miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los Olores de Nuestro Espejo - Capitulo IV


Las conversaciones con Julio Cesar se hicieron habituales y de algún modo, fueron agrietando las esferas de la mente, lacradas con dogmas fructuosos de odios y venganzas ¿Resarcimiento, tormento o complejos? El juicio es que a medida que dialogábamos, las inquietudes de Julio Cesar dieron origen a los fundamentos, de la imposibilidad real e histórica de la aplicación de esa doctrina. Surgían las oscilaciones de la honradez de esas ideas, alimentándose de las contradicciones de la teoría, con los hechos que comenzaban a destapar la gran cloaca, que eran las tiranías de la órbita Soviética y China. Nos reuníamos dos veces a la semana, al cesar nuestras chácharas nos arropaban las primeras horas del nuevo día.

Hablábamos de la importancia de una asamblea extraída de los intelectuales y representantes de las clases obreras, sin distinguíos de sus ideas, libremente designados y escogidos por sus comunidades, en razón de su talento y anegación por el pueblo. La existencia de tribunales de justicias donde los jueces virtuosos, sabios, interpretaran imparcialmente las leyes generales y los derechos individuales consagrados en la constitución y declaración de los derechos humanos, así como el castigo por las violaciones a esas normas. La protección para los niños, los adolescentes, las mujeres y ancianos. La necesidad de controlar la prudente gerencia del patrimonio de la nación. La defensa de la soberanía, ante tantas agresiones suscitadas por las riquezas naturales con las cuales ha sido dotado nuestro país. El extraordinario cuidado que se debe tener en la educación, para el desarrollo de las nuevas generaciones, dentro de un concepto amplio de pluralidad del pensamiento, la escritura y la palabra; desarrollar la investigación científica, única manera de lograr una verdadera liberación, conjuntamente con el cultivo de las artes y el deporte, genuinas expresiones del alma y el cuerpo. Julio Cesar se esmeraba en las objeciones, que el mismo se encargaba de contestar, me interrogaba sobre la manera en que se elegiría la asamblea; qué condiciones eran necesarias para aquellos que aspiraran a ser elegidos como representantes del pueblo; porque era necesario, me decía: evitar los sobornos para reforzar a cualquier partido; así mismo castigar de manera ejemplar, la intromisión de los funcionarios del estado, en la elección de cualquier representante. Veía como algo esencial que los representantes del pueblo y cualquier funcionario del estado, estuviese preparado para el cargo que ejercería, fuesen conocedores de las leyes, dentro del ámbito a ejecutar. Evitar la avaricia, parcialidades y ambiciones; que el soborno o cualquier otro designio, no pudiera tener entre ellos tierras que cultivar. Evitar que las personas interesadas, ajenas a los intereses comunes del pueblo, o funcionarios del estado pervertidos, pudiesen mediante dadivas, chantajes y sobornos corromper a los elegidos por el pueblo, para lograr contratos o colocación de personas afines a sus intereses; porque es sospechoso, manifestaba, esas vocaciones de sacrificio, a costa de las molestias y las privaciones económicas, de los miembros de esa asamblea con un sueldo tan reducido y la imposibilidad, de poder dedicarse a otra actividad. Estaba decidido, obsesionado, en convertirse en magistrado del tribunal supremo de justicia, y se dedicaba con ahínco, salteando todas las penurias, al estudio del derecho; no concebía que los jueces fuesen nombrados a dedo o bajo figuras temporales, que los mantienen con un hacha al cuello, para ser despojados del cargo al momento que se desee o permanecer controlados, por los altos funcionarios del estado a su antojo; veía con preocupación el tiempo que tardaban en discernir la razón de la sinrazón, y los gastos a los cuales se veían sometidos los más necesitados para poder defenderse. La sumisión tradicional del poder judicial a los partidos políticos, poder religioso y económico, empeñados en balancear la justicia a sus intereses y querencias; la huérfana capacidad de los defensores públicos, en el conocimiento del derecho, y la poca entereza para una debida defensa de los más necesitados; el tiempo que se tardaban en descifrar y digerir, las causas que le eran sometidas; si alguna vez, en ocasiones distintas, habían sido defensores y acusadores, de una misma causa, y citado precedentes, en pruebas de opiniones contradictorias; si recibían alguna recompensa pecuniaria tras bastidores; porque más robos, aseveraba, padecen los estados en el castigo de los ladrones, por los mismos jueces, que lo robado por los ladrones; a los ladrones los buscan los jueces, no para castigarlos, sino para dejarlos sin nada; muchas leyes aúpan al delincuente, pocas normas legales, desatinan los andamiajes legales de los jueces y abogados, porque el que roba tanto y con premura, fácilmente atrae y calla, al que pretende acusar y hace inclinar la balanza, a favor del que tiene que juzgar.

Nefesto -el derecho debe ser la expresión genuina del pacto social, de las reglas para regularlas, de las garantías para desenvolver libremente, en busca de la máxima felicidad posible; debe ser el conceso libre, juicioso, espontaneo, de todos los ciudadanos. Existen tantas normas éticas y tan pocas son cumplidas. No se cree en el bien común, nos formamos dentro de una economía que pregona y fortalece el egoísmo, y esa competitividad, los beneficios materiales, obliga a las personas a ser muy individualistas, obligándolos a acarrearse, en principio, dentro de una insuperable verdad: el interés individual y corporativo, encargándose este de desintegrar el bien común

Tenemos el país más panegírico, aseguraba. La ignorancia, pereza, viveza y el odio, son los ingredientes con los que se sazona la vida de los legisladores y jueces; los primeros solo atienden a los interese de sus partidos, y los propios; los segundos, explican, interpretan y aplican las leyes, con interés y habilidades, para pervertirlas, confundirlas y eludirlas; acaso no te fijas en los bufetes, que enmarañados con los jerarcas del gobierno, hacen del derecho y la justicia, un verdadero latrocinio; la Constitución del país, como decía el profesor Laureano Vallenilla Lanz, miembro destacado de la dictadura Gomecista, considerado como uno de los más grandes constitucionalista por los académicos de este país, con lo cual se afrenta ensordecedoramente la probidad de tantos intelectuales honestos: es la mujer más violada que existe, nace para ser transgredida. De estas conversaciones llegue a la sencilla conclusión que estábamos orinando fuera del pote y que mejor era hacerse el policía del cine Vallejo, por la sencilla razón, de que si se meten todas las doctrinas políticas en un cajón se abrazan y cagan de la risa.

 Una de esas noches tuvimos el primer y único encontronazo; sin enmiendas le dije, en referencia, a lo que está sucediendo en Cuba, contradice la esencia de Igualdad, libertad y la Soberanía; un país que es menos, que una colonia de la Unión Soviética, donde se prodiga con regocijo y altavoces al mundo entero, que han dejado de ser dependientes y el burdel de Estados Unidos; para lastrar esa  sumisión total a la Unión Soviética ¡Ah sí! pero es el proletariado quien manda, absurdo argumento, solo hay un rey y todo se lo traga; solo se aceptan a los que piensan y actúan como el líder; es un dios, hace y deshace a su antojo, es dueño y señor de haciendas y vidas, ha invadido nuestra patria por Churumato, desea consolidar las guerrillas dirigidas por él; su dependencia es total de la Unión Soviética, ha recibido órdenes para incendiar África y desea hacer lo mismo con la América hispanoparlante; siempre sirviendo como intermediario financiero y como testaferro de ese imperio; actúan tan igual o peor, que los países capitalistas e imperialistas fundamentados en la libre empresa, con la agravante que él lo controla todo, sin excepción. Se hacen recelosos sus inagotables discursos, exponiendo su gran clemencia y el amor a la humanidad, su ternura y cualidades, sabidas y confesadas miles de veces por él mismo, y la pandillas de revolucionarios ambulantes, que son como las moscas cuando huelen mierda barata, ahí se van, con sus ínfulas de brigadistas internacionales e intelectuales, pero que al escasear el menú, son como las hienas ante la presencia del tigre; las bondades de su revolución pedigüeña, sin producir prácticamente nada, donde únicamente cuenta su voluntad, es dios sin posibilidades de aceptar ni muecas de desavenencias; el terror que producen sus manifestaciones de clemencia, logros, democracia, igualdad y fraternidad, hacen pujar al más valiente; ¿Acaso, no has observado? que entre más acrecienta esas alabanzas e insiste en ellas, más fusilamientos realiza y trama más engaños; inhumana es la tortura contra cualquier ser. Dícese entre el pueblo cubano, que en las madrugas al penetrar la marea alta, en los sótanos del castillo del Morro, los gritos de los torturados son absorbidos por las olas, dialogando con ellas en tiradas silentes, yéndose en brotadas ilusiones desquiciadas encimas de las crestas y sus ondas. A mí me parece Julio Cesar, repitiendo lo que dijo alguien: que la  virtud necia hace mal en el bien, que no sabe hacer, y a veces es peor la virtud viciosa y la valentía desatinada, que la cobardía cuerda y el vicio considerado, porque es mejor lo malo que se retoca, que lo bueno que se agrava; poco se diferencia el hacer mal con lo bueno, cuando no se sabe hacer el bien por carecer de humanidad.

El caso venia alimentado, en cierto modo, porque me había enterado por una hija de un nuevo oligarca adeco, una verdadera experta en literatura; que la mayoría de los discursos y actuaciones estratégicas, por supuesto marañeras, de los próceres socialistas, estaban basadas en una proclama y las actuaciones de doble mascarada, eran copias burdas de un instructivo (acomodado a las circunstancias) y de las estrategias, de uno de los especímenes más amorales que ha habitado en este planeta y que ha logrado franquearse como humano: José Fouché, dirigido al pueblo de Lyon, antes de comenzar el genocidio, el despojo y la destrucción de la ciudad de Lyon, y que los teóricos socialistas, se han esmerado en ignorar y esconder, en sabiendas que sus actuaciones nada tienen de diferente, con los abonados por el futuro multimillonario marques de Trento, saltador de la talanquera y traidor; a Berenice, la versada en literatura, la vi por primera vez en una acción de fusilazo y lanzamiento por los aires de propaganda subversiva y salir espitado, algo que parecerá una pendejada, pero que en aquel tiempo del inicio de la democracia, era penado con la tortura si capturaban al transgresor o con la muerte, si tenían el chance de desenlazar sus instintos las fuerzas policiales, que contaban con la venia de un decreto presidencial. Era la juramentación del nuevo gobernador del estado, acto presidido por el presidente de la república. Llegamos  a primeras horas de la mañana, la brigada que había sido seleccionada, con cierta mala intención y con el vivo deseo, de púrganos o derribarnos definitivamente; estaba constituida por Macizo, un negro de facciones finas, oriundo del pueblo de Bobures en la costa oriental del lago de Maracaibo; Ceibas, Josef, y Timoteo, andinos huyéndoles a la ignorancia y hambre eterna de esos pueblos, donde lo poco que se produce, es para alimentar los privilegios de una oligarquía venida desde los tiempos de la colonia, y el quinto era yo; considerados como problemáticos y anarquista, por el hecho de que en muchas ocasiones, realizábamos acciones sin consultar a la dirigencia. En esta operación mi tarea era colocarme lo más cercano posible a la tribuna presidencial, lanzar el royo de propaganda alusiva a la dictadura (considerábamos al gobierno libremente elegido por el pueblo como una dictadura, algo bastante normal en las estrategias de las doctrinas totalitarias) y partir sin enmiendas. Estando en la posición, que consideraba adecuada y convincente, comencé a sentir que alguien me miraba, sin apresuramiento ladee la cabeza, y pude constatar que mis poderes magnéticos, los cuales ejercitaba con regularidad, encerrado en el único baño de servicio de la casa, una vez más acertaba con sus poderes extrasensoriales, allí estaban dos bellos ojos  dotado de gran hermosura, verdes como dos inmensas esmeraldas, hablando el lenguaje de la codicia erótica, acechantes, fijos, deseando, haciendo; un telúrico rayo me dejo pasmado; anonadado permanecía, quizás fue por una vida completa solo la veía a ella; un codazo en las costillas me hizo regresar de ese cósmico andar; sin embargo, a pesar de la sequedad contundente del golpazo, permanecía aturdido sin poder licenciar y apurar la regresión del proceso de magnetización; un verdadero vergajazo me hizo culipandear y en esta coyuntura, despejo toda obstrucción. Macizo revestido su cuerpo de blanco puro, despertaba las voces de la intolerancia racial, a las cuales acallaron la aparición programada, de un tropa de negros venidos de su tierra de Bobures, con el generoso San Benito, ya emborrachado de tantos menjurjes alcohólicos, las notas musicales y aromáticas del África, descuajada de sus tambores, haciendo contorsionar todo lo viviente y muerto; animadores músicos con la sonora matraca de los diferentes repiques tamboriles, que engarzaban los movimientos atolondrados y báquicos del séquito; como pudo me dijo –no topaba la manera de introducirme en las cercanías de la tribuna, a vos te fue fácil, pareces un hijo de puta gallego o quizás portugués; pero decidme pariente, cómo hace el negro en esta vaina; mi hermano que se hizo ganadero en el sur del lago; si, no me miréis así, quizás hizo lo que no debía, pero ese no es el caso, quizás se le metió en la cabeza la iguana de los gobiernos, que al joderse cualquier cosa se la toman con la iguana como culpable y salen entonces, los vergatarios y furibundos seguidores del régimen a dale palo a los pobres reptiles; bueno la vaina es que a mi hermano, se le olvido que lo de igualdad racial es puro cuento; el sumario es que se contrata un chofer blancote, como para descarrilar su negrura, que una pista siempre dan los que se meten en la vaina de las drogas, unos se hacen de santos repartidores de vainas y muchos muertos se adosan a su currículo; a otros le da cosquillas en el culo y comienzan con acrecentarse las nalgas, construirse un altar dentro de sus muchas haciendas y dárselas de cura pedófilo, reconfortando a los adolescentes con aguardiente, drogas y luego los ponen a disparar su sexo y a ser ambidiestro sexualmente, para a la final ser matraqueados por los nuevos que son afiliados; a mi hermano la cachaza se le hizo color de la piel; y se le desatoraron sus deseos reprimidos de venganza negra; buscase un blancote; lo que importa es paladear el nuevo estatus, mamando con sumo placer, como si se tratara de un helado en la cúspide de una barquilla; que todo el mundo sepa que se tiene, no importa la jodedera que se despreña, aguevaos que son; llegan a la primera alcabala, él va sentado al lado de su chofer, el guardia le dice al perijanero-chofer, que en verdad era rojizo más que blanco -le aconsejo no darle colas por estos lares a cualquiera, menos, bueno usted sabe, tenga cuidado, hay que ver que usted tiene cojones- se arrecha mi hermano, se abriga en la poltrona de atrás del vehículo; llegan al segundo puesto de tracalería legal ¡usted está loco! le dice otro guardia nacional; se sienta mi hermano como chofer y baja al contratado chofer perijanero; llega a la tercera alcabala. Aún está preso, y qué por ladrón de vehículo; no joda ni tan siquiera por la jodencia de la droga ¿Qué porqué estoy vestido así? sencillo, en todos los actos proselitistas, se buscan a negros e indios; a unos para disfrazarlos de Negro Primero, bailadores enturbiados por el Vudú, aduladores del señorito; y a los indígenas con sus plumas, guayucos, arco y flecha hechos  con cacho e’ diablo, y dale que dale aguardiente, y del chinrrichero, antes de que inicien la danza; es el arrebato tan criollo de los gobierneros, de hacer de todo acto un carnaval, donde las máscaras siempre las aportan los eternos explotados, los indígenas y los negros; no veis esta pila de carajos, emfluzaotes con sus cinturones sin ajustarse, nosotros ni cinturón tenemos, una cabuya y de vaina, nos las  pasamos engañando el hambre, en los saraos de estos grandes muérganos, nos dan carnes de las reses resecas por un día, para que luego comience el danzón, la picazón y larguemos el culo en la letrina, porque es como darnos ácido muriático, para que nos destruya las tripas- Aderezado como estaba de liquilique blanco, tan fino, que se le hacían las dotes, sin habérselo propuesto, de hermosura blancal y dental, expansión y mejunje con sus espumadera y empacaduras blancas; sin demora me entregó el bulto contentivo de la propaganda; llegó el nombrado por la voluntad presidencial, los ánimos estaban en el máximo paroxismo; cierto nerviosismos se apoderaban de la brigada; Macizo me hace señas, indicándome que los tres restantes han desertado; me conmina a que lancemos la mercancía y corramos, nos están cazando, gritó, lanzo, miro a Berenice, corro, nos agarran, golpean, zarandean, de un solo envión como un fardo de maíz nos proyectan a un camión. Fue inesperado conocer a Berenice, enaltecimos una verdadera amistad, sin nada que ver, y enfurrúñese esa amistad.

Nefesto, me dijo un día, regodéate, escucha lo que te voy a leer, el discurso de Fidel Castro, en la celebración del aniversario de la revolución parasitaria: “La Revolución está hecha para el pueblo; pero no hay que entender por pueblo esa clase privilegiada por su riqueza, que ha acaparado todos los goces de la vida y todos los bienes de la sociedad. El pueblo es únicamente la totalidad los revolucionarios (los ciudadanos franceses), sobre todo esa clase infinita de los proletarios que defienden las fronteras de nuestra patria (el ejército francés contra la coalición de las monarquías europea) (Fidel: contra el poder avasallante del imperialismo yanqui) y que sustentan a la sociedad con su trabajo. La revolución sería un absurdo político y moral si se ocupara del bienestar de unos cientos de individuos y dejara perdurar la miseria de nueve millones de revolucionarios. Por eso sería un engaño afrentoso a la humanidad el pretender hablar siempre en nombre de la igualdad, mientras nos separan aun a los hombres desigualdades tan tremendas en el bienestar.........Porque los ricos se tendrán siempre por otra clase de seres…. No os engañéis: para ser un verdadero revolucionario (republicano) tiene que sufrir cada ciudadano en sí mismo, una revolución parecida a la que ha cambiado la faz de la tierra como la de la Unión Soviética (ha cambiado la faz de Francia). No puede quedar nada común entre los proletarios (vasallos) de los tiranos y los habitantes de un país libre. Por eso tiene que ser completamente nuevas todas sus obras, sus sentimientos y costumbres. Estáis oprimidos y debéis aniquilar a vuestros opresores; habéis sido esclavo de las religiones (supersticiones eclesiásticas) y no debéis tener otro culto que el de la revolución (libertad). Todo el que permanece al margen de este entusiasmo, no conoce alegrías y tribulaciones ajenas a la felicidad del pueblo, abre sus alma a intereses fríos, calcula lo que le rentara su honor, posición y su talento, y se aparta así por un momento del bien general; todo aquel cuya sangre no arde vindicadora ante la opresión y la opulencia; todo aquel que tenga una lagrima de compasión para un enemigo de la revolución (del pueblo), y el que no guarda todo la fuerza de sus sentimientos para los mártires de la revolución (libertad) , todos estos mienten si se atreven a llamarse revolucionarios (republicanos). Que abandonen el país, sino quieren que se les desenmascare y que su sangre impura riegue el suelo de la revolución (de la libertad). La revolución (la república) no quiere en su seno más que seres libres, está dispuesta a aniquilar a los contrarrevolucionarios, a los parásitos (a los demás), y no reconoce como hijos, sino a los que quieren vivir, luchar y morir por ella….Todo el que posea más de lo indispensable ha de contribuir con una cuota igual al exceso de los grandes requerimientos de la revolución (patria). De modo que habéis de averiguar, de manera generosa y verdaderamente revolucionaria, cuanto tiene que desembolsar cada uno para la causa revolucionaria (publica). No se trata aquí de la averiguación matemática, ni tampoco del método vacilante que en otros casos se emplea en la repartición de contribuciones; esta medida especial tiene que llevar el carácter de las circunstancias. Obrad, pues generosamente y con audacia: quitadle a cada ciudadano lo que no necesite; pues lo superfluo es una violación patente de los derechos del pueblo. Todo lo que tiene un individuo más allá de sus necesidades no lo puede utilizar de otra manera que abusando de ello. No dejarle, sino lo estrictamente necesario; el resto pertenece integro a la revolución (para la guerra) y a su pueblo (a los ejércitos). Todos los objetos que se poseen en demasía y que pueden ser útiles a los defensores de la revolución (país) en su lucha contra los opresores imperialistas, fascistas, vende patria y apátridas (contra la aristocracia y nobleza) les pide ahora la revolución (la patria) que esos bienes sean expropiadas (requisados). El oro la plata, los metales que corrompen (los dólares) que son despreciados por el verdadero revolucionario (republicano) deben ser entregados al estado revolucionario, del pueblo para que allí se le dé un verdadero uso revolucionario (para purificarlas con fuego y acuñar  monedas con la efigie de la república y sirvan solamente a la comunidad) No necesitamos sino acero y hierro y la revolución (republica) triunfara. Administraremos con todo rigor la autoridad que nos ha sido encomendada por el pueblo (directorio de la revolución francesa; año 1792) consideraremos y castigaremos como actos antirrevolucionarios (malvados) todo lo que bajo otras circunstancias se llame descuido, debilidad y lentitud. Paso la época de las decisiones tibias y de las consideraciones ¡Ayudadnos a dar los golpes implacables  o estos golpes implacables caerán sobre vosotros mismos. Nadie debe siquiera pensar en el perdón a los enemigos, si lo intentáis sobre el que se atreva caerá el paredón (la guillotina, el cañón) ¡Patria, Socialismo o Muerte! (Libertad o la Muerte) Podéis elegir” José Fouché.


Tres años después de firmar ese decreto y asesinar a más de mil seiscientas personas, sin juicio alguno, a mansalva, fusilados con cañones y los restos lanzados al rio; es nombrado por el emperador Napoleón, duque de Otranto y se convierte en el segundo hombre más rico de Francia. Sobrevivió como figura principal en la política de Francia, durante la convención como diputado de Nantes; aprobando la abolición de la monarquía de Luis XVl; voto por la  ejecución del rey y la reina María Antonieta en la guillotina; en la revolución traiciono a todos los diputados, perteneció a los Jacobinos, Girondinos, a los radicales de la montaña; fue eje decisivo para la ejecución de Robespierre; las caídas de Marat y Danton;  traicionó a Barras presidente del directorio, su salvador cuando cayó en desgracia; luego en el consulado y el imperio desmadejo a Napoleón. Su fuerza radicaba en espiar y conocer la vida de cualquier persona, para ello se valía de los delatores extraídos de los bajos fondos, o mejor dicho en términos revolucionarios, los protectores de la patria.