miércoles, 15 de junio de 2011

Tres Deseos - Capitulo II

Volver, regresar, donde me albergaron desde el nacimiento; Presentía con cierta angustia, que en esa temprana edad, algún acontecimiento, escarnecedor, agravioso, vivido, se ocultaba, con latencia disimulo, en mi mente. Mi transformación la mantenía oculta, el aprendizaje en las calles, me enseño una de las reglas de oro, que debe mantenerse para sobrevivir; Hablar, lo menos posible, escucharlo todo. Al noveno día, mi tía, me informó, que por la carencia de espacio, necesario era para dormir, lo hiciera en un mueble, que en sus mejores tiempos debió de ser un sofá, y se libraba, a partir de las diez de la noche, hora establecida, para cesar la venta de cerveza, apagar la estruendosa música, y cerrar la inmensa, vetusta puerta, que con tronantes crujidos, recordaba su vejez.

Una de las obligaciones que se me impuso, fue la de levantarme a las tres de la mañana, para ir al mercado principal, a realizar las compras de los comestibles, para las comidas de encargo; Lo cual me causo una gran alegría, que no expresé, era como obligarme a ir al cielo, lo conocía en demasía, mina para mendigar. Por que, más se apiada del miserable, los que hacen sus compras en el mercado público, que los que las realizan en los suntuosos, lujosos, centros comerciales.

En el mercado, se conocen todos los sucesos ocurridos, en la cuidad, chismes, murmullos, intrigas, enredos, pendencias, menudencias, desvaríos. Lo más relevante de lo acontecido en la vida nacional, y en el mundo, adobados, abultados, con el ingenio, la mímica expresiva, magúllela, los movimientos corporales, exagerados, encarecimientos furiosos, díscolos, pronunciación de palabras con zumbadito, cantadito, ¡eis, er! los insustituibles coños, vergas, que sirven para desollar, escoriar, querer, amar, adorar, altisonantes, apasionamientos, engrandecimientos, hinchados, palabras obscenas, que encajan para explosionar cualquier estado de ánimo, emoción, deseo, sentimiento; Tomando partido por uno de los protagonistas de las noticias, o bando, como si se tratara de un asunto de afectación personal, familiar, de vida, o muerte; Así es el pueblo, porque su solidaridad es llana, sincera su opinión, al transmitir lo que siente.

Los olores de las recién llegadas frutas, hortalizas, legumbres, carnes pescados, embutidos, frituras, sopas, asados, pasteles, mandocas, empanadas, arepas, chicharrones, se solidifican en un solo aroma, donde es imposible distinguirla.

Los vendedores con sus tarantines, movibles, armados, desarmados, diariamente, como si fuesen un rompecabezas, lo cual pueden ejecutar en un santiamén; Cientos de chucherías, juguetes inverosímiles automatizados, televisores de última generación, neveras, lavadoras, perfumes, hierbas para la santería, esculturas de los caciques, que no se sometieron a la conquista de los españoles, Guaicaipuro, Tamanaco, la diosa María Lionza, el Negro Primero, el doctor José Gregorio Hernández, que sin la anuencia, autorización del Vaticano, es venerados como Santo, cocinas, armas de todos los calibres, equipos de sonido.

En toda esa confusión, entre la modernidad traída desde Colombia de contrabando, procedente de los diferentes lugares del planeta; En esa agitación de cientos de seres humanos, me desempeñaba como si hubiese nacido, dentro de uno de esos guacales, donde se agazaparán todas las maldades, audacias, vicios, corruptelas, argucias, resignaciones, amistades, cooperaciones, lealtades de los seres humanos; Fueron los salones de mis enseñanzas, prolijo hervor, nidal de tragedias pretéritas, pensadas, soñadas, estimuladas, deseadas, imprevistas, espontaneas, fortuitas, incompresibles, retenidas, deslizadas. Piedra atada a un cordel, para ser levantada por la tormenta, en el más inesperado momento, bejuco enterrado en la mente, hoguera andante, sin estruendo angerónico, silencioso, ángelus diabólico, glotonería pasional, muralla de tristezas. Con mi rostro compungido, trazado por el simulado enojo, me levantaba, aseaba, y partía a disfrutar mi libertad.

El amante oficial de mi tía, Mario, decidió divorciarse de su esposa, para casarse con ella, ya los unían los dos hijos varones; Él procedía de una de las familias pudientes, con apellido de tradición, abolengo. Trabajaba como gerente de una cadena de almacenes, los más famosos de la ciudad; Alquilo una mansión en las riberas del lago, compro muebles nuevos; La vivienda de la calle Palón, a su vez fue alquilada, pusieronle de condición a quien la regentaba, que se me permitiera, continuar viviendo en el ático, pagándoles el alquiler, con los servicios que ya les realizaba, a mi tía; Me sentía feliz, por primera vez gozaba de privacidad, tanta felicidad producían desasosiego.

Una tarde, se presento Mario a su mansión en las riberas del lago, antes de la hora acostumbrada, eufórico, acompañado de varios de sus amigos de la infancia, que a medio palo, cuando en verdad se disfruta la ebullición de la ebriedad, traían varios bocachicos ya preparados, adobadas, rellenados con frutos del lago, verduras de los andes, para ponerlas a asar, en una enorme parrillera, bajo las copiosas, elegantes palmeras. Vehemente, lleno su corazón con intensidad afectiva. Al entrar a su dormitorio, estaba mi tía, en plena faena, con dos adolescente, en la cama matrimonial; No era la primera vez, desde su convivencia adultera, en el barrio se comentaban a voz pópulos, sus andanzas insaciables de sexo, siempre con jóvenes. Enloqueció Mario, pero su locura, no fue de ira, se entregó desbordadamente, definitivamente al aguardiente.

Mudase para una pensión, en el mismo centro, cercana ella, al aposento donde vivió sus momentos más felices, en la calle Palón. Iniciaba su faena alcohólica, a partir de las tres de tarde, dejándoles a los empleados de su confianza, las obligaciones inherentes a la gerencia, y cerraran a la hora establecida, las siete de la noche; Pronto se dieron cuenta los dueños, en varias oportunidades lo aconsejaron, tratando de no perder a tan eficiente gerente, y apreciado amigo, pero como dice el refrán; Más jala un pelo del papo, boño o vagina, que cien bueyes juntos; Él estaba enajenado, por el amor de mi tía; En varias ocasiones, había tratado de que se reconciliaran, hasta el momento que se le apareció un abogado, contratado por ella, para proceder al divorcio.

Mario, poseía una abultada cuenta bancaria, dos casas, y otras propiedades, finalizado el divorcio, se hizo la repartición.

Termino por perder el trabajo; Mi tía, parió una hembra, del joven con quien se encambrono; Y, de ahí, en adelante, fue como deslizarse el pobre hombre, por una pista descendiente, montado en dos patines marca Winchester. En una ocasión, la dueña de la pensión, donde vivía Mario, llamo a sus hijos, para informarles, que tenían que llevarse a su padre, por cuanto debía casi un año, del canon de arrendamiento, encima de eso, cada vez que se los reclamaba, estaba como una hora riéndose, y, para cerrar con broche de oro, vivía todo el tiempo borracho, no se aseaba, peleando constantemente con los otros inquilinos; Entraron los hijos a la habitación, jurunguearon todo lo existente, en una caja adosada al retrete, encontraron cientos de miles de billetes, dos libretas de cuenta de ahorro bancario, que al ser verificados sus saldos, casi los hacen infartarse, por la cantidad de dinero en depósito.

Hablaron con su madre, ella con los inquilinos, de la casa de la calle Palón, les había ido de maravilla, los escuálidos salones, los habían emparapetados con cartón piedra, dividiéndolos en cuartuchos, para alquiler por hora, a las putas de la calle; Exigió mi tía, que mi cuarto, en el ático, cambiara de inquilino; Trastocaron mi pequeña habitación, para instalar a Mario; Asignaromen para dormir, el saloncito-túnel, donde estaban los barreños, en una cama de lona desarmable.

La riqueza súbita en el pobre, dura menos que la hediondez de un pedo en un chinchorro, la razón es obvia, se gasta en todas las frivolidades, pendejadas, tratando de imitar la vida de los ricos. En sus almas surge una necesidad irrefrenable, de que todo el mundo sepa, que se posee dinero; Inventaban fiestas fastuosas, rochelas, que terminaban en escandalosas reyertas, ya en varias ocasiones, habían sido citados a la prefectura de policía, por quejas de los acaudalados vecinos; Se deja de trabajar, y el sueño desaparece, como una frágil mariposa.

La huida, se hizo necesidad, no podían mantenerse en una cima, que a diario se desbarataba por no poseer bases, las existentes, eran como las candilejas del teatro, que al terminar la obra, se apagan. El dinero de Mario, sufrió el mismo deslave, apenas una partecita gastaron, en él; En un breve tratamiento para desintoxicarlo, el verdadero problema de Mario, era su amor persistente, decidido a ofrendar su vida, que en realidad no le pertenecía, la permanencia nuevamente de mi tía, en la casa, y la asidua presencia de su amante, aligeraría su carrera desenfrenada, a exterminarse. Es droga el amor, muy poderosa, que lo ahondaba en profundidades Abismales.

Me había convertido, en el consentido del taciturno, incógnito, hombre del mecedor, el maestro Platón, que así lo llamaban, por haber sido un gran profesor, en algo que referían como filosofía; Y de tanto beber, sin saberse el por qué, perdió la sobriedad, familia, trabajo, estima; Frenando definitivamente, e instalándose en los predios del mercado, donde su sabiduría lo convirtió en oráculo, disolvente, sentenciador, para resolver los problemas cotidianos; Los mayores siempre terminaban, en muerte, mutilaciones.

Inframundo, que alberga, aglutinan, todos los declives, que pueden operarse en el transcurrir de la existencia, de los que nacieron para ser miserables, y los que se hacen, por propia voluntad, o carecen de ella. Sobreviven cada uno, dentro de su mundo, sin más tormento, que alimentar, que su vicio, fantasía, opresión, obsesión, fuese está, de cualquier naturaleza.

Existía, una gran similitud entre Mario, y el maestro Platón; A ambos, los desbaratos un problema, prendiéndose de ellos, con perturbación inaudita. Mario, atraco en los bares del malecón, donde se albergaban los iniciados, en los secretos de las miserias humanas, prevalece en ellos, las misteriosas necesidad de la locuacidad, hablar, contar, expresar, darse a conocer lo que fueron, son torneos, que siempre terminan hablando alborotadamente, todos al mismo tiempo, sin decirse nada al final, recordar sus infancias, adolescencias, adultez, esos momentos donde se fijan las imágenes como en un film, que nos da la idea de una brevedad en la vida, sintetizada solamente en el comienzo y final de los actos ocurrenciasdos, lo cual los conduce inevitablemente al llanto.

Platón, hizo arribo forzoso, en el mercado Principal, tenían el mismo objetivo, suicidarse con lentitud, viajando constantemente en naves de ilusiones, donde desaparecen las enardecidas realidades de la vida, transfigurándose en un éxtasis, en hacha de fuego, que al no dejarla apagar, navegan hasta llegar al puerto, donde ya se deja de sentir, sufrir.

Me encomendaron cuidar a Mario, estar pendiente a las puertas del bar, donde acudiese, para trasladarlo a la casa; Salida, que siempre era lastimosa, sacaba fuerzas sobre humanas, para poder arrastrarlo, ocasionalmente, algún conocido ayudaba en el caótico transporte. En una ocasión, Mario se detuvo, en unas de las banquetas del malecón, quedose mirándome, como si fuese la primera vez que me veía, hizome seña, que me sentara, a su lado, sus ojos hipnóticos, adormecidos, narcotizados, despedían un magnetismo aletargados, sin fingimiento, ni disimulo, me dijo.

< ¡Fui engendrado por la noche, sin el concurso de ningún ser humano! > Soy la venganza, y el castigo, nadie escapa de mi poder, dirijo el destino, premio al virtuoso, y destruyo al soberbio. ¡Castigo, a las putas infieles, porque, doblemente son putas! Hago, que concluyan sus últimos días, pordioseando; Pasoles al lado, y les digo; Si te vi, ni me acuerdo.

Conocí, a la agraciada, provocativa hembra, en el bar El Coral, antro de envenenamiento del alma, y del cuerpo; Esa primera noche, dormí encamado con ella; Entre mis normas de putañero, la principal era, no hacer amistad con putas; Pero, la picada fue emponsoñonza, infesta; Porque las mañas, inteligencia, maldad, de las verdaderas putas, es superior, a la de cualquier ser humano.

¡Localizado un intersticio! por donde descuartizar el alma, y la carne, del iracundo enamorado, dejan únicamente los huesos, y pellejos, para que lentamente, él mismo, se suicide. Escupida el ánima frutal, del alebrestado falo, sin dejarlo pasar, ni una cuarta parte, en su recinto vaginal. Porque, de tranques vulpinos, genios son, fierecillas engendradas, en el mismo inicio Primigenio, por Tártaro, Caos, en el mismo huevo incubado por la Noche, de donde escapó Eros, protegido por el infinito Nigredo, cubriendo con la negritud todo lo existente, en su hermana Tierra.

Ya, la substancias de ellas, se presentía venir, en los tiempos aun no comenzados, para dar a entender, que su orificio huecal, existencial, guerras desatarían, legiones de esclavos tendrían.

Todas alegan, jurando por la Virgencita, de hinojos, con lagrimas que ríos hacen, que poco han sido trajinadas; Dicente ¡Que me atormenten, en todos los Infiernos, si mi mente, pensamiento insano ha asomado! Pero, con la astucia de su padre “EL DIABLO” Van hiriendo, como las horas transcurridas, y con la última te matan. ¡Y, si te atreves a refunfuñar! el enloquecido Caos, agitado con su fusta ciega, que se le va y viene, de tan arduo trabajar ¡Exclaman con serenidad de estatua! < ¡Poco te importa el gran dolor, que me causa tu verga descomunal! > Y, uno de maricon, se traga la píldora, sin liquido alguno, bajase el rolito, esconde su cabecita, casi desapareciendo, refugiándose lo que queda, entre las desmedidas bolas, acrecentadas en la vejez con insolente desvergüenza, por haberlas mantenidos acurrucadas durante tanto tiempo.

Momento donde la grandísima puta, comienza su derroche de lagrimas, entre ayees y suspiros. Porque como dicen, desde la más remota antigüedad, lo más grandes sabios, eruditos < ¡La puta, es un demonio, con forma de mujer! > Tienen su veneno en el alma, por fuera son encantadoras. “Uno piensa” ¿Cómo no he poseer esas caderas, y esa vagina, si no hay, ningún engarce en el futuro? Es allí, donde se cae en el infierno; Lo que piensan, nunca lo hablan, lo que aparentan, no lo hacen, trata uno de calmarla, erguido el pecho, por el piropo recibido al fálico organito.

¡Tres veces negado seré, antes de que cante el primer gallo! Dijo, Jesús Cristo; Así, sucedió; Tres veces fui a la Catedral, a implorarle al Señor; Pero ya el pacto, al igual que el pobre doctor Fausto, estaba firmado. Montado en la mula, lo que queda es abrevarla; En convencimiento, seguridad, que tan esplendorosa equina, me conduciría por el camino real tanta veces buscado, y en establo seguro terminaría mis días, porque la casa, no es casa, dicen los sabios, los profetas, si no hay una mujer, que te quiera; Un hogar, no lo es, si al despertarte, no absorbes el inigualable aroma, del amor de una mujer. Anduvo erguidita, hasta la mitad del camino. En ese breve andar, no me cansaba de horadar, primero con el falo, sus labios verticales néctar hirviente de la mora que pegajosamente se adhiere; Luego al comenzar a pistonear, el traicionero, autónomo, escurridizo pene, imponíase la utilización del órgano lenguaz, saboreando los ácidos bicarbonatados. Nada vale contra ese reptil indefinido, con forma humana. La verdadera puta, es como la hiena, insaciable en su hambre; A medida, que mas me emponzoñaba, con premura siempre excusa tenia, comenzaron a rodar las falsas lagrimas, risas, luego las mentiras; Ellas las guardan en el mismo cajón, tal como si fuese un televisor, con control-remoto, para cambiar a su antojo los canales. Sus ojos son como un sol eclipsado, que deja brevemente de alumbrar, para luego hacerlo, con más arrechera, hasta quemarte.

Así, caí en la trampa, comencé por deshacer todo lo hecho, le fue fácil hombrearme, con sus duras carnes, su batidora lengua, que si, el cielo existe, las cucas de las verdaderas putas, es el preámbulo, para llegar a él. Lomito tierno, piel suave como las telas de algodón; Tetas duras, coronadas por un eterno clavel rojo, siempre naciente; Manzano culo, baboso molusco, valiente aguante sin chistar, que tritura con su contorsionar; Caderas sobresalientes como los muslos de la fina yegua; Piernas sin arrugas, estrías, venas azuladas, ni olor a viejo, que dejaba en agotamiento precario al mal trecho falo, cuando lo desease, torciéndolo, retorciéndolo, estrujándolo, bamboleándolo, oscilándolo, sin darle tregua, descanso, desbarajuste, taladra, perforar, mamar, anarquía, que no permite división, cruce, escape.

De modo que me divertía, a cojones batientes, como las velas de un barco, en el océano Pacifico, cuando esté se emputa, desafiando, tragándose, defashaciendo, todo lo que se le atraviesa.

La transgresión, se hizo amor endiablado; Ya le era inevitable mentir, es ahí, cuando comienza el verdadero engaño, urdir, hacer madejas; Uno niegase a escuchar las verdades, que son más que evidentes, termina amistades, hermandades, los desfolla. Piensa -El hijo de puta, quiere cogérmela- ¡Desmadrado! Sabido es que las putas, tienen en la boca miel, que es hiel, en las manos un rosario, que es una pistola. Sin úntame vaselina, para que rodara el coñazo, y mentol Davis, para no hinchar las venas, sin ningún acobardamiento, brincando como una yegua salvaje, relinchando, la consigo atosigada, con un guevo en la boca, y otro falo aprisionado en su culo, y para acabar de escopetarme, de dos niños no salidos aun de la adolescencia.

En mis adentro, se arremolino una tormenta, pero ya mi voluntad, no me obedecía, era de ella; Tramoyando la tempestad, me la hizo suave, sin viento. Apenas balbuce ¡Cuaima!; y, con la dignidad, del apestoso, pestilente, repugnante, la perdono, sin sentir furor, fiereza, indignación; A partir, de ese momento, quede sellado, como el pobre Caín. Es un estado anímico, donde ya no existen, los valores elementales, decencia, respeto, fortaleza, resistencia, hacia uno mismo, sé es, un cadáver insepulto.

He sido un insecto desde mi nacimiento, tunante miseria deseada, servilismo rallante en la esclavitud, encerrado, atado en esté laberinto. Mi mujer, hijos caricaturas crueles, diabólicas; Aparentemente mi muerte resolverá sus problemas, nada más falso, porque el verdadero problema, es esté mundo de egoísmo, soledad, traiciones, inhumanidad sin sentido.

Un día me desperté Adrasto, sin saber que en mi mente sería el último normal de mi vida; Lo deseche como lo había hecho con todos los demás, sin darle importancia, deseando terminara, para que llegará el otro, en esa ansiedad que martilla buscando la nada, sin esperar ninguna realización.

Al despertarme en la madrugada, un titánico cansancio me agobiaba, como si todo lo experimentado, se hubiese convertido, concentrado, en algo solido, sobre mi cuerpo, impidiéndome movimiento, arrastrándome logré entrar al baño, en los espejos se reflejaba el cuerpo, en mi rostro grandes tumoraciones, de donde se desprendían escarchas de infestas purulencias, sobrepuseme, continué observándome, poco, a poco, me fui dando de cuenta, que mi rostro era el mismo, decrepito, envejecido, corroído por las enfermedades. Con tenacidad se asomaban como si fueran las arenillas de una playa, todas, y cada una de las marrumancias que había cometido. Pero igualmente aflorando con ellas, las enseñanzas guiadas por una conciencia, para darme cuenta de que mi monstruosidad verdaderamente, se alojaban en mi alma, permitiéndome juzgarme como humano, en posesión de sentimientos, del miedo que es esencialmente lo que nos hace vivir realmente, darnos cuenta que existimos en un estado único, privilegiado, que es el de poder respirar, porque mientras lo hagamos existe un futuro, no importa su naturaleza –

Calló, quedose mirando el lago, las olas se estrujaban, violentamente contra el malecón, como si trataran de imitar a Mario, en su locura. Ruidoso atronar, para deshacer la mole de concreto armado, que frenaba su baile ondulante, sin conocer el propósito. Llegó, la marea baja, el lago sereno traslucía serenidad; Contrastaba, con el incendio perpetuo de Mario en vacuidad, desollar el alma, desahogar su mente, le permitió por esos minutos ser nuevamente, el loco racional que somos todos los que actuamos, de acuerdo a las reglas.

Dijomé, con un rostro lastimoso -Adrasto, como ansió los días de mi infancia, todo me era dado, amor en demasía, cuidados, estudios, viajes, tantos que en la inconsciencia de la adolescencia, uno se revela con odio hacia esos seres humanos, que lo sacrifican todo por hacernos felices, es la única etapa donde en realidad se vive, porque desconocemos la existencia de la vida. La serena soledad del alma, invita al sueño último, verdadero; Un solo acto de voluntad, y todo queda en el olvido en esa nada, a la cual nos dirigimos, sin atajos, abatiéndonos, acechándonos, rodeándonos, para luego apretarnos, sin sorpresas que alegar, porque toda Ella, está anunciada desde el nacimiento, o quizás siga con nosotros después de la muerte, en esa peregrinación, la cual nos está vedada conocer, en esté breve transitar terrenal, sabemos, marcamos los sufrimientos, dolores. Los momentos felices, no los apreciamos, guardamos, y como si fuesen, carbones ardientes, le huimos. Solo Dios, sabe la verdad.

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