Apareciese Rametratus, el gran dios, develado por las inmortales medusas,
de andar sinuosos y palabras ya dichas en un pasado sin existencia: me dijeron –Todas
las cosas tienen un arranque que, por sí mismo, es suficiente; sin acordada
ayuda de otra cosa, así lograras multiplicar infinitamente tu poder, pues de
otro modo, se echaría a perder y quedaras guindado. No sólo han vivido los
humanos de falsos dioses, sino también de su falsedad ancestral; ellos, los
dioses muertos, fueron creados por los humanos a su semejanza. Sus doctrinas,
al igual que la filosofía y todos sus derivados, son el verdadero antro de la
especulación, se afianzan en busca de un último fin ¡Imponerse a como dé lugar!
La filosofía es la madre de la ociosidad y los filósofos sus hijos. La verdad
es siempre sencilla, por eso los filósofos la entrapan ¿Acaso, no les he dado
hacerlo? La locura marca su huella y esta es la de los enredadores, entendible
para los que poseen su misma capacidad. Es fácil para el marañero, saber lo que
lo mata o hace fuerte. Para los mentirosos no existe el remordimiento ¿Para
qué? Dios existe, porque existen los hombres y sus intereses noveleros. El
hombre nunca ha elegido su verdad, siempre se la han impuesto y el mejor medio
para subyugarlo es su miedo durante su vida. El loco no sabe de tragedias, es
él la malaventura. ¿Acaso, puede ser y
pensar sistemáticamente el demente, o quizás es al revés? Es el privilegio de
ser demente, sin aceptar que lo es
¿Habrá, un solo ser humano que se ufane de no ser loco que no sea un
comediante?
Canto inmediatamente la Turba, que coro que se había formado: Maestro, si
tú empiezas, nosotros seguiremos, que de ocio vivimos, alabanzas y jaladeras
que, para llegar a superar al maestro, adhesión incondicional debemos pregonar.
Contestó Rametratus -Sabed todos
cuantos buscáis el arte de la maraña para hacerse del poder; que la verdadera
tintura verde, jamás se puede hacer, sino no es a partir de la Piedra enmantada
de marañas; y, para que no echéis a perder vuestra alma, ni vuestros billetes
verdes y para que no sobrevenga tristeza a vuestros corazones, yo os aseguro, y
recibidlo de mí como maestro y dios vuestro que soy, que si no transformo está
esperanza verde, en dólares verdes, me os comprometo a dejar de ser Maestro de
maestros; y dios fenecido seria, por el rencor y olvido. ¡Ea! pues, tomad la
maraña, lavémosla y hagamos circularla, que todo es mercadeo y corrupción.
Apareciese Agradiel, el narco-lavador,
con rostro compungido y cizañando una estocada, pronunció tan devastador
pensamiento: La llave de cualquier poder es el arte de blanquear que, no solo
es proveniente de los enjambres adormecedoras que dislocan la mente,
haciéndonos viajar por los mundos deseados; sino también de todos los que están
enchumbados y embutados en los mágicos negocios que depara la ambigüedad del
mundo globalizado; la solidaridad con los mundos de los pobres, que no son otra
cosa que la cantaleta de prodigarse marañas haciéndolas aparecer como
invenciones de nuevas doctrinas; las fundaciones, para protección de cualquier
cosa, organizaciones de los derechos de tutilimundi, menos, de los seres
humanos, abandonados del mundo, dichosos ejemplares de laboratorios, para la exposición,
más no para resolverles los verdaderos problemas.
Replícale Armanis, el actor cizañador: ¿Qué, es aquello que corrompe y a la
vez la renueva? No es otra cosa, que las ideas de los sabios, doctrinarios y
politólogos que, a través de inalcanzables siglos han podido prever que todo es
lo mismo, en su esencia, que, no es, Ser o no Ser, simplemente es Estar y
Hacer, formas, ilusiones engañosas, dibujándolas, deshaciéndolas y
adaptándolas; porque, al igual que la serpiente, solo es menester mudar el
cuero que el veneno sigue anhelando ponzoñar: La naturaleza se regocija con la
Naturaleza; la Naturaleza supera a la Naturaleza y la Naturaleza contiene la
Naturaleza; y, el ser humano solo tiene una Naturaleza: Dominar. En estas
palabras, están contenidas todas las historias; no busquen la quinta pata al
gato. Por tanto, dejad todas las cosas superfluas y toma los sabios consejos y
congélalos; solo así, el cuerpo, el espíritu y el alma, harán brotar la
esencia; los dioses, a su tiempo, que ellos dependen de tu audacia
incondicional y marañera.
Dijo Ariétatelo, el lingüista: Sabed, que hay muchos que hablan
enmarañando, de diversas maneras; pero la verdad no es más que una sola cosa,
que está en los excrementos y se le conoce, por su textura: Yacer los muchos
con los machos y de ellos no surgirá ningún fruto, porque aquellos que plantan
abrojos que no fructifican ¿Qué ha de durar su trascendencia? Muere el dios por
el olvido y surgen otros que, igualmente se les antoja que son inmortales,
porque la ofrenda siempre oculta la desnutrición mental de los secuaces.
Mi infancia, se convirtió en una mudez del alma, en peregrinación llena de
odios sin expresarse, furia avasallante, enlodada en jagüeyes, sin poder andar;
encharcados en reminiscencias que dejan marcado para toda la vida, que se hacen
látigo, azote rígido y recio, descreído e inconsciente como la llanura, el paramó, la selva y las ciudades,
que albergan el encadenamiento esclavizanté para no volverte a soltar, desvarió
trastórnate. Con el ahincó de la locura, dios que rugía, me afinque a
demostrarme mí hombría en la naciente adolescencia. Mi primer amor, sin serlo,
selló con esclusas inamovibles, las bóvedas de la compasión en mi alma, solo
objetos sexuales deseados, odiados, despreciados; locuras avasallantes sin
misericordia, tempestades que horadaron el alma; rayos sin luz, noches sombrías
abrumado por su permanencia; escape urdido en busca de mi anormal realidad que,
solo huía buscándose sin hallar la otra parte que vivía en mí, deseosa de
escaparse y dominar
Una sola mujer, en mí vida, fue suficiente, para que quedara saturado todo
sentimiento de amor, mi Abuela: un rayo, negro, fantasmagórico, desprendido de
las profundidades de la tierra, atravesaba todo lo que encontraba y sobre ese
rayo, cantaba sin pronunciar palabras, solo mirando y bailando, estaba ella,
solo fuego que se cubría con rosas
negras, que dejaban ver su voz; se posesiono en un valle azul, el
parpadear insistente de un rayo sin elocuencia, se encajaba repetidamente en
los cielos, desafiando al sol que se extenuaba ante su belleza, haciéndose una
acuarela indefinida, con el rojo de sus boca y sus tristes ojos; de sus
palabras, no pronunciadas, pero imaginadas, se asomaba una tempestad que se
abrigaban en mi existencia, haciéndome explosionar rumores en mi corazón, que
se dejaban oír en carrera sin andar; la guarde con cerrojos, después de atarla
para que no se escapara, pero el capturado en sus redes fui yo; se hizo humo
liberado, sueño amodorrado; y me hice ave de carroña, en busca de mi esencia;
me eleve a los cielos, dormite entre las navegantes nubes, miraba sin ver, y en
ese devolverse fui comprendiendo a las mujeres; callado me hice con ellas,
porque toda conocimiento sobre ellas, es dado al degaste de la misma vida. Y,
¿Qué es la vida sin las mujeres? Jardines que nunca dejan de serlo, preñeces en
la mente irracionales; delirios como las olas del mar sin sentido, alocadamente
buscando un fin sin darse de cuenta que esa locura se encierra y niega, toda
posibilidad de intrigar algún escape. ¡Caminar sin conseguir el sendero! ¡Y!
ahí permanecí entumecido, las fragancias de los rocíos deambulaban, se hacían
insignificantes, ante ese sentimiento que nació para no dejarse morirse, sin
decirlo; para arrullarme en los sueños inconscientes, que me han acompañado con
sus sombras devastadoras. Luego quise volver hacerme, pero los tiempos humanos
fenecen.
Buscando otros mundos de poder, busque a Satanás, porque Satanás
presentándose como Sombra, de sus labios se fraguaban balbuceantes sonidos,
henchidos de llamas codiciosas y lascivos humos que despertaban el alma, en
frenéticas contorsiones; fijaba sus hermosos ojos verdes acrisolados con
amarillosas y anaranjadas pinceladas que acribillaba mis ojos y el cuerpo y el
alma recobraban su vigor y me sumergían en notas voluptuosas; así, para
comprobar que se estaba comunicándose, enfatizaba ciertas palabras por encima
de otras, haciéndose chasquidos que adormecían el entendimiento, y me
aconsejaba éste o aquel pecadillo, de pocas importancia; casi siempre resistía
tales tentaciones, pero al aumentar los años, crecían en fuerza y malicias, sin
dejarme pegar ojos, presentándose con tan bellos sensualidades sus
insinuaciones, que me hacían asomar una díscola sonrisa, la cual disfrutaba en
silencio.
Con la entrada a la cofradía de la Santería, apadrinado por mi padre de la
isla de la felicidad, se multiplicaron las insidias y las seductoras borrascas.
Hasta el día que vi el rostro y cuerpo de Satanás; desde ese momento comenzamos
un dialogo. Llegaba a muy tempranas horas del amanecer, sentabase en la
poltrona de cuero, con variedades de funciones, la cual tenía adobada a la
pared de mi cuarto, frente a la cama; mirabamé fijo, sin pestañar; en el
crepúsculo matutino cuando los colores comienzan a configurarse, dejando atras
su tonalidad tenue, podía apreciar su completo contorno; su belleza era
terríficamente bella, de una hermosura monstruosamente deseada, el rostro
ovalado con la perfección de una Tuma labrada por Lilith, la primera mujer de
Adán: -te abandono casto hombre porque careces de condimento y el más
desazonado de los diablos es preferible a ti-; en ella, en la Tuma, estaban
contenidos los colores primarios, que se conjugaban como un volcán en erupción,
en su máxima efervescencia; resaltaban, sus vivaces ojos de múltiples
tonalidades, acrecentando su indefinición a medida que la luz se posesionaba con
majestuosidad inescrupulosa de la habitación; su esbelto cuerpo desnudo esculpido
con la magnanimidad de la voluptuosidad despertaba todos los instintos procreados
en los seres humanos.
Un buen día, se dirigió Satanás, en un tono completamente audible,
desechando los convencionalismo y la distancia que manteníamos, encandado y encantado
nuestras relaciones -No quiero que ensordezcas con tantas salmodias; levántate,
camina por los jardines, escucha el canto de los pájaros; cuando los lirios se
abran y toma sus gotas del roció en el cáliz de una flor- Obedecí, mi corazón temblaba con la
contundencia de la tempestad, luego continuo -¿Por qué te has encerrado aquí,
en esta ergástula, donde no lograras conseguir el camino para extasiarte con
nuestro creador, porque si, Él, no existiera, yo fuese no creado? ¿Por qué
rehúyes? A tu destino, que es ser Héroe, dominar las masas, encender sus
instintos, descubrir nuevos mundos para ser el primigenio nuevo dios, con tus
propios diablos, mundo por descubrirse por ti, donde solo existan arañas
¿Acaso, te lo ha pedido Él? No olvides que a través de todas las creaciones de
los seres humanos, los dioses siempre se han envidiado y matado entre ellos
mismos. Quizás sea rivalidad. Ignoras
que Dios los ha creado para que procreen la raza, vivan su miseria de vida,
disfrutando de los placeres que les
otorgó. La vida que te propones llevar es sacrificio inútil- Sentía, que cada dialogo suyo era como una
inyección de cocaína, haciéndome girar como un torbellino arrasador de los
preceptos imitatorios, hervía mi sangre, como el caudaloso Orinoco, desborrándose
para dar nueva vida y muerte. Todo se me hacía atractivo e imagen de
delectación; me veía sentado en un enorme palacio, por encima del mismo Dios,
con miles de aduladores de hinojos, que no se atrevían a mirarme, pero en coro
cantaban plegarias alabadoras: ¡Salve, rey único del Universo, de los planetas
conocidos y por descubrirse; Corazón de todos los pueblos, de las
constelaciones existentes y en formación y de todas los fluidos que surcan los
infinitos espacios en su eterno deambular, enrancia que busca tu cobijamiento;
eres joven, bello, inmortal y el más grande de todos los tiempos!
Vivía en esa anarquía, en un extasiado rencor que quemaba y el dolor de una
atroz desilusión; cargadas de truculentos rollos, estucos enmohecidos y
codicias avasallantes. Dedique, con ahíncoso reconcomio, al estudios de los
iniciados y profetas; es decir al conocimiento científico-dialectico, en
concordancia con las coordenadas filosóficas esotéricas y la ciencias de libre
pensamiento, condesadas en los estudios progresistas de las doctrinas por
hacerse: pero en este caso y adaptándome a las marramuncias científicas
liberales, no acudí a libro alguno: ¿para qué? seguir con la cantaleta de
escritura, rollos antiguos y revelaciones
Penetre al mundo cibernético, en ofuscada confusión, lleno de esperanza,
en busca de un tutor engendrador ¡GOOGLE! Entiéndase.
Sin petulancia, puedo manifestarles que, ya me había sido debelado mi
futuro, por el gran Maestro, cabeza de perro con cuerpo de hombre; máxima
deidad que conduce por los caminos pedregosos, a los espíritus de los
marañeros, criminales, violadores sexuales y elegidos apócrifos: ese mundo
alfombrado de abrojos descarriados, nacidos sin nunca florecer, embardunados
con la fetidez pestilente de tan simpáticos visitantes. Así, parejamente,
comencé a transitar por los caminos descocados del conocimiento. Previendo no
engarrapatar la capacidad abolsaba de mi cerebro y en procura de una mayor
velocidad, sin desgastes cercenarios de la cilindrada engranada en el corpus
mollera, a una exorbitante velocidad que refunfuñaba en mis arcanas arterias,
tome autopista, abandonando toda posibilidad de volver a callejuelas. ¡Nada! me
dije, o le dije, al bergantín cerebral, obcecado, que navegaba bajo vientos
propios, sin trémulos tangos que le ahincaran las rodillas, en un aguacero de
sentimientos, rokoleros y putañeros. Superados los primeros latigazos, que me
aventó sin misericordia del nefando destino, decidido estaba de llevar a buen
puerto, el engranaje apopléjico sin malograr los sembradíos, que abonados
estaban, y en espera de la cosecha.
Lograda, pues, tan agitada manifestación insurrecta, en reverso de los
principios anticuados, y sin mediar bofetada o contratiempo, dedique a retocar
la maquinaria revolucionaria de mi padre, pero adaptándola a la nueva
sanguijuela mediática; porqué deciame, en mis claras noches, claras por la
sencilla razón, de que no pegaba los ojos en todo el discurrir de su orgullosa
y atolondrada insolencia andariega. Sí existe un hecho notorio que abre las
compactas cerraduras del ambicionado poder y por consiguiente de los billetes
verdes, pero del imperio: la novedad está en la forma elocuencia, triturar,
teatral y entrampada, de la presentación de las gestas épicas, es decir en la
forma, porque en su esencia, la maraña, es y siempre será la misma: estudiemos,
caso por caso, con la pastosidad meditativa del gran Zaratita, el gran elegido
por las turbas de locos sedientes de encofrase en una no entendible disgregación,
pero de dinero, sin necesidad de montaña, ni simbolismo, que esa es una
ranchera en desgastes, que se viene utilizando desde tiempos inmemorables,
cuando surgieron los primeros marañeros.
Dedique, sin tomar en cuenta el desperdicio, de lo dejado de ganar; y con
dilatada modestia acudí nuevamente a mi amigo Google, y en áurica acrinomancia
volantinera, pase dos días con sus noches, sin despegar los ojos de la sapiente
pantalla; repito, no me importo lo dejado de ganar, en esta acrecentada
ociosidad estéril; pero los resultados fueron contundentes, cumpliéndose una de
las profecías de mi dios padre, el de la isla, y en manifestación de la
erección suprema de mi voluntad. Ordenada las apariciones googleras, por orden
de mando y envergadura.
Google a Wikipedia: historias Marañadas desde la más remota existencia
vivencial. Aplicabasé la maquina a joder: historias de marranadas, contestaba:
de tanto juruguearla y juguetearla, y, ya entrando en una de Nerón, psicopática
e incendiaria me di por vencido; dejé, en Tao estático, sin evolución del
Sentido, a la agraciada máquina, y en contra de mis principios aplopejetico en
poltrona camal; acomedí, a dejar transfigurar los exordios virtuales de los
cuales se había alimentado la insuficiencia migratoria de mi mente. Me fue
revelado, sin asombro, ni fanfarria, la Verdad de las Verdades: Estos
principios te han de servir para preparar el camino a la verdad rigurosa y
seria, haz pues el Manual de los Valores Marañeros. Hazlo en un tono tolerante,
diáfano, ameno, debiendo ser un resumen
esbozado de manera muy audaz, de tus heterodoxias filosóficas esenciales, que
se introduzca en los cerebros de todos los seres vivientes, como el cáncer de
medula, caminante envolvente de policromados colores en circundantes melodías,
sin los fingimientos que acechan a los ignorantes y que embelesan la
sensibilidad de los investigadores, cuando va apagando la llama moribunda de la
vida. Este opúsculo, debe ser dado a conocer bastante antes que el libro
capital que concebirás y que pronto comenzaras a redactar. No habrá nada más
sustancioso, más independiente, más malvado. No hay ninguna realidad, ninguna
idealidad, que no sea tocada por tu libro capital, es una declaración de guerra
contra la pobreza de los pobres, de su dejadez, sus ansias de compasión y
misericordia, mediocridad, ingenuidad; la ignorancia, la religión, los sistemas
políticos democráticos; el mal gusto y la degeneración de los principios
contenidos en los valores aristocráticos, únicos paradigmas de grandeza,
triturados y escarnecidos por las masas sedientas de vulgaridad.
Lo que verdaderamente ha de preservar, no es un orden social basado en el
consenso sobre la base de la igualdad, sino la supervivencia y la potenciación
de los individuos exenciónales y fuertes, los elegidos por su superior poder de
voluntad. Lo que es útil a la vida no lo es al orden social, basado en la
igualdad de derechos de todos los miembros del colectivo; generada por un adefesio social signado entre
iguales. La verdad está en el poder de fuerza de cada ser humano elegido, sin
tomar en cuenta el bien o el mal.
Como ya les he referido, la Sombra, o quizás no lo he referido, se deshizo
en tres figurillas que jugueteaban, incomodando mi sueño, ya definitivamente me
sentía vencido. Opte por embárcame, con todas mis vituallas y avituallado, en
el cálido y amoroso Ferrari, obra de suprema sabiduría oroperal, que como las
mentiras gozan de brevedad, tanto como el volátil y sediento polvo del verano,
y en un mar de felicidad sin sus olas, escondidas ellas, en los insondables
vericuetos cavernarios de sus entrañas, donde rugiendo un coro apocalíptico
expresaba: No te lamentes con el fracasado, puesto que a todo el mundo lastima
le da, pero el mordisco de la lechuza no llega a tocar su corazón; y se alegran
otros, adoptando un aire festivo, compungiendo su rostro en el que no hay
sentimientos espontáneos; sino, felicidad procedente de un fingimiento
revelador, de una amistad falsa, pero aduladora, porque a pocos seres humanos,
le es connatural rendir honores sin sentir envidia del amigo que ha triunfado;
un veneno malévolo le carcome el alma al sabandija, se mortifica con sus
propios padecimientos y se arrecha (enoja) al ver la dicha ajena
Las sombras que al comienzo festeaban sin piedad mi voluntad, se unieron y
sin que mediaran sonidos, únicamente señas y sañas, que no eran desmanteladas,
pero quizás maquinadas, empujando en retoños su sabiduría, me dijeron -Para
buscar el cielo no es menester estar soñando, sino todo lo contrario y para
vivir en el infierno solo se requiere ser pelabolas, desquiciado confeso de la
virtud y antojadizo creyente en las leyes, de los legados de la civilizaciones
antiguas, creer en la buena fe de cualquier Ismo que sea practicado “con
organización inventadas, programadas y ejecutadas por corporaciones, estados,
asociaciones(monarquismo, feudalismo, industrialismo, capitalismo, comunismo,
socialismo, cristianismo, mahometismo) y por ultimo me adosaron, y yo endose,
la creencia que todo lo relatado por la historia y los eruditos, sea la verdad
de las ocurrencias ocurridas, sin ningún tipo de manipulaciones.
Que el ocio brinda calma y cordura, ambidiestra y los resultados son
calofriados y chocarreros; y solo se condena por no tener reales o anuencia y
oportunidad para adular, que la justicia, no es que ciega sea, ciegos son los
intereses humanos y sus leños de
ambiciones que se prenden de manera chaveteada, y manos a la ubre, que sacando
la leche es como se obtiene el queso. Sentí, entonces, las olas con sus mantos,
deshaciéndose en los oleajes, elevándose mi alma a los campos donde mana el dinero, sin lograrse ver,
acurrucados en bellas melodías, tintineantes de la acartonada tarjetas
debítelas, que deleitan las codicias y preñan las arcas de abortos.
Busqué como solución, aferrarme enloquecidamente a las doctrinas del Tao y
Buda, de esas fuentes de sabiduría obtuve grandes repuestas existenciales,
llegando a transcender de una manera tan profunda que, logré no solo conocer en
detalle mi vida actual, sino tres vidas anteriores; y escribir el primer manual
de orientación para lograr el éxito: no hay amor físico, el mental es
suficiente; todos debemos buscar al señor anamnesis; todo ser humano es
prisionero de sus ilusiones; la verdadera liberación sólo se logra aprisionando
a los demás; debemos vivir en el infierno y ello solo se logra a través de
Mnemosyne la diosa de la memoria, porque si deseas permanecer en el poder
económico, es esencial que nunca olvides: el pensamiento debe buscar las
debilidades, develar los pensamientos subversivos y ello solo se logra haciendo
que la sospecha sea concretizada, no importando la verdad o falsedad de la
presunción; el amor carnal conduce a la muerte; Dios está arriba, el hombre
abajo. Dios es Dios, el hombre es el hombre. Cada cual a lo suyo, cada cual en
su terreno; todo pasado no deseado es trágico, el presente comedia novelera, y
el futuro, puro humor. El Inversionista se asemeja a Dios, Dios que no tenga
culto y una organización es muerto; el
que no tenga un buen sistema de computación es hombre frito; que las
mentiras son en verdad las realidades que veinte año no es nada, como dice el
tango, y lo corroboran los millones de estafados con los bonos de inversiones,
los seguros de pensiones y vida; cambalache es la vida y se tránsfuga en
esperanza; y si llegáis a viejo, poca monta tiene el recuerdo, del por qué,
acaso no deseaste que te estafaran, aduladores te enredaron, pero ricos
vivieron ¡Igual murieron!
¡Oh, dios de la Isla! Acobíjame en tu ignorancia ilustrada y la arrogante
soberbia. Porque si mediante engaños perecemos, al igual que hemos engañado,
sabido es que la vida es siempre un esperar, sin saberse para qué. ¡Dadme el
poder de atraer todos tus demonios! Y, haced mío las multitudes, esas masas de
soledad, extraño hormigueo sin conciencia; cuan negras gotas del sangriento
roció, afanosas de la inesperada muerte. Y, camine en mi nuevo nacimiento
viendo la belleza y el arrullar sin darme cuenta que cada volar y cantar
decreta mi breve vida terrenal, para convertirme en el único dios del Universo.
Yazzar, el carnicero, me condujo por el palacio de los engaños, llenos sus
relieves de vegetales geométricos y epigráficos policromados, en tonos donde
predominaba el rojo y el azul, para los fondos y el dorado para los relieves
que, junto con los zócalos, en alabrasto con decoraciones epigráficas y las
solerías de mármol blanco, daban al conjunto de gran magnificencia; en el
testero norte penetré, en un gran salón dorado, tenía en sus extremos este y
oeste, dos aposentos privados, las yeserías tapizaban con panales decorativos
labrados en yeso las paredes de las estancias, un zócalo de alabrasto de dos
metros y los suelos de mármol negro; los techos en madera de caoba, reproducían
los infiernos del Cosmos y todo el salón una imagen del Caos, cuajada de los
símbolos esotéricos que sobre el universo, ejercía el maestro, que, aparecía
como heredero de Dios. Penetre por un acceso, atravesé un pasillo, con cuatro
arcos entrecruzados maxlilineos, entre los cuales, en altura se situaban otros
de herradura más simple, entre los filigranas había la representación del
caudillo errante, hecho en forma astrágalo, polvos de titanio, uranio y otras
materias apenas en formación, pero de más valor; era ¡Yo! con forma de dios
alado, con prepotente cuerpo de gases que se esparcían sin límite por todo el
Universo, relinchando mis ojos con fuego encendido, que bajaban de los planetas
nacientes, velados por sulfurosos gases y enormes luciérnagas, semejando
grandes paraguas de luces para acompañarme en la enrancia-
De tanto chulear, la Sombra de la isla, a todos los países del mundo habían
quedado, él y su pueblo embocados; sin las concebidas ayudas paranoicas de las desmesuradas
y esnobiticas civilizaciones, cansadas de tantas matanzas, por los momentos;
invenciones de teorías defraudatorías desintegracioncitas de la invernada
mente; buscándose palo donde agarrarse para sobrevivir ya agotados por los
cenáculos hamponiles, de los divergentes mundos financieros y la monotonía
vivencial, enguarapetada en los genes de las nuevas generaciones, sin que
puedan culipandearse (no tener para dónde coger o agarrarse, venirse en caída
libre) en efervescencia de horizontes que justifiquen el transitar en esta
vida, que cada día se les hace más sin sentido. La verdad verdadera, sin
tropiezos que impidiesen la realidad hambreada del borrego pueblo; se dijo el
maestro.
El Chulo Mayor de la Isla
Mi último latrocinio chuleado al por mayor, se desmorona por su propia
pudrición acumulada desde el inicio mismo de su estrafalaria revolución,
forjada y reforjadora de una galería de criminales, muy difícil de volverse a
lograr en los anales de la humanidad, muy superiores a los míos, por haber
carecido mis cholitos, consuetudinariamente de dineros, para encubarlos en los
engarrapatados y solidificantés verdes del imperio; toda su desgracia se inició
casi desde el mismo comienzo por no haber aplicado los principios que, con
denotada pureza nos había engendrado el Padrecito Stalin. Ahí, en ese oasis de sabiduría,
me pario a mí. Luego de tantas
reflexiones e inflexiones filosóficas y doctrinarias, entresacadas de los
mismos tambores donde nosotros nos hemos nutrido, decidí encarapitarlo en las cimas del poder.
Estocada se me avecinaba, ya en demasía habíamos estado viviendo de los espejos
convexos y las palabras huecas: Libertad Igualdad Soberanía Patria Socialismo
Solidaridad y tantas otras que si hubiesen sido escrutadas por algún ocioso no
existiría nomenclatura para expresar el número.
Por un rayo de leche, el cholito sin tuerca donde enrocarse, apresentasé
pidiéndome consejos. Los huracanes ambiciosos de las parasitarias oligarquías
lo picoteaban sin misericordia-
Por supuesto ese cholito soy Yo.
Abrojos
con sus Sombras.
Pobre de aquel que no estima la breve vida y todos sus días se van
persiguiendo la bola del poder, engrasada con excrementos deslizante ante
cualquier atadura; plazo ilusorio de una efímera gloria, aupada con panegíricos
de mis aduladores. Desciendo veloz y vencido a las profundidades de la muerte.
De esa manera se inició la última etapa de su vida, donde los ensueños
chaveteados que lo condujeron a pretender, en sus delirios, a construir un
imperio Universal su verdadero destino, conjeturado por la tropas Santeras de
la Isla, África y Haití, quizás le dieron tregua y pudo constatar por muy
breves momentos, la farsa a la que fue guiado.
Sombras
del Abrojo de la Isla
¡Oh! magno héroe pacotillero de mil batallas vividas con tus Arañas, en los
altos árboles, en los páramos que encierran miles de melancolías y delirios y
sus grandezas enterradas en la nada, languideces deseoso de lograr alguna paz
que amedrente tus ímpetus de grandeza soñada. Titán de los terrestres mares y
de los espacios, en tus andanzas de mil confrontaciones caudillista con el granujo
elfo Maisanta. Hoy vienes a esta Isla, de la pretendida felicidad, libertad e
igualdad, sepulcro de cinco generaciones. Entre circunstantes tumultos,
agregamiante descuellan mis crímenes; siglos pasaran y sobre mi tumba
maldiciones cantaran de los infortunios que deje. ¡Arañero! no ha nacido tu
igual, ni nacerá, solo tú eres mi igual; los abortos contra natura no son repetibles
por la naturaleza ni por Dios, nos semejamos pero nos superamos por nuestras
maldades.
La hacedora de Araña
Fuiste poderoso, ya no lo eres, solo despojo inmundo, pohedumbre viviente,
dabas festines, te hiciste líder, despilfarrando, regalando, chantajeando,
extorsionando, en festines anduviste, hoy eres festín de la muerte. Cuantas
desgracias abatiste a tus gobernados, tiranizados. ¿Acaso, el ropaje
fantasioso, que han construido tus adulantes, permanecerá en las mentes de
tantas víctimas? ¿Quién es el que no ha de morir? Di, a los que te terminaron
de loquearon si eres inmortal. ¿Quién eres?
¿Ya, lo sabes? ¡No! no eres mi arañita, fuiste un monstruoso egoísta. Y, lloras. La sabiduría de la vulgaridad es la
opulencia del ignorante. La perorata sin decir nada albergara en tu
transcendencia; y las arañas grises, sin colores acompañaran tu alma errante y
aullante, en tu deambular sin descanso por las oscuridades sin retorno.
Abuela: Cuesta tan poco compadecerme, odiarme, amarme, dignarse a
indignarse conmigo, es una bagatela, mi cielo es negro, sin transparencia, donde
no hay tesoros escondidos sino solamente abandonados, por tantos dioses que
pretendieron la inmortalidad. Mi descaro y éxito se inició tan sorpresivamente
con el tufo enmohecido de la fortuna; pergeñada por un hombre sin atributos,
que ha vivido en una isla maldita, con monederos falsos, sin el don apacible de
la inteligencia virtuosa, sino prodigada por un deseo de maldad ilimitada
imposible de llegar a satisfacer: Ansias de Inmortalidad que ha destajado
moralmente, físicamente, constablemente destruido a un país que dejo de existir
como tal hace mucho tiempo. Asesino de la utopía que mantiene dentro del
criminal neoliberalismo la esperanza tan necesaria, al ser humano, para
continuar con su maraña irrealizable.
Mientras agonizo, sólo, con ruidos de furia sin encontrar el ritmo del
viento que escapa. ¡Ciego sigo! Justificándolo, ayudándolo, cayendo en una fosa
para vagar sin cascadas que abrazar para hacerme tan inmortal como ellas
mismas, aguas que ruedan sin ser vencidas, libres, con su alegría
interminablemente joven sin cansarse de ser eterna vida. ¡Aquí, estoy! yerto,
tieso, rígido, sin la benévola muerte en posesión definitiva, escondrijo
torturante; zullencos que se aventosan sin dilatados espacios, con continuidad
avasallante, tregua: yacija del bronce frio, inerte, que horada sin obstáculos,
libres, al cuerpo insensible; zurridos enloquecedores que se fraguan en un
crisol de hojarascas putrefactas; algarada que tumultúa mi alma; esclavizado
por prisiones subyugantes con voceríos algareados; cernícalos rapaces, turba
vil y despreciable, trúhanes, bergantes, volando ante el cadáver, sin serlo
aún, disputándose la carroña: Canto ahijar, zurrando: Si estas vivo da siete
golpes, si estas presente da tres golpes ; desperdicio de la vida. Solfeo a mi
creada inmortalidad ¿Y, todo, para qué?
¡Hijo! ¡Impela todo deseo de llegar a la vejez! Tu
inmortalidad está en el morir joven, siendo el Héroe, el Elegido, el Dios Odín
de los trópicos. Tú, viste la luz en un pueblo noble. Quebradas e inaccesibles montañas,
bosques, inmensos ríos, mares, llanos que abrazan para nunca soltar, desiertos áridos
donde bullen sin cesar los alocados vientos, perfumados árboles, esbeltas e imponente palmeras, riquezas prodigadas en
abundancia que enceguecen. Nuestra época necesita profeta; eres el milagro, el
misterio inescrutable de la creación, eres la raíz más profunda, raigón que
nutre todas las demás turbulencias, desarrollándola, el culto hacia ti; eres la
admiración que trasciende, que se siente por un elegido; eres el pasmo y
aturdimiento que sumisa, ferviente, ilimitada; ante ti me postro, el más sublime de todos los héroes que han
existido en la historia de la humanidad, sentimos y reverenciamos tu imagen.
¡La Época te llama! Acepta con valentía tu muerte y entraras en las rudimentarias
almas humana, serás el ídolo de todas las generaciones por venir; se
instituyeran juegos creativos con tus hazañas que serán plasmados en las
computadoras; tu rostro será mercadeado en este moribundo planeta y en los
mundos paralelos y estrellas por hacerse y habitarse. Inmensos parques de
recreación, creatividad y esparcimiento, serán concebidos con máquinas que
reflejaran tu vida, hazañas, guerras épicas vividas, donde con fiereza demostraste
tu heroicidad; perseverarás en la mente naciente de todos los niños, alumbraras
a la generaciones jóvenes con tus hazañas, serás la efigen de la moda ¿Acaso, no me ves? Castigo, tortura,
martirio, persecución de mis crímenes, miles de cadáveres se arremolinan sin
cesar, me fustigan, no hay día, solo oscuridades, no consigo al sepulturero; y
todo por haber llegado a la vejez. Morir es distraerse de la muerte, es el
tiempo del perseguido, el abandono de sus fetideces y la derrota para la
persistente muerte. No hay ser humano que no este deseo por desdibujarse,
cuando lo acosan sus crímenes para hacerse sueños permanentes. La vejez se
apodero calladamente, con tenacidad y permanencia monstruosa de mi mente y de
mis ultrajadas carnes. He deseado morir, lo he intentado, pero presiento que
fuerzas que siempre las ignore y mofé de ellas, conspiran para mantenerme en
permanente castigo agónico. La vida se me ha hecho breve, no así la muerte que
se posesiono con sus errantes recuerdos, dentro de mí, hace muchos años; morir
lento, atroz, triste tan sin objetivos, orgasmo que ya no preñan que delatan
todo urdimiento fingido, agotándome en el limbo de la desesperación
Acuden, tantas
sombras en la noche perpetua, arrastrándome sigilosamente, aun en el día, donde
la luz del sol es opacada por la negritud de los recuerdos, que se han hecho
montañas inmovibles, adueñándose de toda mi mente ¡Me buscan! ¡Atrapan!
¡Martillan sin cesar! Cuantas cosas me dicen, muestran sus rostros silenciosos;
de sus ojos se desprenden luces serenas, que me queman oprobiosamente,
consustanciándome con terrores que me hunden, en pantanos de pohedumbre, con
solo reptiles solazándose en mi interior; masturbación en la dilatada soledad,
de una vida transcurrida, excrementándose en la insaciable maldad, buscando una
gloria pretendida ¡Infausto deseo! desde mi infancia que desato pasiones
insaciables, pensamientos extraídos de las perversas mentes de los demonios
¡Solo el FIN, he buscado! Muerte de todo sentimiento de solidaridad, amistad,
humanidad ¡Sólo, el Objetivo de mis insaciables deseos! ¡Oh, Dios mío!
¡Compadecedme! Metamorfosis del alma
que se solidifico, deteniendo su energía en oscuros parajes; que se detuvo,
anclándome sin poder transmutarme a otros estados; engarzándome en la
desesperación, de no poder borrar las profundas huellas de mis crímenes; tormenta
única, devastadora, furiosa fragua que no deja de fundir mi espíritu, castigo
inagotable por lo hecho; reminiscencias, figurillas relumbrosas obstruidas en
el túnel sin fin, carcajadas sin circular.
¡Hijo! Objetivo
absurdo es el envejecimiento. La codicia por prolongar la vida se despierta al
iniciarse la peregrinación y se va engrandeciendo con terrorífica crueldad,
como la noche insondable de los desiertos, con los aullidos de los vientos
donde cabalgan sin tener fin, las sombras errantes con sus abrojos. Así
vituperaba la ingratitud, de no habérseme ocurrido que las ansias de penetrar y andar en ella, deben ser
ofrendadas con la locura sigilosa, con el desconcierto de la insaciabilidad de
los recuerdos; existencia, que nunca se llega a comprender; buscar infinito del
sin sentido; mendigar lealtades, que solo han sido fingidas; adulaciones que
hacen escarpadas cimas de pohedumbre; dolores que extenúan los órganos, las
carnes; caminos avasallantes, corrompidos.
Realmente en mi
mente ya no se alojan pensamientos, soy poseído por el abotagamiento insensible
de la vejez negada, viajando en una elocuente ignorancia que se apremia en
engañarme; acobijada, quizás, o no develada; en un malograrse donde se
precipitan las sensaciones y los pensamientos sin definirse; quizás, sintiendo
repulsión por un anhelado retorno que no cesa de manipularme. Los sueños se me
han hecho tan reales como el mismo degaste de mi vida; nada ha de detenerme,
para hacer real mi última maldad y poder acabar.
La razón de mi
modo de ser no debe buscarse en teorías sociológicas, psicológicas o cualquier
otra disciplina que todas están empuercadas en una mezcolanza de zalamerías
entubadas, desde las épocas más remotas, construidas y reconstruidas, cada vez
con más enchunbanmientos en los océanos de detríticos tan saturadas de
defecaciones, como mi mente que nunca ha estado libre de inmundicias.
Presentimiento
de Muerte
¡Saltan
escaramuzas! de una lágrima, que no llega a ser, descojonándome el pecho, donde
un leve rugido se atosiga, sin poder expresarse, deseando salir del alma, pero
las costras de maldades, hipocresías, engaños, crímenes, han petrificado todo
sentimiento.
Sobre las
bondades de tan inescrupulosa estancia vivirir ¡Riñones! hay que tener para
azafranar tan desvergonzadamente la emputada, chocheada, estancia, muergana
infesta de víboras que se regodean en los oxidados anaqueles mentales.
Entré en un
torbellino disgregante. Una sequedad se hizo dueña de cualquier pensamiento que
saltara de la mente abarrotada, ensenándome sin compasión los engaños en los
cuales me he mantenido
¡Un látigo!
escollado con borlas de hierro centellaba inclementemente en las sienes;
pantanos con lotos en pohedumbre, sin alegría, enmohecidos, mascullaban las
vivencias de un joven, su cuerpo e ímpetu, son mis sueños, la mente se niega a
reconocer la realidad del organismo, del gaste físico, busco ansiosamente
nuevos espejos para reflejar y festejar la imagen deseada, y ese nuevo mundo
imaginado, alucinado, obsesionante, que emerge desafiante, acechante, se deja
rodar, haciéndose castigo; creo haber conseguido nuevos senderos, sin darme
cuenta de su artificialidad, se entrevera la mente, y no me permite sospechar
la imposibilidad de realización alguna, y esa euforia momentánea, que me engaña
al tratar de atraparla, son bríos presagiando la muerte del cuerpo, del
espíritu que nunca estuvo vivo, y ese torbellino que me enloquece es la última
empalada, la más desgraciada
¡Viejo soy! Pero la indomabilidad de mis
maldades, con las ansias de proseguir dañando, domando, manipulando, avasallan
toda posibilidad de aceptación, y deseo continuar recorriendo los caminos
entrapados. ¡Colmado, no estoy! ¡Renazco! ¡Delirio! ¡Acoso indetenible!
Sacrificar, estrujar, manipular, al obcecado delirante, imberbe demente, venido
a héroe de pacotilla, tunante engarzado en sus propias redes de adulaciones
cañerillas, suplicante con insistencia. He buscado al ser que se me asemeje,
pero ha sido en vano, pero ese deseo no deja de ser sufrimiento que adormece y
tortura. Permanecer encofrado, sin movimientos, sin urdir. Todo tiene un tiempo
para desaparecer. ¿Quién desea vivir? cuando la pasión, el entendimiento y el
pueblo se niega a seguirme como borregos. Todo humano elegido, por las fuerzas
azarosas del destino, tiene su tiempo para hacerse de la gloria, pero tu
verdadera gloria esta en hacerte dios ¡Hay del mortal! que siendo dios desdeña
la bondad de la muerte, cuando todas las ocurrencias lo conducen a la gloria
buscada.
Vivir ¡Hijo
mío! Los largos días sin propósito, fondeado en una barcaza de la muerte, sin
aguas, sin corrientes que aligeren la marcha de las ancladas horas menguadas, con
el dolor. La desdeñada vejez nos proporciona los mayores males y ellos, no son
la transformación del cuerpo, sino la hediondez y displicencia del alma ¡Oh,
muerte guiada por el dadivosa destino ¡Venid, sin fustigarme más, cumplid el
divino auxilio, ponedme en el umbral del abismo, precipítame a las simas donde
se esconden los temerosos mares del vértigo eterno, en las insondables bajezas
de los tiempos vividos, hacedme yacer en la Mansión de los Muertos, sin sombras
que me persigan, sin sueños que me estrujan; que la luna cargue mi alma en su
oscuridad hasta esa finitud amarga, sin preguntarme, ni inquirir, cual es el
fin de la existencia. El sufrimiento anda como el abrojo sin poder meditar, ni
detenerse, martirizándome, hasta detenerse en los confines del ya no andar.
Por momentos la
esencia de mi obediencia hacia el maestro me era incompresible. Una noche,
donde deambulaba por los corredores del palacio, encendiendo cigarrillo tras
cigarrillo, en un enloquecimiento que se había albergado definitivamente, para
no abandonarme, presagiaba que era engañado sobre mis dolencias por el maestro:
sentí una molestia en la zona final del sacro, palpe el sitio, sintiendo una
cola de tejidos con nervios, vertebras, músculos y piel; sentí que un espanto
absorbía mi alma.
El ataque
masivo de la sombra, que se había independizado de mi interior, comenzó en la
región peritoneal, en la parte posterior del abdomen; luego, concentro su
ataque con sus poderosas armas de energía radioactiva a la pelvis;
posesionándose, inmediatamente, estratégicamente, con ataques de escaramuzas,
empleando la energía negra, que hace moribunda a las estrellas viejas, luego de
vivir durante diez ml millones de años; ese ataque se concentró en el hígado,
caderas, alcanzando el fémur, páncreas y pulmones lo cual calmo la ansiedad que
comenzaba a invadirme, a pesar de la promesa formal del maestro, de que solo se
trataba de una penetración psíquica de la C. I. A, sembrando realidades, que no
lo eran, además el hecho que estuviesen la desquiciada Sombra, realizando los
ataques con energía negra, era prueba evidente y contundente, de que mi
inmortalidad estaba garantizada por diez mil millones de años, y que los
estudios realizados, estaban en casi la certeza, que luego de transcurrido ese
tiempo, mi energía adquiriría nueva forma de vida.
En horas de la
tarde falleció el mejor amigo de la Meseta de la felicidad a lo largo de su
historia. Nos cabe el honor de haber compartido con el líder de las Arañas del
Universo, los mismos ideales de justicia social y de apoyo a los explotados…
Los pobres son los pobres en cualquier parte del mundo, del Universo, Cosmos y
del Caos, Su ideal en la vida es sobrevivir a su permanente vida de tormentos.
Lo inverosímil
de este cuento, no es la prodigalidad de la astucia del maestro, con el
vendedor de Arañas que desde el mismo comienzo de su vida él las transformo en
abrojos. Lo realmente terrorífico es que esta historia se ha repetido
infinidades de veces, los personajes cambian, pero el demonio sigue Arañando
con toda impunidad, y porque no decirlo, siempre con su público renovado y
creyente es su Maraña. Pero lo lamentable es que aún se cree en ese espécimen.
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