, esa misma noche ejecutaron a dos de los zamuros, y uno logro escapar a nado, refugiándose en la calle de las putas; Esa noche nos encontrábamos Hermes, y yo, de parranda en casa de la madame Safira, avisada de la llegada del fugitivo, el cual era uno de sus cabrones, hizo que lo buscaran y escondió en uno de los sótanos, que tenia salida al lago, llegado en estado de crisis el joven, no paraba de hablar, en ocasiones divagaba, lo cual sometía a dudas lo que contaba, más aun tratándose del personaje, y en realidad yo no le creía un ápice de lo que expresaba sobre el doctor Cosme, en razón de que conocía, o pretendía conocer a las carnes de carroña que se ofrecían; Hermes introdujo la incertidumbre al llamarme a parte, y decirme –Adrasto, estamos metidos hasta los tuétanos, el hombre envía a su custodio de confianza a buscarnos, normalmente los que van no regresan, solo salen indemnes, los que tienen la suerte de que ese día, no sueltan el moño completamente. Los dos médicos perecieron en un accidente de tránsito, saliendo de la clínica del doctor Cosme, se les avino enfurecida una gándola de combustible.

Dentro de la Bulka reposa la humillación, los complejos, las intolerancias; Guardados están, con cobardía ancestral. El alma de los seres humanos se hace cobarde al no aceptarse, tal cual es.

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